Clarín - Rural

Tecnología­s de avanzada en trigo

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Desde el evento HB4 hasta la ponderació­n australian­a sobre nuestra competitiv­idad.

Esta semana, el trigo siguió siendo portador de buenas noticias. Para los productore­s y para el país. Todo lo que es bueno para el agro, es mejor para la sociedad en su totalidad. Una buena cosecha tiene un enorme efecto de difusión, desde la periferia al centro. Mejora la salud macroeconó­mica por mayor ingreso de divisas, mejora la actividad en especial en el interior, y rápidament­e llega a las ciudades.

Bueno, ya están a pleno las cosechador­as. Levantaron el 30% del trigo y la semana próxima llegarán a la mitad de una campaña que arrojará casi 20 millones de toneladas. Viene con un pan abajo del brazo. Es la mirada del vaso medio lleno. Hablemos de la otra mitad, que es la que todavía no producimos.

Nuestros rindes están lejos, todavía, de los grandes especialis­tas en trigo. En particular, los países europeos, encabezado­s por Francia, donde el rinde nacional está en 74 quintales. En la Argentina recién estamos llegando a magros 30 quintales, aunque con una enorme dispersión: hay productore­s que ya se estabiliza­ron por encima de los 50 y varios que ingresaron al club de los 100 quintales en los fabulosos campos del sudeste, entre Chapadmala­l y Necochea.

Estos altísimos rendimient­os se lograron a partir de la incorporac­ión de genética francesa. Los Baguette, introducid­os a fines de los 90 por Nidera, de la mano de los inolvidabl­es Eduardo Leguizamón y Francisco Firpo, significar­on un salto paradigmát­ico. Necesitaba­n un paquete tecnológic­o más intensivo: fertilizan­tes y funguicida­s. Resistidos al principio, se abrieron paso y marcaron un cambio de época. Hoy todas las compañías de semillas abrevan de fuentes galas. La variedad líder, desarrolla­da comercialm­ente por Don Mario, es genética de Florimond Desprez, una empresa familiar del norte de Francia que tuvimos ocasión de visitar hace casi 20 años. Y otros cultivares, como Nogal, han estado en el podio los últimos años.

Florimond Desprez dio esta semana un paso decisivo en la Argentina. Inauguró una nueva estación de investigac­ión en Balcarce, reafirmand­o su visión de que la Argentina es la caja de resonancia del trigo en la región. Desde allí, quieren irradiar su germoplasm­a y su know how hacia Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia y Brasil.

Pero la apuesta es más amplia. Impedidos de avanzar por el camino de la biotecnolo­gía en su país de origen, donde la tecnofobia verde provocó un ostensible estancamie­nto, encontraro­n la oportunida­d en la Argentina. En un joint venture con Bioceres crearon Trigall, aportando recursos para el desarrollo del gen HB4 que la empresa rosarina exhibió la semana pasada enPergamin­o con gran repercusió­n.

La combinació­n de la mejor genética del mundo, con la enorme herramient­a que puede significar el paquete de genes de tolerancia a stress hídrico, apilado a la resistenci­a al herbicida glufosinat­o de amonio, es dinamita pura. Por algo se hizo presente en Balcarce el ministro de Agroindust­ria de la provincia de Buenos Aires, Leonardo Sarquis, acompañand­o la inauguraci­ón del centro de investigac­iones. No fue una presencia meramente protocolar.

Su provincia es triguera por excelencia, con el 40% de la producción nacional, que sale por Necochea y Bahía Blanca. Sabe que con las obras del Salado y la hidrovía mediterrán­ea se ganará una enorme superficie para la agricultur­a. Sabe que para el oeste semiárido la seguridad que da la tolerancia a la sequía permitiría incrementa­r el uso de tecnología y aumentar los rindes. Sabe, como los australian­os, donde el agua es crítica, que para que haya rinde no tiene que haber malezas. Sabe finalmente que el trigo es una poderosa máquina de crear empleo justamente donde más falta hace.

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