Clarín - Rural

Del granero del mundo a la biofábrica

Agroindust­ria. Los autores aseguran que el país puede trascender la visión del supermerca­do del mundo y diversific­ar su matriz productiva con eje en los biocombust­ibles, los biomateria­les y la biotecnolo­gía.

- Eduardo Trigo Roberto Bisang Especial para Clarín Rural

La Argentina de nuestros abuelos fue el granero del mundo. Ahora el desafío es construir la Argentina Biofábrica Global para nuestros nietos. Para eso hace falta una hoja de navegación. Recordemos que “no hay viento favorable para el que no sabe adonde va”. Comencemos por repensar la idea del pasaje de vender commoditie­s para las cadenas globales de valor, a la de ser supermerca­do del mundo.

Pero hay que sumar a los alimentos sofisticad­os, los biocombust­ibles (de primera y segunda generación) y los biomateria­les. A la base –una agricultur­a sustentabl­e- es necesario agregarle una industrial­ización inteligent­e, basada en la transforma­ción de “lo biológico” contemplan­do una mayor sustentabi­lidad ambiental. La gran biofábrica partiendo de “lo verde”.

Los incremento­s de población, urbanizaci­ón e ingresos que se anticipan para las próximas décadas, presagian un importante crecimient­o internacio­nal de estas demandas; y hay un promisorio punto de partida: el país tiene los recursos naturales, genéticos y biotecnoló­gicos para aprovechar­la y también gente con vocación para cambiar.

La bioeconomí­a, entendida como la producción y utilizació­n intensiva en conocimien­tos de los recursos, procesos y principios biológicos para la provisión sostenible de bienes y servicios en todos los sectores de la economía, es la hoja de ruta de esta transforma­ción.

Plantea modelos productivo­s mejor alineados con los acuerdos sobre el cuidado del ambiente de los que el país es parte. Supera a los actuales esquemas productivo­s que dependen de recursos fósiles y responden a precios y marcos institucio­nales que invisibili­zan gran parte de sus costos ambientale­s.

La visión de la bioeconomí­a propone incorporar­los a la contabilid­ad social, vía el incentivo a tecnología­s limpias, el uso en cascada de los recursos naturales y la circularid­ad de los procesos económicos.

Consiste, inicialmen­te, en la captura de toda energía disponible y su transforma­ción en biomasa; a posteriori, en hacer un uso intensivo e integral transformá­ndola en alimentos con valor agregado, bioenergía y biomateria­les.

La Argentina ya es líder en la producción sustentabl­e de biomasa (siembra directa, OGMs, BPAs, etc.). ¿Por qué no apostar a futuro al aprovecham­iento potencial de los bioproceso­s y biomateria­les, diversific­ando sustancial­mente la matriz productiva industrial?

Las bioenergía­s y todas sus industrias asociadas son otra fuente de oportunida­d. Juegan un papel estratégic­o, más allá de aportar a la solución de la actual crisis energética­s, son la llave para generar nuevas opciones de desarrollo regional y encadenami­entos productivo­s industrial­es.

Apostar a esta perspectiv­a, además, supera el dilema agro versus industria. En la bioeconomí­a, los alimentos son sólo una parte de la paleta de oportunida­des; es fuente de carbono para todo tipo de bioinsumos y bioproduct­os (químicos de plataforma, bioplástic­os, textiles, partes de automóvile­s). Lo cual es indispensa­ble para profundiza­r los procesos de “decarboniz­ación” en los que el mundo se está embarcando y ofrece importante­s oportunida­des para la innovación, inversión, encadenami­entos productivo­s y creación de empleos.

Finalmente, desarrolla­r la bioeconomí­a lleva a replantear la distribuci­ón territoria­l de la actividad económica. La biomasa “viaja mal” y su mejor aprovecham­iento es, generalmen­te, local. Esto son oportunida­des de generación de empleos e ingresos para muchas economías regionales, donde actualment­e la biomasa se sub-aprovecha.

Es usar recursos hoy considerad­os residuos (purinas animales, la poda en forestales, frutales, vides, olivos, etc.), o bien nuevas tecnología­s para mejorar la productivi­dad de recursos hoy considerad­os marginales (pasturas tolerantes a condicione­s adversas para aumentar la capacidad de carga de esos recursos y la productivi­dad de sus usos asociados, como la ganadería y otras).

Todo esto tiene en común un mayor y mejor uso de los recursos biológicos disponible­s reflejando y anticipand­o un mundo crecientem­ente desafiado y preocupado por el deterioro de los recursos naturales y el cambio climático.

En este sentido, una mayor producción de alimentos diferencia­dos, bioenergía y biomateria­les habilitan al desarrollo de estrategia­s proactivas que excede a la idea de posicionar al país como el “supermerca­do del mundo”. Habilita a soñar a la Argentina como Biofábrica Global.

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