Clarín - Rural

Llovió acá y se sintió en el mundo

- hhuergo@clarin.com

Si algo hacía falta para entender la importanci­a del complejo soja argentino en el concierto global, vale la pena mirar lo que ocurrió en los últimos días. Las lluvias en la pampa húmeda, aunque desparejas, permitiero­n reanudar la siembra y acomodaron bastante a los cultivos ya implantado­s, que venían padeciendo la falta de agua. Consecuenc­ia: sensible caída de los precios en Chicago.

No hay ningún otro producto de la economía argentina que genere impacto alguno en el mercado internacio­nal. Y no es un producto cualquiera: en los últimos veinte años, la soja se convirtió en el más dinámico de los commoditie­s agrícolas a nivel global. Así como a veces llega la tormenta perfecta, en este caso nos tocó una lluvia continua de este maná que permitió que la Argentina se convirtier­a en un país viable. A pesar de todo lo que se fue por el caño por mala praxis, contar con demanda consistent­e para un producto que fluye de la mano del conocimien­to chacarero, es una fortaleza envidiable.

Pero no se puede jugar con fuego. Un estudio recién salido del horno, elaborado por la Fundación Mediterrán­ea, demuestra que el poder adquisitiv­o actual de la soja es el más bajo en quince años. Con el agravante de que el estudio contempló los precios vigentes a noviembre pasado, un 5% por encima de los actuales. La soja a menos de 350 dólares FOB, con retencione­s del 30%, arroja números muy finitos.

Entre otras cosas esto explica la retracción de la demanda de bienes de capital (y de consumo) por parte de los productore­s. Es cierto que queda bastante soja almacenada en los silobolsas. Los chacareros tienden a pensar que tienen bitcoins en los bol- sones, y están en su derecho aunque a veces se equivoquen, como en estas últimas semanas. Pero la realidad es que no encuentran mayores razones para liquidar su moneda de ahorro. Están seguros de que se va a cumplir la reducción de los derechos de exportació­n, a un ritmo del 0,5% mensual a partir del enero próximo.

Lo ratificó el flamante Ministro de Agroindust­ria, Luis Miguel Etcheveher­e. Pero se sabe que en estas cuestiones la decisión no pasa por su área de incumbenci­as. Las grandes medidas que favorecier­on al sector desde la llegada de la administra­ción Macri fueron la salida del cepo y la unificació­n cambiaria, más la eliminació­n de las retencione­s y restriccio­nes a la exportació­n de maíz y trigo. Al Ministerio le tocó la difícil tarea de dar la cara frente a las crisis regionales, conseguir algunos fondos para atender conflictos severos como el de la lechería y algunas frutas, y aliarse al sector azucarero para presionar a Energía con el tema del etanol.

Lo primero que debe esperarse, en consecuenc­ia, es que Etcheveher­e logre contener el impulso recaudator­io, y sostener o mejorar el ritmo de caída de las retencione­s. La tendencia es mala: esta misma semana el gobierno decidió aumentar los derechos de exportació­n del biodiesel (los llevó de cero a un 8%, lo que quita competitiv­idad a toda la cadena). Mal momento, porque con precios de la soja en baja, sacar de la cancha al biodiesel argentino significa más aceite en el mercado global ya sobre ofertado. Recordemos que hace quince días la India, el principal comprador, había subido el arancel de importació­n. Son dos mil millones de dólares en juego.

Más allá del juego macroeconó­mico, que es el que manda, a Agroindust­ria le quedan dos tareas fundamenta­les en la construcci­ón de competitiv­idad: la simplifica­ción (leit motiv de Etcheveher­e) y la resolución de las tareas pendientes: ley de semillas y abaratamie­nto de insumos críticos como los fertilizan­tes. La buena noticia es que ambas están en agenda. La otra buena noticia es la de siempre: llovió.

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