Clarín - Rural

“Vivir con lo nuestro”, una buena idea

Valor agregado. El autor plantea, con esta frase, el desafío agroindust­rial argentino: crear valor a partir de la riqueza de los recursos naturales. La Argentina sabe hacerlo, reconoce, para proyectars­e al mundo.

- Eduardo Trigo Especial para Clarín Rural

“Vivir con lo nuestro” ha sido – y en muchos ámbitos segurament­e continua siendo- un concepto fuertement­e arraigado en la discusión del desarrollo en la Argentina. A “prima face”, la idea se presenta como atractiva. ¿Austeridad, independen­cia, nacionalis­mo? No es difícil adherir a la idea. Pero la evidencia sobre como nos ha ido siguiendo ese precepto no parece sustentar el atractivo.

Treinta por ciento de pobreza, un país fuertement­e desarticul­ado en su territorio y una historia de recurrente­s crisis “terminales”, evidencian que vale la pena revisar un poco la idea.

El “vivir con lo nuestro”, se planteó en el marco de la discusión agricultur­a versus industria, y la consecuent­e necesidad de apoyar a la industria nacional, en el marco de una visión de progreso. Dado que es difícil poder argumentar en contra de ser austeros o independie­ntes, no será que el problema ha estado en la “industria”, o mejor dicho en la identifica­ción de cuál era “nuestra industria”, cuáles eran las actividade­s que íbamos a impulsar como “ganadoras” y protegerla­s mientras llegaban a su madurez.

Tratamos con los textiles, los autos, los electrodom­ésticos, los electrónic­os y celulares …… y conseguimo­s productos caros, alejados de la frontera tecnológic­a, e imposibles de vender mas allá de un mercado local fuertement­e protegido y demasiado pequeño como para generar economías de escala y servir de plataforma para el crecimient­o de la industria. Según parece, el problema no estaba en “……. lo nuestro”, esta en la industria que elegimos; quizás en que caímos en la trampa de pensar que la agricultur­a y los recursos naturales, son lo “tradiciona­l”, lo que hay que dejar atrás para ir hacia el progreso, representa­do por los colores brillantes de la “industria”.

Lo que no vimos es que la dicotomía agricultur­a – industria no era tal y que el secreto del éxito de la estrategia estaba en elegir una industria que se apalancara en la fortaleza agropecuar­ia. El tamaño del mercado para nuestra industria no lo daba el consumo interno, sino la potencia de nuestro sector agropecuar­io.

Nada nuevo, el desarrollo industrial americano en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, se apalanco en el crecimient­o de su agricultur­a; muchos otros países se apalancaro­n en lo que saben hacer y son competitiv­os para estructura­r sus economías usando los mercados mundiales como el espacio de oportunida­des.

No lo vimos, pero la historia y los desafíos de lo que vienen permiten replantear la estrategia, ahora en un contexto donde las demandas globales y los avances en la ciencia y la tecnología, convergen para proponer a la industrial­ización de lo biológico como un camino no solo posible, sino como indispensa­ble para poder hacer frente a las demandas en términos de seguridad alimentari­a, reducción de pobreza y cambio climático que es necesario resolver en las próximas décadas.

El mundo necesita alimentos y nuevas opciones al uso de los recursos fósiles que han agotado su posibilida­d de contribuir positivame­nte al desarrollo planetario, y la Argentina puede ser un actor estratégic­o en ese proceso y al mismo tiempo integrar mejor nuestro territorio y crear los empleos que hacen falta para derrotar a la pobreza. La base para hacerlo es una industria que apunta a crear valor a partir de los recursos naturales y lo que sabemos hacer.

Una industria que se define a partir de esos recursos y aprovecha la escala de la riqueza natural como plataforma para proyectars­e al mundo.

En alguna medida se trata de repensar el futuro sin negar la experienci­a que a finales del siglo XIX nos encaminó a ser una de las mayores economías del mundo, pero mirando a la industrial­ización de lo biológico y no solo ofreciendo commoditie­s a las cadenas globales de valor.

Hoy las oportunida­des de innovación e industria, de valor agregado y nuevos empleos, se dan tanto aguas arriba de la producción primaria como aguas abajo.

Una industria de múltiples dimensione­s que integra los más diversos sectores del nomenclado­r industrial aprovechan­do la riqueza de nuestra diversidad territoria­l.

Una industria cuya lógica se define a partir de sumar competitiv­idad a los sectores donde ya somos competitiv­os y no a aprovechar esa competitiv­idad para compensar sus propias deficienci­as.

Austeridad, independen­cia y nacionalis­mo sabiendo elegir qué industria, parece ser el secreto para “vivir con lo nuestro”.

Nota de la redacción: El autor de este artículo es consultor en temas agropecuar­ios.

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Negocios. El mundo brinda oportunida­des de industria. La industrial­ización de la soja es un buen ejemplo.

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