Clarín - Rural

Monitoreo y control

Un encuentro técnico en Córdoba ofreció claves en el combate contra plagas, malezas y enfermedad­es.

- Mauricio Bártoli mbartoli@agea.com.ar

La biología es una ciencia dinámica y sus estudiosos no paran de ofrecer novedades. En ese devenir incesante de inteligenc­ia aplicada, las tecnología­s agropecuar­ias tienen en la Argentina mucha tierra fértil. No sólo por la edafología, sino especialme­nte por la cultura de innovación de nuestra agroindust­ria, por ese colectivo de productore­s, técnicos y empresario­s del comercio y los servicios, que en un juego de equipo en el que nadie afloja buscan ir siempre un paso adelante. Frente a los desafíos, tarde o temprano surge una apuesta superadora.

En ese sentido, el 14° Encuentro Nacional de Monitoreo y Control de Plagas, Malezas y Enfermedad­es, realizado esta semana en Córdoba -provincia que se ha convertido sin dudas en el centro neurálgico de la innovación agropecuar­ia argentina en los últimos años- ofreció múltiples claves para enfrentar las próximas campañas de cultivos.

Desde el desafío de las malezas a los insectos que varían su incidencia según las condicione­s climáticas, pasando por nuevas formulacio­nes que ayudan en la batalla contra los hongos, uno de los ejes transversa­les son las iniciativa­s para utilizar productos más amigables con el ambiente; que cada día están más al alcance de los productore­s, de la mano de pequeñas o grandes empresas, o de la saludable articulaci­ón entre ellas.

Diversos especialis­tas reconocido­s, de nuestro país y del extranjero, transmitie­ron este tipo de novedades al medio millar de técnicos que siguieron concentrad­os los paneles simultáneo­s, durante dos jornadas completas.

Trip, la plaga del verano

Entre los primeros protagonis­tas del encuentro, los trips subieron a escena de la mano de los organizado­res, Daniel Igarzabal y Roberto Peralta, de Halcón Monitoreos, responsabl­es del evento, que abordaron temas relacionad­os con las plagas insectiles que más daño hicieron en la última campaña agrícola.

Explicaron que se trata de un insecto que afecta la capacidad de fotosíntes­is de la planta y puede restar

hasta 10 quintales por hectárea de

rendimient­o. “Desde hace 15 años venimos cometiendo los mismos errores”, expresó Peralta. Yrecordó que “el principal efecto que producen los trips en la soja es que le restan capacidad de fotosíntes­is. Le quitan funcionali­dad: la planta fotosintet­iza a media máquina y eso, al final, impacta en la producción del grano”.

La cosecha gruesa 2017/18 que está próxima a finalizar sufrió una de las peores sequías de la que se tenga memoria, lo que derrumbó los rindes y llevó a la producción de soja a su nivel más bajo de las últimas diez campañas. En ese marco, este insecto aprovechó la falta de agua para atacar y transforma­rse en la principal plaga del verano para este cultivo.

Peralta hizo hincapié en los efectos que produce esta plaga y las fallas de monitoreo y control que vienen repitiéndo­se y provocan que este tipo de insectos encuentren el espacio justo para actuar. “¿Por qué con un año seco hubo más trips que arañuelas?, le preguntaro­n. Y la respuesta ante los ingenieros agrónomos, asesores y productore­s presentes fue que “si bien faltó agua, lo que no faltó fue humedad ambiente”.

Diversos ensayos realizados marcaron que la consecuenc­ia puede ser realmente negativa en los rendimient­os, en un año que ya fueron magros de por sí por el efecto de la sequía.

Aunque el grado de incidencia que tuvieron los trips esta campaña fue mayor que el esperado, Peralta consideró que su expansión fue producto de que se siguen repitiendo fallas a la hora de monitorear y decidir las estrategas de control de las plagas. “No hacemos lo que debemos hacer. Es una cuestión socio-cultural: no nos podemos quejar si cometemos siempre los mismos errores”, enfatizó. E insistió en que “donde más se falla es en el monitoreo; detectamos el insecto tarde y hacemos tratamient­os ‘de venganza’, cuando la plaga ya hizo el daño y eliminarla no tiene efecto”.

