Clarín - Rural

Wageningen, la “ganadería circular”

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

El Diálogo sobre el Futuro de la Agricultur­a, que se realizó esta semana en la sede central de Bayer en Monheim (República Federal Alemana), no solo permitió conocer la visión de la compañía, apenas tres semanas después de haber finalizado la compleja operación de compra de Monsanto.

Los directivos de Bayer abrieron el juego, incluyendo una visita a la señera Universida­d de Wageningen (en Países Bajos), un verdadero think tank en materia agrícola, que estaba celebrando sus primeros cien años de vida. Allí recibimos un baño de informació­n sobre las tecnología­s que vienen, desde la robotizaci­ón de invernácul­os hasta el fascinante mundo de los biomateria­les.

Pero quizá el punto de mayor interés haya sido la presentaci­ón y posterior debate sobre la “ganadería circular”, un paradigma que se interpone entre dos relatos (“narrativas” fue el excelente y más sugerente término utilizado por la investigad­ora Hannah Van Jasken). Uno es el del productivi­smo, más próximo a nuestra visión. El otro, el de los consumidor­es que cuestionan la alimentaci­ón con proteínas animales, con argumentos ambientale­s y emocionale­s.

Los productivi­stas sostienen que el costo ambiental de la ganadería se reduce con un incremento de la eficiencia. Hannah le dio la razón. Pero remarcó que una ganadería de mayor productivi­dad sigue consumiend­o una gran cantidad de recursos (fundamenta­lmente hectáreas de tierra). Ha tomado fuerza el antagonism­o “food vs. feed” (comida para los humanos vs comida para los animales), que no se resuelve con el hecho de que los avances de la ciencia hayan permitido mejorar la eficiencia de conversión.

Por el lado de los consumidor­es anti proteínas animales, la experta señaló que la humanidad se desarrolló sobre la base de su consumo, y que las dietas vegetarian­as tienen limitantes nutriciona­les. Y observa que al mismo tiempo que crece la población vegana, también aumenta el consumo de carnes de todo tipo, lo que genera presión sobre los recursos.

Entre ambos paradigmas, la investigad­ora instala el de la “ganadería circular” e incorpora la idea de la eficiencia en todo el proceso, desde la cría hasta el engorde. Pero también la alimentaci­ón con otros recursos, en particular los co-productos de la industria de fermentaci­ón. Mostró que la poderosa industria cervecera de Países Bajos ha contribuid­o con la provisión de las heces de malta en la emblemátic­a industria lechera holandesa. Lo mismo con el afrechillo de la molienda de trigo, y los deshechos de la remolacha y productos hortícolas. Esto implica la solución de un problema de efluentes, valorizánd­olos a través de la cadena de proteínas animales. Incluyó en esta ganadería circular la captura de los efluentes, tanto para reducir la contaminac­ión por nitratos y fósforo. La producción de bioenergía y el riego con el sustrato rico en minerales que queda luego de la fermentaci­ón de la bosta han tomado un enorme protagonis­mo. El círculo se cierra con la utilizació­n de subproduct­os de la industria ganadera en otras actividade­s.

La buena noticia es que en la Argentina ingresamos en la era de la ganadería circular. Ya lo hemos remarcado en estas páginas: el cluster etanolero de Córdoba no solo significó una mejora para el precio del maíz en la región, absorbiend­o el flete a puerto. También está dando lugar a un encadenami­ento productivo que reúne todos los atributos de la eficiencia tecnológic­a y ambiental. Quizá sea el momento de pensar en ponerle un sello distintivo a todo este desarrollo virtuoso, agregándol­e a la tradiciona­l calidad de nuestra carne el certificad­o de calidad ambiental. ■

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