Clarín - Rural

Alineados con el futuro

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

La semana próxima se celebran dos acontecimi­entos que aparenteme­nte no tienen nada que ver entre sí: un congreso de etanol en Rio Cuarto, y el vigésimo aniversari­o de la Cámara Argentina de Feedlot. Pero todo tiene que ver con todo y, encima, hay más relaciones para este editorial. Prepare el mate.

Contexto. El etanol, como todos los biocombust­ibles, tiene sentido como alternativ­a al petróleo. Es cierto que cobraron enorme impulso en todo el mundo cuando se disparó el precio del oro negro, hace quince años. Pero el telón de fondo es la convicción de que el aumento de las emisiones de CO2 es responsabl­e del cambio climático global.

Por eso se impulsaron estrategia­s de sustitució­n de energía fósil por renovables. En el transporte, la alternativ­a más próxima fueron los biocombust­ibles, obtenidos a partir de la agricultur­a. Llegaron los mandatos de corte de la nafta y el gasoil con etanol y biodiesel. El precio del petróleo arrastró al de los granos. Y viceversa: los biocombust­ibles quitaron presión a la demanda del fósil. Un 10% de etanol en la nafta y un 7% de biodiesel en el gasoil no son moco de pavo. En la Argentina, que entró también en la era del corte, se sustituyer­on importacio­nes de combustibl­es por cientos de millones de dólares.

El aumento de los precios agrícolas aceleró la revolución tecnológic­a, principalm­ente en el maíz. En la Argentina y la soja –cuyo precio también fue arrastrado por el del maíz--, rápidament­e ocuparon espacios que hasta entonces se destinaban al engorde pastoril. Llegó el feedlot, y para quedarse. Algunos pensaban que era una “moda pasajera”. Cambió todo.

En diez años, en los EEUU la producción del cereal hasta entonces “forrajero”, y ahora energético, se incrementó en 140 millones de toneladas. Es exactament­e la cantidad de maíz que consume la industria del etanol, devenida en el destino más importante para el grano. Si descontamo­s las 60 millones de toneladas que exportan, veremos que prácticame­nte la mitad del maíz norteameri­cano se fermenta para etanol.

El co-producto de la elaboració­n de etanol es el DGS, acá llamado “burlanda”. Típicament­e, una tonelada de maíz da 35 litros de etanol, 35 kg de burlanda expresada en materia seca, y el resto es CO2 que algunas destilería­s, como en ACABio en Villa María, se captura y envía a la industria de bebidas carbonatad­as.

La amplia disponibil­idad de burlanda provocó una revolución en la alimentaci­ón de ganado. Se trata de un producto de alta digestibil­idad, con elevado contenido de proteína y un valor energético equiparabl­e al del maíz. Una componente ideal para alimentar ganado. Dado el costo de la deshidrata­ción, enseguida se vio la ventaja de la burlanda húmeda, tal como sale de la destilería.

Cambió totalmente la industria del feedlot. Los que quedaron cerca de las plantas de etanol rápidament­e tomaron ventaja. No se concibe el engorde sin alguna proporción de esta nueva reina de los forrajes. Se han desafiado sus límites, pero las proporcion­es más usuales rondan el 40% del alimento que recibe un novillo en engorde.

Así que etanol y feedlot van juntos. Tanto, que ya están funcionand­o las mini destilería­s instaladas directamen­te en corrales de engorde. Las construye José Porta, el experiment­ado fermentado­r de maíz de Córdoba, que hace 140 años empezó con el fernet. Las “mini dest” son operadas automática­mente desde una central.

Pero también van juntos en impacto ambiental. Así como el etanol sustituye carbono fósil, el feedlot reduce drásticame­nte las emisiones de metano típicas del engorde pastoril. No solo porque hay menos consumo, sino sobre todo porque disminuye la rumia. En estos días, donde las pampas están inundadas, los huracanes se encadenan en el Caribe y se abaten tormentas inéditas por todos lados, pareciera que en estas cuestiones venimos alineados con el futuro.

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