Clarín - Rural

La mirada en la góndola

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

La idea de dejar de ser el granero del mundo para convertirs­e en el supermerca­do del mundo, que se convirtió en el leit motiv de la era Macri, tuvo un principio de consagraci­ón en AlimentAr, que se concretó esta semana en Tecnópolis. Un gran evento “B2B”, es decir, de negocios entre empresas, más que una exhibición de la enorme oferta de productos argentinos y de los países vecinos.

Aliment.Ar es un verdadero salto cualitativ­o. Un enorme éxito conceptual. Hace unos años el pensamient­o económico predominan­te había instalado la idea de que la palanca del desarrollo era la “industria pesada”, o los “sectores básicos” (petróleo, petroquími­ca, etc). Cundía la muletilla del “acero vs. caramelos”, con cierto tufillo burlón para quienes creían(mos) en el desarrollo a partir de las ventajas competitiv­as en torno al sector agroalimen­tario.

Pero la realidad siempre se rebela, dice Jorge Castro. Llegó la Segunda Revolución de las Pampas con su abanderada la soja. En apenas veinte años, pasó de curiosidad botánica a curiosidad económica: hoy la Argentina es viable porque hay un piso de 20.000 millones de dólares anuales de flujo competitiv­o.

No es extraño entonces que la Unión Industrial Argentina esté presidida por un hombre de la agroindust­ria. Y que la Copal, la entidad que agrupa a las principale­s empresas de alimentos de la Argentina (en un 90% pymes de un conglomera­do multicolor) sea uno de sus brazos fuertes.

Ahora vamos por más. Pensar en alimentos procesados pululando en las góndolas del mundo es un horizonte tentador. Nadie cuenta con los insumos básicos en semejante abundancia y calidad. Es una excelen- te plataforma para atraer inversione­s, generar empleo y agregar valor.

Pero no debe implicar un menoscabo a la actual canasta exportador­a, integrada fundamenta­lmente por insumos básicos (granos y productos del complejo agroindust­rial sojero). Y otros con mayor valor agregado, aunque en el imaginario colectivo –e incluso en la conceptual­ización de varios expertos—aparecen como “productos primarios”. Por ejemplo, las carnes, que son productos de “segundo piso” porque, precisamen­te, se obtienen a partir de granos forrajeros y harinas proteicas de origen vegetal (harina de soja).

El gran desafío es lograr que la competitiv­idad que alcanzó el complejo sojero se mantenga en el eventual down stream. Y la gran pregunta es por qué, a medida que avanzamos en el grado de elaboració­n, se va escurriend­o la ventaja competitiv­a en un agónico goteo. En los foros que acompañaro­n las rondas de negocios de AlimentAr, este fue el telón de fondo. Infraestru­ctura, impuestos, régimen laboral. Es la tarea del Estado, que no está para “marcar la cancha”, como dijo algún funcionari­o, sino para facilitar los negocios.

Estado facilitado­r es el de las negociacio­nes internacio­nales, el de la lucha contra el proteccion­ismo, que a pesar de lo que parecía haberse avanzado, muestra sus propios brotes verdes. El lobby agroindust­rial de los países desarrolla­dos cobró fuerza y se expresó con gruesos trazos de evidencias en las trabas al biodiésel, la mala noticia del momento. Todo el mundo quiere llevarse el trabajo a su casa y en eso están los estadounid­enses de la era Trump, los europeos y los inefables chinos.

Pero por el lado positivo aparecen los avances en la relación Mercosur-UE, con la presencia del vicepresid­ente europeo en el país, quien se reunió con el Canciller y el propio presidente Mauricio Macri. Negociacio­nes clave, a la hora de generar una plataforma que nos permita avanzar con la idea de avanzar hacia la góndola. Porque, aunque la mayor parte depende de nosotros, los contrarios también juegan.

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