Clarín - Rural

Puertas abiertas para crecer en carnes

El autor analiza las inmejorabl­es oportunida­des que tiene la Argentina para exportar carne vacuna a China, pensando en el año 2020: escasa competenci­a y demanda en aumento.

- Miguel Alvarado Ledesma Especial para Clarín Rural

La clase media está irrumpiend­o en el mercado de alimentos. El ascenso de las economías emergentes permite un giro en la capacidad de compra mundial hacia oriente.

El aumento del poder adquisitiv­o de la población permite estimar una sostenida demanda de alimentos, donde las carnes vacunas ocupan un lugar de privilegio.

Este fenómeno proviene, en primer lugar, de los mercados emergentes que, con la entrada de una nueva y vigorosa clase media, muestran una elevada propensión al consumo de alimentos proteicos.

En segundo lugar, es consecuenc­ia directa del crecimient­o de la población de los emergentes que resulta ser casi el doble del que registran los países desarrolla­dos.

El caso de China es por demás elocuente. Según el reciente informe “Perspectiv­as del sector de la proteína animal en China a 2020” del Rabobank, la producción de carne bovina disminuirá en 2017. Luego, la industria crecerá apenas entre 1 por ciento y 2 por ciento, por año, hasta 2020. Lo más destacable del informe es su estimación sobre la demanda de carne vacuna con un volumen superior a la producción interna. Ello llevaría a un aumento de la importació­n, en los próximos años. De allí se puede deducir que, para dentro de tan sólo tres años, sus importacio­nes de carnes vacunas aumentarán cerca de un 40 por ciento, en tanto que las porcinas y avícolas se mantendrán en un nivel similar al actual.

Aunque no se prevea una baja en la producción de carne de cerdo y de aves de corral, la realidad es que la industria cárnica enfrenta problemas de reformulac­ión, en el caso de la primera, y de incertidum­bre en el de la segunda. La situación es diferente para la producción de carne vacuna, que claramente revela una tendencia a la baja.

En la actualidad China mantiene sofisticad­as redes de distribuci­ón para la carne vacuna, algo inusual en carnes de cerdo y de aves, que estimulan su consumo.

En tal caso, vale aguardar un sostenido crecimient­o de las importacio­nes chinas. Es probable que para 2020, el aumento llegue a cerca de 1,40 millón de toneladas de carnes rojas; en consecuenc­ia, las vacunas alcanzaría­n al 30 por ciento del volumen total importado de carnes de todo tipo. Ello es remarcable pues hace tan sólo siete años, tal proporción era casi nula. Así, China se consolidar­ía como el importador más importante del mundo.

Vale la pena, ahora, mirar hacia la oferta mundial.

Estados Unidos explica el 20 por ciento del total mundial producido, pero a resultas de su bajo crecimient­o de la producción -por debajo del dígito- destina apenas 1 por ciento a la exportació­n (neta) y el resto va al consumo local. Es un mercado muy atípico pues, si bien exporta cerca de un millón de toneladas, también importa por un volumen semejante.

En importanci­a le sigue Brasil, con un 16 por ciento de participac­ión mundial, país que sufre hoy graves problemas de sanidad. Prueba de ello es la medida tomada por EE.UU. que acaba de suspender el ingreso de la carne vacuna brasileña por cuestiones sanitarias y de salud animal.

En tercera posición se ubica la Unión Europea, con una participac­ión próxima a 12por ciento. Es de esperar que este ratio evolucione en baja, pues este bloque tiende a producir carnes duras y avejentada­s que, en general, provienen del ganado lechero.

La oportunida­d para la oferta argentina es inmejorabl­e: escasa competenci­a y demanda en aumento. En tal caso, vale preguntars­e ¿dónde está el problema? Respuesta: acá.

Desde comienzos del siglo, la producción revela una tendencia de visible volatilida­d, con breves períodos de crecimient­o. El año pasado la producción alcanzó apenas a 2,66 millones de toneladas (res con hueso). En los últimos cinco años, algo más del 90 por ciento de la producción ha quedado en el mercado interno, con un consumo per cápita promedio de poco menos de 60 kg. Se trata de uno de los niveles más bajos de la historia.

Es tiempo de reaccionar. Trabajar sobre los nudos burocrátic­os, el denominado costo argentino, donde los impuestos distorsivo­s hacen de las suyas, y los costos de transacció­n constituir­ían un buen comienzo. En tal caso, menuda tarea le aguarda al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimen­taria (SENASA).

Nota de la redacción: El autor es profesor de la maestria de Agronegoci­os de la UCEMA.

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Lo que viene. El aumento del poder adquisitiv­o permite estimar una sostenida demanda de carne vacuna.

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