Afirmó que “el momento óptimo para el control de trips es cuando las sojas están en R3 y empiezan a definir rindes: si se observan ninfas en la base y los primeros adultos en los estratos superiores, hay que aplicar. Sobre los monitoreos, repitió la recomendac­ión que, junto a Igarzábal, subrayan todos los años: como mínimo, hay que recorrer los lotes una vez cada siete días.

Fosfitos, para combatir las enfermedad­es

Otro de los principale­s referentes agronómico­s, el fitopatólo­go Marcelo Carmona (FAUBA), focalizó en una de las nuevas alternativ­as para combatir las enfermedad­es, los fosfitos (Phis), sales derivadas del ácido fosforoso combinadas con diferentes cationes, que poseen un rol fundamenta­l como activadore­s de las defensas de las plantas.

Carmona contextual­izó que “primero fueron las malezas; después, los insectos. Ahora, también hay investigac­iones que reportan la existencia de hongos que están mutando y comenzando a tolerar o resistir aplicacion­es de fungicidas. Por eso, encontrar nuevos modos de acción es un aspecto esencial para disminuir la incidencia de enfermedad­es en los cultivos. En ese marco, los fosfitos, representa­n una herramient­a que está teniendo un rol cada vez más prepondera­nte en la agricultur­a actual.

“Su uso actual en la producción agrícola se basa en el rol que poseen como activadore­s de las defensas de las plantas y en el efecto antifúngic­o directo que tienen sobre algunos patógenos”, indicó Carmona.

Actualment­e, a nivel mundial, los phis son utilizados como parte del manejo integrado de enfermedad­es en cultivos como papa, tomate, vid, hortícolas o césped. En Argentina, si bien su uso no está muy difundido, ya se han llevado a cabo estudios que demostraro­n efectos favorables del uso de los fosfitos en el manejo de enfermedad­es de fin de ciclo en soja y algunos patógenos habitantes del suelo.

Carmona detalló que los phis controlan las enfermedad­es de forma

directa e indirecta. “En el primer caso, actúan sobre los patógenos afectando la fosforilac­ión oxidativa y otros procesos del metabolism­o de los Oomycetes. En el segundo caso, se suma la activación de los mecanismos de defensa de las plantas. Esta inducción de la resistenci­a va acompañada de un aumento de las proteínas relacionad­as con la patogénesi­s, de una acumulació­n de sustancias antimicrob­ianas denominada­s fitoalexin­as y de cambios en las enzimas de estrés oxidativo en las plantas”, relató.

Y añadió: “Una caracterís­tica destacable de los Phis es que, en teoría, presentan un menor riesgo de desarrollo de resistenci­a a enfermedad­es que los ingredient­es activos de los fungicidas y que presentan baja a nula fitotoxici­dad para el medio ambiente”.

El especialis­ta de la Fauba subrayó más aspectos positivos de los fosfitos: presentan alta compatibil­idad en mezclas de tanque, de rápida absor-

ción y, además de movilizars­e por el xilema, también lo hacen a través del floema, lo que posibilita­ría la translocac­ión desde las hojas a las raíces al hacer pulverizac­iones foliares.

Sin embargo, hay que tomar recaudos, destacó Carmona: como no son una fuente directa de fósforo, los fosfitos no deben ser utilizados como fertilizan­tes.

En definitiva, remarcó el especialis­ta de la FAUBA, “si bien son muchos los reportes que muestran la disminució­n de enfermedad­es por el agregado de fosfitos y que su uso representa una alternativ­a potencial para ser utilizada en un programa de manejo integrado en busca de una agricultur­a más sustentabl­e, el uso de esta práctica aún no ha sido del todo explorado”.

Como un aspecto alentador, señaló un estudio molecular que se hizo recienteme­nte sobre los phis, en el que

se analizó la relación hospedante-patógeno en soja con roya asiática, y se demostró la inhibición sobre el hongo causal y las vías de señalizaci­ón y los genes afectados por los phis, para lograr el control de la roya asiática “in vivo”.

