Del granero del mundo a la biofábrica
Agroindustria. Los autores aseguran que el país puede trascender la visión del supermercado del mundo y diversificar su matriz productiva con eje en los biocombustibles, los biomateriales y la biotecnología.
La Argentina de nuestros abuelos fue el granero del mundo. Ahora el desafío es construir la Argentina Biofábrica Global para nuestros nietos. Para eso hace falta una hoja de navegación. Recordemos que “no hay viento favorable para el que no sabe adonde va”. Comencemos por repensar la idea del pasaje de vender commodities para las cadenas globales de valor, a la de ser supermercado del mundo.
Pero hay que sumar a los alimentos sofisticados, los biocombustibles (de primera y segunda generación) y los biomateriales. A la base –una agricultura sustentable- es necesario agregarle una industrialización inteligente, basada en la transformación de “lo biológico” contemplando una mayor sustentabilidad ambiental. La gran biofábrica partiendo de “lo verde”.
Los incrementos de población, urbanización e ingresos que se anticipan para las próximas décadas, presagian un importante crecimiento internacional de estas demandas; y hay un promisorio punto de partida: el país tiene los recursos naturales, genéticos y biotecnológicos para aprovecharla y también gente con vocación para cambiar.
La bioeconomía, entendida como la producción y utilización intensiva en conocimientos de los recursos, procesos y principios biológicos para la provisión sostenible de bienes y servicios en todos los sectores de la economía, es la hoja de ruta de esta transformación.
Plantea modelos productivos mejor alineados con los acuerdos sobre el cuidado del ambiente de los que el país es parte. Supera a los actuales esquemas productivos que dependen de recursos fósiles y responden a precios y marcos institucionales que invisibilizan gran parte de sus costos ambientales.
La visión de la bioeconomía propone incorporarlos a la contabilidad social, vía el incentivo a tecnologías limpias, el uso en cascada de los recursos naturales y la circularidad de los procesos económicos.
Consiste, inicialmente, en la captura de toda energía disponible y su transformación en biomasa; a posteriori, en hacer un uso intensivo e integral transformándola en alimentos con valor agregado, bioenergía y biomateriales.
La Argentina ya es líder en la producción sustentable de biomasa (siembra directa, OGMs, BPAs, etc.). ¿Por qué no apostar a futuro al aprovechamiento potencial de los bioprocesos y biomateriales, diversificando sustancialmente la matriz productiva industrial?
Las bioenergías y todas sus industrias asociadas son otra fuente de oportunidad. Juegan un papel estratégico, más allá de aportar a la solución de la actual crisis energéticas, son la llave para generar nuevas opciones de desarrollo regional y encadenamientos productivos industriales.
Apostar a esta perspectiva, además, supera el dilema agro versus industria. En la bioeconomía, los alimentos son sólo una parte de la paleta de oportunidades; es fuente de carbono para todo tipo de bioinsumos y bioproductos (químicos de plataforma, bioplásticos, textiles, partes de automóviles). Lo cual es indispensable para profundizar los procesos de “decarbonización” en los que el mundo se está embarcando y ofrece importantes oportunidades para la innovación, inversión, encadenamientos productivos y creación de empleos.
Finalmente, desarrollar la bioeconomía lleva a replantear la distribución territorial de la actividad económica. La biomasa “viaja mal” y su mejor aprovechamiento es, generalmente, local. Esto son oportunidades de generación de empleos e ingresos para muchas economías regionales, donde actualmente la biomasa se sub-aprovecha.
Es usar recursos hoy considerados residuos (purinas animales, la poda en forestales, frutales, vides, olivos, etc.), o bien nuevas tecnologías para mejorar la productividad de recursos hoy considerados marginales (pasturas tolerantes a condiciones adversas para aumentar la capacidad de carga de esos recursos y la productividad de sus usos asociados, como la ganadería y otras).
Todo esto tiene en común un mayor y mejor uso de los recursos biológicos disponibles reflejando y anticipando un mundo crecientemente desafiado y preocupado por el deterioro de los recursos naturales y el cambio climático.
En este sentido, una mayor producción de alimentos diferenciados, bioenergía y biomateriales habilitan al desarrollo de estrategias proactivas que excede a la idea de posicionar al país como el “supermercado del mundo”. Habilita a soñar a la Argentina como Biofábrica Global.