Clarín - Rural

De nuevo, la tentación del bien

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Escribo estas líneas desde Des Moines, Iowa, donde asistí al mítico Farm Progress Show, la mayor manifestac­ión de los avances tecnológic­os de la agricultur­a a nivel mundial.

Allí se hablaba en dos idiomas: el inglés de los farmers y los expositore­s de maquinaria agrícola, semillas, agroquímic­os y toda la parafernal­ia de insumos y servicios; y el español.

Sí, el español. Y con una sonoridad muy definida. En castellano pampeano. Al Farm viene gente de todo el mundo. Pero este año claramente se destacaron los grupos de argentinos.

El contingent­e más fuerte, como siempre, fue el de Coovaeco, la agencia de viajes de ACA, que de la mano del infaltable Mario Bragacchin­i ya lleva 28 viajes al show. Mario es el experto más destacado del INTA en maquinaria agrícola y nuevas tecnología­s, y viene a abrevar todos los años en la meca de la agricultur­a mundial, peloteando las novedades en sus tertulias con el centenar de entusiasta­s integrante­s del grupo.

Sería extraordin­ario enganchars­e con estas novedades y desgranarl­as en esta y mil notas. Sin embargo, las noticias que llegan de la Argentina nos obligan a cambiar el foco.

Queríamos hablar de tecnología, la que hay, la que viene, la que mamaron los que vinieron al Farm. Pero vamos a tener que hablar de lo contrario. De la anti tecnología.

Porque los vientos que soplan del sur indican que, una vez más, el coro de la inteligenc­ia económica clama por volver a las retencione­s.

Quizá cuando el lector tenga esta nota en sus manos, la conducción oficial haya finalmente claudicado ante la “tentación del bien” de los derechos de exportació­n.

El argumento será segurament­e el “overshooti­ng”, la disparada incontrola­ble del dólar que hizo tambalear el jueves toda la estantería de la administra­ción de Mauricio Macri.

Es muy difícil salirle al cruce al argumento. Los precios de los productos transables están dolarizado­s. Y en la Argentina los productos transables son los del agro. Que no solo generan divisas, sino que también constituye­n la base de la alimentaci­ón doméstica. La disparada del dólar impacta decisivame­nte en el costo de la alimentaci­ón.

Es obvio que los productore­s se benefician con un tipo de cambio más alto. Pero cuidado. Hoy la producción no es tirar semilla y esperar la cosecha.

En las últimas tres décadas, cuando los chacareros empezaron a ir al Farm y a la versión local de las expodinámi­cas, más toda la presión de las compañías de insumos y equipos, aquí se desencaden­ó una fenomenal revolución tecnológic­a.

Aquí es donde está el problema. Los insumos tecnológic­os y los bienes de capital también tienen precios dolarizado­s. Si se aplican retencione­s, se modifica la ecuación insumo/producto.

En consecuenc­ia, la cuenta es simple: se requieren más unidades de producto para pagar una unidad del elemento necesario para producirlo.

El único factor que no se modifica en el corto plazo es el precio de la tierra. Consecuenc­ia: tendemos a producir más sobre la base de tierra que sobre la base de tecnología. Esto significa que en lugar de ir a una producción más intensiva, vamos a una más extensiva.

Ese es el peor efecto de las retencione­s. El overshooti­ng pasa en pocos meses. Y las retencione­s quedan.

El problema se hace más patente cuando, casualment­e, venimos cargados de informació­n sobre cómo será la agricultur­a que viene.

El miércoles, el secretario de Agricultur­a de los Estados Unidos vino al Farm Progress Show para explicarle a los productore­s cómo se distribuir­á el paquete de ayuda por 12 mil millones de dólares que acaba de decidir, para compensar la caída de los precios.

En la Argentina, tenemos la misma referencia de precios. Estamos por sembrar la mayor campaña de la historia. La necesitamo­s. Y necesitamo­s un flujo continuo. Con retencione­s eso se malogra.

En la Argentina, el coro de la inteligenc­ia económica, una vez más, clama por volver a las retencione­s

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