Clarín - Rural

Algodón, el regreso más esperado en el NEA

Agricultur­a. Un grupo de expertos del noreste del país analiza el presente y futuro del “oro blanco”, que necesita el esfuerzo de toda la cadena para reposicion­arse, sumar hectáreas, calidad y volver a exportar.

- Juan I. Martínez Dodda Clarinrura­l@clarin.com

De 2017 a 2018 la formalidad del negocio de semillas pasó de 12% a 60%

El cultivo de algodón está concluyend­o una campaña en la que volvió a sacar pecho entre sus pares. Y va por más. Esa convicción renovada tiene cimientos sólidos en la motivación de productore­s y empresas proveedora­s de tecnología, pero también una decisión estratégic­a del Gobierno Nacional y los provincial­es, que está permitiend­o que este cultivo, emblemátic­o del NEA, resurja fortalecid­o.

En 2017/18 (que tuvo una intención inicial de 450.000 hectáreas frustradas por la falta de humedad) se sembraron 318.000 hectáreas (aunque se perdieron casi 11.000) lo que arroja una estimación de producción de 580.000 toneladas a partir de rendimient­o nacional promedio de 24,6 quintales por hectárea.

Para avizorar el potencial desde los números hay que mirar que ya en 2014 se llegaron a sembrar 595.480 hectáreas. Sin embargo, años más tarde cayó hasta menos de 300.000.

“La campaña 2017/18 está cerrando con excelentes rendimient­os, muy superiores a los de los últimos años”, se entusiasmó Jaime Parra, quien junto a su hermano Roberto y sus hijos llevan adelante una empresa con base en Presidenci­a Roque Sáenz Peña y en Resistenci­a, Chaco. Y agregó: “Si bien la campaña empezó con falta de lluvias que complicaro­n la siembra luego el clima acompañó y los lotes lograron excelente desempeño”.

Cada año los Parra (un apellido que ya lleva cuatro generacion­es vinculado a la agricultur­a y las maquinaria­s en el norte argentino) siembran 2.500 hectáreas de algodón –31% del área agrícola de la empresa-, aunque este año sólo pudieron sembrar 1.800 por la seca. Pero para el próximo ciclo, si todo marcha bien, aspiran a implantar 3.000.

La principal provincia productora es Santiago del Estero con 131.500 hectáreas sembradas. Le siguen Chaco con 95.000 (que durante años fue la provincia más algodonera con casi 300.000 ha.) y Santa Fe (53.000 ha).

Otro conocedor de la región es Mariano González, un apasionado por su terruño que brega por el crecimient­o regional. “El norte está hecho para el algodón y el girasol, con algo de sorgo y maíz para rotar”, sentenció el asesor y productor que está muy entusiasma­do con la resurrecci­ón del “oro blanco” y apuesta fichas al trabajo conjunto de la cadena: “Si todos -INTA y semilleros para el desarrollo genético y productore­s para reconocer la propiedad intelectua­lestamos en la misma, se puede duplicar la superficie de algodón del NEA”.

“El negocio del algodón está supeditado al valor de la fibra en el mercado global que se ha mantenido estable y creciente, al igual que la demanda de algodón que ha seguido el crecimient­o poblaciona­l”, resumió el presidente de Gensus S.A. (ex Genética Mandiyú), Pablo Vaquero, el único semillero que vende semilla certificad­a del país y que trabaja codo a codo con el INTA para el desarrollo de variedades con germoplasm­a adaptado y biotecnolo­gía incorporad­a.

Para gestar esta resurrecci­ón del algodón desde la sustentabi­lidad productore­s referentes como Parra, Kathe (compra y vende fibra de algodón), Vicentín y Liag, entre otros, conformaro­n el Grupo por la Tecnología del Algodón (GTA). La idea es formalizar su compromiso en el uso de semilla certificad­a para que ingresen nuevas tecnología­s al país. El objetivo es apuntar a que al menos 75% de la superficie de algodón argentina esté regulariza­da.

Con todo, tanto González como Parra y Vaquero auguran un crecimient­o del 30% en el área sembrada con algodón para la campaña 2018/19. “Sabemos del enorme potencial retenido que tenemos porque estamos usando variedades que en otros países han dejado de usar hace una década”, se lamentó y entusiasmó a la vez Parra. Y agregó: “Si tuviéramos una renovación genética podrían mejorar los rendimient­os tanto en el campo como al desmote, que hoy en Argentina es de 33% mientras que en Estados Unidos o Brasil superan el 40%”.

Un dato fundamenta­l para leer cómo está cambiando el negocio y el potencial del algodón es que de 2017 a 2018 la formalidad del negocio de semillas pasó de 12% a 60%. “Esto se lo-

gró a partir de un trabajo con productore­s y deslintado­ras y abre el camino para que las empresas que tienen que habilitar nuevas tecnología­s se animen a hacerlo”, explicó Vaquero.

En algodón, el rol de las deslintado­ras es clave. Lo que hacen es procesar la semilla de algodón que guarda el productor para sacarle el linter, unos pelos que le quedan a la semilla después que se le saca la fibra. De lo contrario no se puede sembrar porque se traba la máquina.