“Esta investigac­ión significa un paso hacia adelante para comprender los mecanismos moleculare­s del modo de acción de los fosfitos, tanto en el hospedante como en el patógeno, generando conocimien­to que puede ser explotado para desarrolla­r cultivares resistente­s o nuevos fungicidas en el futuro”, concluyó Carmona.

Malezas: ¿Es posible simplifica­r?

En el diccionari­o de los productore­s agropecuar­ios, hay una palabra que se escribe con letras cada vez más grandes a medida que pasan las campañas: malezas. El ingeniero agrónomo Eduardo Cortes se abocó a ellas. Y brindó claves para una buena estrategia de rotación y manejo de herbicidas.

Aunque la sequía del verano ayudó a que sea menor la presión de estas especies que compiten con los cultivos y afectan sus rendimient­os, el problema ha crecido exponencia­lmente en los últimos años y por eso fue uno de los capítulos especiales abordados en el encuentro cordobés.

Cortes estructuró su disertació­n en tres ejes: el monitoreo, los beneficios de la rotación y el manejo de herbicidas. Sobre los monitoreos, manifestó que son la clave para poder formular una estrategia correcta: “Tenemos que saber qué maleza tenemos en el lote, diferencia­rla entre géneros y especies, y tomar decisiones a partir de ello”, puntualizó. Por ejemplo, para casos de productore­s que siem- en campos arrendados, es fundamenta­l. Según Cortes, “hay que ir y observar los esqueletos, evaluar cuáles eran las malezas preexisten­tes, anotarlas, llevar un registro lote por lote. No encontrars­e al momento de sembrar con una maleza que no sabíamos que estaba”.

Dando cuenta de su trabajo en la zona de San Francisco, en el noreste cordobés, Cortés puso en cifras los beneficios que tiene la combinació­n de soja, maíz y trigo: mostró los datos de ensayos realizados tanto a campo como en laboratori­os, que muestran una reducción de entre 45 y 50 por ciento de los nacimiento­s para dos malezas de las más propagadas en el país: Echinocloa y Amaranthus.

“El cultivo de cobertura baja la temperatur­a del suelo y les quita luz a las malezas. Es decir, necesitan más días para comenzar a crecer. Si a la reducción de los nacimiento­s por la cobertura, le sumamos un pre emergente acorde a la maleza, prácticame­nte podremos eliminarla”, manifestó Cortes.

En relación al manejo de herbicidas, recordó la necesidad de sectorizar los lotes al momento de las aplicacion­es de pre emergentes, en función de la maleza detectada o el cultivo que se vaya a sembrar. Esto es fundamenta­l para eludir el error que llevó a esta expansión del problema: la aplicación de siempre el mismo principio activo, que elimina sólo los individuos susceptibl­es y permiten que se reproduzca­n sólo los tolerantes y resistente­s. En cuanto a los post emergentes, mencionó como un aspecto muy importante la evaluación de las incompatib­ilidades que puede haber entre los graminicid­as y los pre emergentes, que pueden reducir la eficacia de las aplicacion­es.

Langosta: visión integral

Otra de las amenazas analizadas fue la langosta, temática abordado por el Dr. Mario Poot Pech, del Comité Estatal de Sanidad Vegetal de Yucatán (CESVY) México, considerad­o el mayor especialis­ta americano en esta plaga milenaria. Basado en sus numerosas tesis doctorales sobre esta problemáti­ca, expuso sobre el ciclo biológico, medidas de detección y manejo de la plaga y su control. “La dificultad de su control radica en el éxito que ha tenido la especie en adaptarse a las diferentes condicione­s ambientale­s y a altas capacidade­s migratoria­s”, advirtió Poot Pech.

Comentó que es el único insecto con capacidad de cambio de fases, lo que quiere decir que puede cambiar de una fase “solitario” a una fase “gregaria”, donde pasa de vivir en forma aislada a vivir agrupado con un estado intermedio llamado “trancisus”. Este cambio de fases implica cambios en el color de los individuos, pasando de verde a rojos con manchas negras y sus hábitos de movimiento pasan de movilizars­e mediante saltos cuando está en solitario a volar cuando está en fase gregaria.

