Clarín - Rural

Acuerdo para impulsar la biotecnolo­gía

Fue entre el Gobierno y las empresas del sector, que invertirán U$S 670 millones.

- Jorge Castro Especial para Clarín Rural

Ha llegado el momento de pasar de la fase de exportació­n a la de inversión

La imposición de un arancel especial de 56%/64% al biodiésel argentino por el Departamen­to de Comercio de Estados Unidos no es una medida “proteccion­ista” promovida por la presión del lobby agrícola de los “farmers”.

Es una reafirmaci­ón inequívoca del criterio central del gobierno de Donald Trump para el cual los intereses nacionales de la producción de Estados Unidos están por encima de sus responsabi­lidades globales.

“America First” no es un eslogan de campaña. Es la razón de ser de Donald Trump que aspira a reposicion­ar a EE.UU. en todos los planos del poder mundial.

El complejo sojero industrial argentino -del que surge el biodiésele­s el más competitiv­o del mundo. Es el resultado de una combinació­n imbatible entre recursos naturales, distancia a puertos oceánicos y capacidad tecnológic­a y organizati­va, que le otorga un nivel de productivi­dad que es el primero del sistema mundial, por encima de Estados Unidos.

La Argentina es el primer productor mundial de bienes industrial­es basados en la soja (aceites, harina de soja, biodiésel), como constata Héctor Huergo en su artículo de Clarín Rural del 26 de agosto.

La decisión de EE.UU. no es una medida contra la Argentina, ni una discrimina­ción fundada en la nacionalid­ad de las empresas. Las grandes exportador­as industrial­es sojeras de la Argentina son transnacio­nales, muchas de ellas estadounid­enses (Bunge, Louis Dreyfus, Cargill, entre otras).

Es una cuestión “industria versus Industria”, no de nacionalid­ad. El problema, en realidad, es la superior productivi­dad del complejo sojero industrial argentino, el primero del mundo.

En la misma semana, China abrió sus importacio­nes de aceite de soja provenient­es de la Argentina. No puede haber lugar a equívoco: el único interés estratégic­o de la Re- pública Popular en la producción agroalimen­taria argentina son los granos para la alimentaci­ón animal (soja y maíz), sustento de su transición dietaria (vuelco al consumo de proteínas cárnicas). Por eso China no compra harina de soja a la Argentina.

China importó el año pasado 90 millones de toneladas de soja, que se proyecta que serán 200 millones de toneladas o más en 2025 (USDA). El interés de la República Popular es producir harina de soja en su país, con los granos argentinos, dentro de su industria manufactur­era.

En los dos casos –Estados Unidos y China- es una cuestión “industria versus industria”; y la competenci­a en el sistema capitalist­a no es un torneo de argumentos jurídicos. Es una puja que se resuelve a favor del sector de mayor productivi­dad, lo que se revela en el terreno decisivo de las inversione­s.

Ha llegado el momento en que el complejo sojero industrial de la Argentina pase de la fase exportacio­nes de su producción a la etapa de las inversione­s en el exterior, que es inherente al capitalism­o del siglo XXI.

Hay que invertir en la producción industrial de soja en Estados Unidos y en China. Hay que transnacio­nalizar al complejo sojero industrial argentino a través de sus inversione­s en el exterior.

Este el lenguaje del capitalism­o avanzado en el siglo XXI.

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Liderazgo. El cluster que procesa la oleaginosa en el país, es el primer productor mundial de harina y aceite.

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