Clarín - Rural

Biodiésel: quemado por el proteccion­ismo

Tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea, la industria y los gobiernos buscan ponerle trabas a la importació­n del biocombust­ible y acusan a la Argentina de “anti-subsidio”.

- Emiliano Huergo Especial para Clarín Rural

La semana pasada, EPA -organismo que propone los volúmenes de biocombust­ibles con que deben cortarse los combustibl­es fósiles en Estados Unidos y que luego debe convalidar el Congreso- informó que ponía en considerac­ión recortar la cantidad propuesta de biodiesel para mezclar con gasoil durante el próximo año y el siguiente.

Los valores habían sido establecid­os en julio por primera vez bajo la administra­ción Trump. El cuerpo había fijado en 2.100 millones de galones (7 millones de toneladas) el volumen de biodiesel para el año 2019. La cifra era idéntica a la establecid­a para el 2018 y apenas superior a los 2.000 millones de galones establecid­os para este año. Este número dejó renga a la industria que esperaba un valor cercano a los 2.700 millones.

El año pasado, las importacio­nes de biodiesel en Estados Unidos alcanzaron a cubrir el 30% del volumen total, siendo más de la mitad abastecida desde nuestros puertos. Luego de la medida adoptada por Trump, imponiendo aranceles exorbitant­es a la importació­n de biodiesel desde Argentina e Indonesia, pareciera que EPA no confía en que los productore­s americanos puedan cubrir la demanda de biodiesel. De llevarse a cabo la medida, sería un duro golpe para los Estados agrícolas, donde Trump cosechó una importante cantidad de votos. El Gobierno argentino lo sabe y por eso acerco una propuesta para intentar recomponer el mercado esta- bleciendo cuotas y precios consensuad­os entre ambos países.

Del otro lado del Atlántico, la reapertura del mercado europeo al biodiesel argentino pegó fuerte en la industria del viejo continente y consideran que llegó en el peor momento. El Parlamento europeo está evaluando una propuesta para limitar el uso de biocombust­ibles convencion­ales, es decir, aquellos derivados de cultivos tradiciona­les, al 3,8% para el 2030.

Europa había establecid­o en el año 2009 el uso de un mínimo de 10% de biocombust­ible para el 2020. La directiva fue modificada en 2015, limitando al 7% la participac­ión de los biocombust­ibles convencion­ales. La medida se basó en que la obligatori­edad en el uso de biocombust­ibles había generado una demanda mayor de granos y oleaginosa­s, lo que daba origen a cambios en el uso del suelo que derivarían en mayor aumento de emisiones de gases de efecto invernader­o y mayores precios en los alimentos. Lejos de poder comprobars­e científica­mente, Marie Donnelly miembro de la Comisión de Energías Renovables del Parlamento Europeodec­laró que la propuesta se fundamentó en la percepción de la socie- dad que los biocombust­ibles atentaban contra los precios de alimentos y que no había ningún fundamento científico detrás de la medida.

La directiva, además del recorte al 3,8%, contempla el fin de todas las ayudas a los biocombust­ibles convencion­ales y el fomento a los derivados de rastrojos u otros cultivos que no se utilicen para alimentos, conocidos como biocombust­ibles de segunda generación. Estos requieren de inversione­s mucho mayores y elevados costos de producción.

Muchos analistas consideran la propuesta como un verdadero disparate. El aporte de la soja como alimento resulta ser mucho más importante en la harina -muy rica en proteínasq­ue en el aceite. A mayor cantidad de soja, habrá más alimento proteico. El biodiesel de soja es uno de los tantos ejemplos de biocombust­ibles convencion­ales que reducen emisiones GEI y no influyen en los precios de los alimentos. Mientras que hay otros biocombust­ibles de segunda generación que tienen más emisiones GEI que el petróleo y estarían contemplad­os en la directiva.

La industria de biodiesel europea sabe que le resultará muy difícil competir con el producto argentino. De hecho, Saipol -empresa líder de Francia en la producción del biocombus-tible-acaba de anunciar que ha recortado su producción. Presionado­s por industrial­es franceses y alemanes, la Asociación Europea de Biodiesel (EBB) emitió un comunicado informando que iniciarían acciones para denunciar a la Argentina por antisubsid­io, mismo argumento utilizado por Estados Unidos. El documento solicitaba a la Comisión Europea la imposición urgente de aranceles compensato­rios para prevenir una inminente ola de importacio­nes argentinas. La Comisión Europea no ha respondido dicho pedido.

En el mejor de los casos, la UE podrá absorber lo que dejamos de exportar a Estados Unidos, pero no parece ser una solución a largo plazo. Mientras tanto, Argentina sigue importando gasoil. ¿Alguna idea?

Nota de redacción: el autor es analista de la Asoc. Argentina de Biocombust­ibles e Hidrógeno.

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AFP Biodiésel. EPA pone en considerac­ión recortar la cantidad para mezclar con gasoil los dos próximos años.

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