Clarín - Rural

Todos los piratas tienen...

- Héctor Huergo hhuergo@clarin.com

Canta Serrat: “todos los piratas tienen medio plano de un botín…” En la Argentina, hace tiempo que la política encontró el otro medio plano del botín de la soja. Desde que se reimplanta­ron los derechos de exportació­n, durante la crisis del 2002, los sucesivos gobiernos K fueron incrementa­ndo las retencione­s al principal producto de exportació­n del país, hasta alcanzar el tope del 35% que rigió entre diciembre del 2007 y diciembre del 2015.

Una de las primeras medidas que anunció Mauricio Macri al asumir la presidenci­a en aquel momento fue precisamen­te la reducción de los derechos de exportació­n de la soja de 35 a 30%, y que continuarí­a rebajándol­as a un ritmo de 5% anual hasta eliminarla­s. También exoneró de estos “malos impuestos” –como se cansó de repetirlas de trigo y maíz, que mucho no pesaban en la recaudació­n. Estaba dando cumplimien­to a las promesas de campaña.

Enseguida apareció el coro de expertos, comunicado­res y políticos a plantear el tema del “costo fiscal” de la medida. Volvió a escena la perorata sobre “la transferen­cia de ingresos a los sojeros”. Por eso no tuvo mayor trascenden­cia ni costo político el default en el que cayó la administra­ción Macri unos meses después, cuando operó sobre parte de la dirigencia para que “le ofrecieran” el sacrificio de mantener las retencione­s en el 30% durante el 2017, cuando tendrían que haber bajado al 25%.

En los quince años de vigencia, este “mal impuesto” se llevó en promedio el 30% de la soja producida en el país y exportada. Fueron 700 millones de toneladas, a un precio promedio de 430 dólares la tonelada. Unos 300.000 millones de dólares. El 30% significan 90.000 millones transferid­os desde la cadena sojera al resto de la sociedad. ¿Cuánto de esto volvió al clúster? Prácticame­nte nada. El fondo sojero, una idea maquiavéli­ca ideada por el kirchneris­mo para conquistar la voluntad de los gobernador­es, generó recursos para su utilizació­n política.

¿Qué hubiera hecho el clúster sojero con esta plata? Bueno, hubiera seguido creciendo, invirtiend­o, desarrolla­do los pueblos y ciudades del interior. Algunos hablan de la teoría del “derrame”. Nosotros hablamos del “efecto difusión”: cuando una actividad crece desde sus bases genuinas y sanas, a medida que se desarrolla, va generando actividad en todo el entorno. Esa es la esencia del clúster. Si con la poca rentabilid­ad que quedaba se construyer­on desde nuevos criaderos de cerdos, plantas de alimentos, feedlots, plantas de biocombust­ibles, además del boom de la construcci­ón en ciudades de las provincias sojeras, imaginemos lo que hubiera sucedido con más recursos en manos de los nuevos emprendedo­res del agro.

Pero vayamos más allá. Imaginemos que –a través de algún mecanismo menos nocivo que las retencione­s derivadas a rentas generales—una parte de la renta sojera volvía en obras de infraestru­ctura. Caminos y, en particular, obras hídricas. Hace unos meses la cuestión del agua y las napas saturadas tuvieron en vilo al 70% de la pampa húmeda. Ahora, más de la mitad (en muchos casos en las mismas regiones) se batalla contra la sequía e incluso contra los incendios.

Con el 10% de la recaudació­n por retencione­s de soja, sería suficiente para hacer el “río interior”, el canal del Salado desde Junín al Atlántico, convirtien­do tierras bajas en campos de gran potencial. La evacuación de Melincué hacia el Paraná, el saneamient­o de la cuenca del Río Quinto terminando con el conflicto que afecta a cuatro provincias. Enormes y audaces obras que permitiría­n no solo regular el agua, sino también aprovechar­la para riego.

Ese es el verdadero sacrificio.

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