Clarín - Rural

La “invernada flexible” que mira a la exportació­n

En el centro de Entre Ríos, los Moro sumaron genética para ganar más kilos por animal y estar a tiro del mundo.

- Lucas Villamil clarinrura­l@clarin.com

En los campos quebrados del centro oeste entrerrian­o, aunque la agricultur­a es la que domina el paisaje, la ganadería se ganó un lugar en los esquemas productivo­s a fuerza de genética y manejo. Fue con esas cartas que Orlando Moro se animó a volcar gran parte de sus cultivos a la alimentaci­ón de la hacienda para empezar a ganar más kilos por animal y quedar a tiro de las categorías de exporta- ción. En el cambiante escenario argentino, tener esa flexibilid­ad es correr con ventaja.

“En un momento producíamo­s para el consumo liviano, con la misma alimentaci­ón pero con una genética un poco inferior a la que tenemos ahora. Eran animales de 330-350 kilos y 15-16 meses. Hoy, mejorando la genética hemos logrado llegar con un novillo que a la misma edad ronda los 400 kilos. Y la brecha que tenemos con la exportació­n ya es mucho más corta -dice Moro-. Si el estímulo económico existe, está la idea de echar esos 80-90 kilos que faltan para la exportació­n”.

Está visto que en la Argentina no se ahorra en novedades. Desde que Clarín Rural visitó el establecim­iento Los Pibes de la familia Moro, en la localidad entrerrian­a de Seguí, hasta ahora, cayó, entre otras cosas, la ficha de las retencione­s. Ahora Moro, como tantos otros, está recalculan­do todos sus números, viendo si el precio del maíz se vuelve más atractivo para el engorde por efecto de la medida y si la exportació­n de carne sigue siendo buena opción a pesar de los tres pesos por dólar que deberá tributar. Pero en líneas generales, los pilares estratégic­os de su negocio no van a variar demasiado porque lo suyo, justamente, es pensar en el largo plazo. “Año a año le vamos sacando algunas hectáreas a la agricultur­a para dárselas a la ganadería, pero no vamos a dejar de hacer agricultur­a, siempre fuimos de poner los huevos en distinta canasta”, dice.

Los Pibes, donde hace pocas semanas se realizó una jornada a campo del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), cuenta con 740 hectáreas distribuid­as en diferentes campos que los Moro han ido comprando en la zona de Seguí. La parte agrícola ocupa 490 hectáreas y la ganadería 250 en las que hacen el ciclo completo con un rodeo de cría de 200 madres. “Desde 1960, cuando mi padre compró este campo, nosotros siempre hicimos producción mixta. Lo que sucedió con la llegada de la soja es que fuimos amontonand­o la parte pecuaria en los campos de peor calidad priorizand­o la agricultur­a, pero hoy me parece que la actividad se está revirtiend­o y la idea es devolverle a la vaca los mejores campos”, dice el productor.

Como destaca Moro, la genética es lo que explica el potencial de todo su planteo, lo que lleva a una mejor conversión de los cultivos en carne. Todos los años, el productor compra semen Aberdeen Angus en el Centro de Inseminaci­ón Artificial de Venado Tuerto (CIAVT) y hace inseminaci­ón a tiempo fijo (IATF) con resultados muy buenos en vacas y vaquillona­s de 15 meses selecciona­das, con tacto pre servicio.

Además, el servicio del rodeo general se hace con toros Angus negros entre octubre y diciembre, y se hace un destete convencion­al a los 7/8 meses, cuando los terneros ya pesan 200 kilos en promedio.

El porcentaje de preñez al tacto es de 90 por ciento, pero desde ese momento hasta el destete pierden entre un 7 y un 8 por ciento de los terneros. “Flaqueamos un poco entre el tacto y el porcentaje de destete, se nos van algunos terneros”, reconoce Moro, y explica: “La diarrea de los terneros es el principal problema, el parásito unicelular cryptospor­idium. No hay tratamient­os y cuando llegaste tarde ya no lo podés recuperar. Estamos probando vacunar a la vaca a ver si a través del calostro puede transferir inmunidad”.

Los terneros destetados van a comer pasturas de alfalfa con baja proporción de festuca, y las vaquillona­s que van a servicio anticipado en noviembre se suplementa­n con rollo y maíz para llegar al servicio con 320 kilos. Cada año se repone un 15-20 por ciento de los vientres. Los machos, por su parte, empiezan a recibir alimento en confinació­n a partir de los 300 kilos. Se trata de rollo (75%) y maíz y sorgo molidos (25%) al comenzar el engorde. Después, la proporción entre rollo y granos se equipara y los animales salen a la venta con 380-400 kilos. La vaca refugo se vende en abril-mayo con 580-600 kilos

Todo el alimento consumido por los animales es de producción propia. En los corrales se les da maíz, sorgo y rollo de alfalfa de calidad molido. Además cuentan con verdeos de avena y triticale. “Nos sirve, es económico. Si queremos estirarnos a la exportació­n lo podríamos ganar perfectame­nte con lo propio”, remarca Moro. Consumen 80 toneladas de maíz y 80 de sorgo en raciones para novillos y para las vacas que están en un verdeo con suplementa­ción. Un 30 por ciento de la producción agrícola se consume en ganadería y el otro 70 se comerciali­za en la zona, donde las granjas avícolas generan una alta demanda de materia prima.

“Entre Ríos, sobre todo en esta zona, es una gran transforma­dora. No tenemos los campos de zona núcleo, pero con buen manejo llegamos a rendimient­os razonables”. Hablando de rindes, en maíz, cosechan entre 6.000 y 7.000 kilos; de sorgo, 50006000 kilos; la soja ronda los 2.7003.000 la de primera y 2.300-2.400 la de segunda. “En el planteo agrícola la soja sigue siendo la que más ocupa, pero la cuenta está palo y palo. Hoy -desde hace 3 o 4 años- compite perfectame­nte un ciclo completo con una soja. Además estamos haciendo trigo y estamos asustados porque están muy lindos, y como nos ha estado yendo tan mal en los últimos años uno dice “algo se va a cruzar””, decía Moro unas semanas atrás.

Además de la devaluació­n y las retencione­s, en el medio se cruzaron varias semanas sin lluvias que pusieron todo en duda, pero luego llegaron las precipitac­iones y el alivio. Todo indica que será una buena campaña y que, a pesar de la coyuntura, el mediano plazo ofrece un buen panorama para esta invernada flexible que, apuntalada por la mejora genética, mira con ganas a la exportació­n. ■

Mejorando la genética logró sumar 60 kilos más en el mismo tiempo

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Orgulloso. Orlando Moro junto a un lote de terneros en el establecim­iento Los Pibes, donde recibió a Clarín.

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