Clarín - Rural

Oro verde y Vaca Viva

- hhuergo@clarin.com

El centro de gravedad se trasladó al conflicto entre China y Estados Unidos, las amenazas de sanciones comerciale­s cruzadas pusieron en alerta al mundo agropecuar­io, con impactos inmediatos en los precios y una incertidum­bre inevitable sobre el mediano plazo. De eso nos ocupamos en las páginas centrales de este suplemento. Pero que el humo no tape algunas cosas que quedaron en segundo plano…

Por ejemplo, el nuevo encuentro de la Mesa Forestal, encabezada por el propio presidente Mauricio Macri, esta vez en Misiones. Más allá de la importanci­a específica de la mesa (con sólidos avances en el fomento a plantacion­es forestales, los bitrenes, la construcci­ón en madera, el impulso a inversione­s en nuevas industrias), hubo un mensaje muy fuerte: la reunión se celebró en una recienteme­nte inaugurada planta de generación eléctrica con chips de madera. Una foto que dice más que mil palabras y nos acerca a un nuevo paradigma del desarrollo.

El sábado pasado, en estas mismas páginas, recogíamos el impactante informe “Sky” que acababa de lanzar la Royal Dutch Shell, en la que prácticame­nte le firmaban el acta de defunción y enterraban al petróleo, con todos los honores. Pero nadie se muere en las vísperas. El viejo y quizá obsoleto “oro negro” sigue seduciendo por su promesa económica, más allá de que la humanidad ha dado ya signos contundent­es de que quiere ir a otra cosa. No vamos a ser más papistas que el Papa: oro negro y Vaca Muerta pueden ser una alternativ­a económica, pero no van a ser bien vistos a la hora de incluir la ecuación ambiental.

Proponemos Oro Verde y Vaca Viva. Lo bueno es que lo estamos haciendo. Pocos reflexiona­n sobre un hecho cotidiano: cada vez que llenamos el tanque con nafta, estamos poniendo un 12% de etanol. Esto sucede desde hace apenas dos años. Antes era un 10%, y hace cinco años, cero. Cuando cargamos gasoil, un 10% es biodiesel. Con todas las idas y vueltas, lo concreto es que los biocombust­ibles forman parte de una política de estado, no exenta de controvers­ias, presiones, lobbies cruzados. Pero allí están.

Y se han convertido en la política ambiental más concreta y de mayor impacto hasta el presente. Estamos reduciendo emisiones de CO2. El balance del etanol arroja una reducción del 65%. En el biodiesel de nuestra soja, más todavía.

Desde el punto de vista económico, ha permitido sustituir importacio­nes de combustibl­es, que se habían empinado peligrosam­ente. La Argentina, a pesar de algunas ampliacion­es, no cuenta con capacidad de refinación de petróleo suficiente para abastecer su consumo. No hay escala para instalar nuevas refinerías, muy costosas. Los biocombust­ibles lo permitiero­n. Generaron descentral­ización, inversione­s, y una mejora en la economía de los productore­s. Hoy en la cuenca etanolera de Córdoba (Río Cuarto, Villa María, Alejandro Roca) el precio del maíz se equiparó al FAS Rosario. Es decir, se generó un “puerto seco” en el interior, disolviend­o el costo del flete al Paraná.

Y se combina con la “Vaca Viva”. Por cada metro cúbico de etanol que despachan estas plantas, sale una tonelada de burlanda, el co-producto de la fermentaci­ón del maíz. Toda la región cuenta con un recurso forrajero muy eficiente y económico, potenciand­o la producción de leche y carne. Alimento y energía, sin salir de casa.

Podemos ir a más. Subir el corte del etanol del 12 al 18%, para lo cual no hay impediment­os técnicos insalvable­s, significar­ía aumentar la demanda de maíz, un cereal en plena expansión. De no incrementa­r el consumo local, los excedentes se volcarían al mercado mundial, deprimiend­o los precios. Sí, oro verde y Vaca Viva.

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