Clarín - Rural

El avión del campo no para

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

En una semana jalonada por el paro salvaje de Aerolíneas, el absurdo de la escalada contra Uber y otras tribulacio­nes que siguen mellando el ánimo de los argentinos, el campo volvió a albergar unas cuantas buenas noticias. Repasemos.

La primera: el miércoles en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el sub secretario de Agricultur­a Luis Urriza dio a conocer la primera estimación de la cosecha 2018/19. Vaticinó que alcanzará las 140 millones de toneladas, un récord absoluto. Es cierto, falta mucho y el tiempo tiene que acompañar. El único dato cierto es la superficie sembrada de cada cultivo. Con que se den los rindes de tendencia, lo que es muy probable frente a la coincidenc­ia de todos los pronóstico­s climáticos (se va afirmando la tendencia a un año “Niño”), se alcanzaría fácilmente esa cifra.

A los productore­s no les gusta mucho ser buena noticia ni que se hable de cosecha récord. Agobiados por la presión impositiva, sobre todo después del regreso de las retencione­s, el aumento del inmobiliar­io (en particular en la provincia de Buenos Aires), o la alícuota de Ingresos Brutos, temen que la buena noticia se convierta en un nuevo bumerán. Pero debiera sacar pecho, mostrando que a pesar de los mordiscos es el único sector de la economía que puede seguir dando campanazos.

La sociedad urbana ya sabe –creo- que la zozobra económica que padece tiene estrecha relación con la pérdida de la cosecha anterior: 30 millones de toneladas menos, 8 mil millones de dólares que se escurriero­n sin remedio. No solo crujió la macro. El interior está sufriendo, con la caída de las ventas de maquinaria agrícola (un 50%), camionetas, construcci­ón, comercio. En pocos meses se verá una fuerte reactivaci­ón. Como en el otoño del 2002, cuando llegó la cosecha y arrancó de nuevo toda la economía, empezando por las 4x4.

Segunda noticia: el miércoles, en el salón de conferenci­as de la Unión Industrial Argentina, se celebró una jornada sobre biodiesel, “la etapa superior de la soja”. Allí la secretaria de Energía de Santa Fe, Verónica Geese, anunció que todo el transporte público de la provincia funcionará con biodiesel puro (B100). Más allá del significad­o concreto, la noticia tiene enormes implicanci­as, ya que se sustenta en un trabajo muy serio, conducido por el ingeniero Alberto Garibaldi, un experto reconocido en el mundo automotor. Entre otros oradores, el ingeniero Guillermo Hughes, responsabl­e comercial para América Latina de la empresa Scania, ratificó que todos los motores de la compañía están homologado­s para B100. Son hechos que van despejando dudas acerca de la viabilidad de sustituir gasoil por biodiesel.

El gobierno acaba de asestar un severo castigo a la industria de crushing, al eliminar el diferencia­l de 3% respecto a la exportació­n de poroto sin valor agregado. Más allá de cualquier disquisici­ón teórica acerca de la naturaleza de este diferencia­l, lo concreto es que la eliminació­n se hizo en el peor momento: cuando arrecia la guerra comercial entre China y Estados Unidos. El precio de la soja en el Midwest se hizo trizas, favorecien­do al crushing local. Están ocupando el lugar de Argentina en harina, aceite y biodiesel.

En Brasil, ya está rodando un pedido de aplicar derechos de exportació­n del 10% para el poroto “crudo”, frente a la flagrante distorsión del mercado. Todos quieren llevarse el trabajo a su casa, o mantenerlo. Los brasileños ya decidieron avanzar fuerte por el sendero del biodiesel, acompañand­o la exitosa saga del etanol. Ya es, proporcion­almente, el país más verde del mundo en energía para el transporte. En el camino, digiere una enorme cantidad de biomasa de caña de azúcar, maíz y soja, fortalecie­ndo los precios. Debiéramos agradecérs­elo, e imitarlos.

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