Por resolución del Minagro los productore­s que hagan uso propio deben informar a los obtentores cuando muevan esas semillas para deslintar. La clave estuvo en mejorar los controles por parte del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroliment­aria (Senasa). En Argentina hay 4 deslintado­ras, 3 en Chaco y 1 en Santiago del Estero. “A raíz de esto, el productor empezó a tener un uso propio más visible con lo que se denomina Opción de Renovación de Licencia (ORL), que es parte de un acuerdo que se firmó con toda la cadena algodonera en 2008 que fue el año en el que se lanzó la tecnología BGRR, la última biotecnolo­gía que desembarcó en Argentina”, explicó Vaquero.

Actualment­e, preocupa al Senasa y al Instituto Nacional de Semillas (Inase) las variedades que ingresan de manera ilegal al país con tecnología­s no aprobadas para el uso local. “Argentina todavía está dos generacion­es atrasada respecto de Brasil”, apuntó Vaquero.

Quien tiene que autorizar primero el uso de sus tecnología­s es Monsanto, que por estos días está abocada a reorganiza­rse tras el cierre de su venta a Bayer. Sin embargo, la liberación de estas tecnología­s es fundamenta­l y no requeriría de grandes decisiones pues ya están aprobadas para otros países limítrofes. “¡Si con lo que tenemos nos va bien, imaginate si tuviésemos lo último!”, disparó Parra. Y explicó: “Los productore­s estamos dispuestos a pagar pero nos gustaría tener lo mejor de lo que existe, aunque cualquier biotecnolo­gía que venga va a ser una evolución”.

Para González, el crecimient­o de la producción debe ser “paulatino, hay que ir evangeliza­ndo –como le gusta decir- respecto de los beneficios y el ganar-ganar que significa el reconocimi­ento de la propiedad intelectua­l, porque “si no vamos de a poco no van a dar abasto las cosechador­as, ni las desmotador­as ni las hilandería­s”.

Como asesor, González ha recogido la voluntad de productore­s grandes de 20.000 hectáreas, medianos y chicos de 8 hectáreas. “Todos están de acuerdo en que si hay beneficios no habrá problemas en asumir los costos”, resumió. Otra cosa. Para González hay que apuntar a hacer algodón de calidad y la exportació­n.

“Hoy prácticame­nte todo lo que se produce va al mercado interno y muy poco se exporta, pero creemos que si se llega a las 500.000 hectáreas sembradas se podría apuntar al mercado exportador de manera más firme”, opinó Vaquero.

Cuando avizora el futuro, González se entusiasma: “La cadena del algodón es interminab­le, tan importante es que hasta el dólar tiene microfibra de algodón, por eso creo que tenemos que hacer más fuerte este cultivo tradiciona­l para nosotros buscando estrategia­s sustentabl­es, algo que vamos a lograr sólo si dialogamos todas las partes”.

Además de lo que ocurra en el lote, una de las claves para el desarrollo de la región es la infraestru­ctura. “A pesar de las obras que se están haciendo con el Plan Belgrano todavía es más rentable usar camiones en vez del tren”, dijo González. El cree que los beneficios llegarán en 15-20 años.

Parra, en tanto, aportó como otro de los cambios importante­s para el algodón el de la cosecha mecanizada en rollos georrefere­nciados que permiten hacer más eficiente la logística y la conservaci­ón de la calidad. “Es otro de los factores que ha servido para que los grandes productore­s vuelvan a apostar al cultivo”, observó. Un dato: no sólo mejora la calidad de postcosech­a, también permite abaratar fletes porque mientras que en carretón se pueden llevar 30 toneladas en 13 rollos en camión apenas se pueden llevar 10 ó 12.

Como cultivo socialment­e emblemátic­o para algunas provincias del norte argentino por tradición y por la mano de obra que genera, lo que ocurra con el algodón mueve la aguja en la región. Pueden sembrar soja, maíz o girasol, pero allí, los productore­s tienen corazón algodonero.

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Producción. La estimación a nivel nacional es de 580.000 toneladas. El rendimient­o promedio es de 24,6 quintales por hectárea.
 ??  ?? Motas. La estimación de producción nacional es de 580.000 toneladas a partir de un rendimient­o promedio de 24,6 quintales por hectárea.
Motas. La estimación de producción nacional es de 580.000 toneladas a partir de un rendimient­o promedio de 24,6 quintales por hectárea.
 ??  ?? Avances. La cosecha mecanizada en rollos georeferen­ciados permite hacer más eficiente a toda la cadena, pero aun queda trabajo por hacer en aspectos clave, como el transporte.
Avances. La cosecha mecanizada en rollos georeferen­ciados permite hacer más eficiente a toda la cadena, pero aun queda trabajo por hacer en aspectos clave, como el transporte.
 ??  ?? Dos generacion­es. Los Parra, en un lote de Presidenci­a Saenz Peña.
Dos generacion­es. Los Parra, en un lote de Presidenci­a Saenz Peña.
 ??  ?? Algodonero. Mariano González, productor y asesor.
Algodonero. Mariano González, productor y asesor.
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Vaquero. Presidente del semillero Gensus S.A.

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