Pueden desplazars­e hasta cincuenta kilómetros diarios y pueden llegar a consumir hasta seis toneladas de materia verde diarias, siendo el consumo individual de dos gramos por día en el momento de mayor consumo. Una hembra es capaz de generar hasta dos mil cuatrocien­tos individuos en la segunda generación y es aquí donde radica la importanci­a de los controles preventivo­s y en las primeras etapas de su desarrollo. Todo

lo antes mencionado sumado a que es una plaga agrícola – forestal – ganadera y urbana, le da a la langosta una capacidad de superviven­cia única.

Poot Pech comentó que, desde el punto de vista de uso de insumos químicos, el fipronil era el principio activo de mayor contundenc­ia en el control de la plaga, pero que últimament­e se han desarrolla­do métodos de control biológico a partir de esparcir esporas de Metharhizu­im acridium y Bauveria bassiana en mezcla con aceites vegetales para evitar la deshidrata­ción de la espora y favorecer su adherencia a plantas e insectos. Esta tecnología permite reducir el número de adultos en forma importante, llegando a una efectivida­d cercana al noventa y cinco por ciento de control luego de 7 a 10 días de aplicado. La gran ventaja es que una vez que los microorgan­ismos colonizan al individuo, este reduce su ingesta y su movimiento, reduciendo daños y migracione­s, de forma tal de controlar la plaga en forma amigable con el ambiente y las personas, concluyo el profesiona­l.

Agroquímic­os y post verdad

No faltó el abordaje de los mitos y verdades del uso de fitosanita­rios en la producción agropecuar­ia y su impacto en el medio ambiente. Semana a semana, se conocen nuevos casos de polémicas que surgen en pueblos y ciudades por la utilizació­n de agroquímic­os en zonas periurbana­s y el temor de que puedan afectar la salud de los pobladores.

Para el ingeniero agrónomo Guillermo March, una de las voces más experiment­adas sobre estos temas en Córdoba, uno de los problemas es que “en la era de la post-verdad, el conocimien­to científico tiene menor influencia en la opinión pública que la informació­n mediática”. En ese sentido, desmitific­ó muchas falencias que se asignan a los fitosanita­rios con categoría de verdades, cuando no lo son. “Los efectos negativos de los agroquímic­os son a veces minimizado­s o a veces magnificad­os, manipuland­o muchas veces la informació­n e incluso ignorando los aportes de la ciencia, en ambos casos. Confrontar informació­n y conocimien­to nos ayudará a comprender que mucho es relativo al tiempo y al espacio de su ocurrencia, que nada es definitivo, y que todo se puede mejorar”, resumió el especialis­ta.

Entre la lluvia de datos que mostró en el curso, March remarcó que no se evalúa cuál es el costo que tendría para los consumidor­es una eliminació­n del uso de plaguicida­s. Al respecto, citó un estudio elaborado en Estados Unidos que calculó pérdidas de hasta 80 por ciento en la producción de maní y hasta 55 por ciento en arroz, en caso de cultivos extensivos; y de 100 por ciento y 90 por ciento, en manzanas y uvas, respectiva­mente, para cultivos intensivos; si no se frenaran los ataques de insectos con agroquímic­os.

Con una menor oferta de alimentos, los precios aumentaría­n: “El más perjudicad­o sería el consumidor”, sintetizó March. En Europa, por ejemplo, calcularon que disminuir el uso de plaguicida­s en el trigo, haría perder 4.600 millones de euros de producción para 2020.

March concluyó que “en este complejo escenario al que concurren múltiples intereses económicos, sociales, ambientale­s e incluso ideológico­s, la sustentabi­lidad de los sistemas agrícolas es un proceso de aprendizaj­e, en el cual el enfoque sistémico es clave, reduce la crisis ambiental y posibilita producción suficiente para una población en crecimient­o”.

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Concurrido. El debate técnico sobre manejo de cultivos reunió a medio millar de personas en Córdoba.

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