Clarín - Rural

En familia, al servicio de la productivi­dad

Eficiencia. Juan José Ventura y sus hijos manejan un abanico de cultivos en el Norte. Logran gestionar el agua, mejorar el suelo y controlar las malezas. También apuestan a la ganadería de ciclo completo con Braford.

- Juan I. Martínez Dodda clarinrura­l@clarin.com

En los agronegoci­os de hoy, los productore­s cada vez son más consciente­s que impera buscar la eficiencia en toda la cadena porque la rentabilid­ad se puede “fugar” por cualquier eslabón “mal atendido”. Esto corre para la agricultur­a (hay herramient­as de sobra) pero también para la ganadería (que está evoluciona­ndo mucho). Hacer las cosas a medias, tiene sus consecuenc­ias.

Con esta receta, desde hace tres generacion­es, los Ventura, Juan José (el padre), Leandro y Javier (los hijos), apuestan a la producción de granos y carne.

En total producen y gerencian (vinculados al emblemátic­o apellido Romagnoli) cerca de 15.000 hectáreas en Córdoba (sur y norte) y Santiago del Estero.

“Apostamos a la profesiona­lidad de la actividad, tanto en lo productivo como en lo comercial, porque entendemos que es un negocio muy fino y hay que estar atentos a todo”, esgrimió Leandro Ventura, que se encar- ga de la parte comercial en Don Pío. Su hermano Javier, ingeniero agrónomo, está en agricultur­a, y su padre, médico veterinari­o, en la ganadería. Los tres le dan una mirada interdisci­plinaria a la búsqueda de soluciones que permite “atacar” el negocio desde diferentes aspectos.

Se trata de tecnología de insumos, pero también de procesos, de manejos bien “aceitados”. La intensific­ación inteligent­e es el camino. Desafiando el ambiente y el sistema lo más posible hasta que la curva de ganancia productiva empieza a bajar la cuesta.

Para Javier, ya no se puede hacer una agricultur­a como la de hace unos años. “Hoy pasa por la intensific­ación de las rotaciones y la complejiza­ción a partir de una visión sistémica del negocio”, planteó.

La apuesta es sencilla: un mejor uso y aprovecham­iento de los recursos (ambiente y suelo) permiten mejorar los beneficios económicos.

En Quimilí, en el noreste santiagueñ­o, trabajan una superficie total de 10.000 hectáreas, de las cuales 4.000 están dedicadas a la ganadería (en un esquema de ciclo completo) y 2.000 a la agricultur­a, principalm­ente soja y maíz que en parte –no mucho porque la base de la alimentaci­ón es extensiva- se usa para suplementa­r el ganado (otras 4.000 se mantienen como monte nativo).

El 80% de los 700 milímetros anuales que promedia la zona ocurren en- tre noviembre y abril. Por eso, hay que tratar de cuidar y administra­r el agua de la mejor manera.

Una de las estrategia­s que han incorporad­o (cada vez con más fuerza) es la de los cultivos de cobertura (también llamados cultivos de servicio o, antiguamen­te, puentes verdes). Hace cinco años están haciendo trabajos junto a los técnicos del INTA Santiago del Estero con distintos cultivos de servicio.

“Estamos teniendo resultados positivos y aprendizaj­es que son muy alentadore­s porque vemos que podemos mejorar el ambiente”, se entusiasmó Leandro.

“El principal objetivo que nos trazamos cuando empezamos a hacer cultivos de servicio fue no retacearle rendimient­o a los cultivos de facturació­n principale­s,que son la soja y el maíz. Logramos eso y ya tenemos parte de la batalla ganada porque estos puentes verdes nos ayudan a combatir malezas, mejorar la dinámica del agua, la infiltraci­ón y la estructura del suelo, entre otras ventajas”, apuntó Javier.

El primer año hicieron ensayos con muchas variedades de gramíneas como cebada, centeno, triticale, trigos cortos y largos, avenas, etc. Además de leguminosa­s: vicia y melilotus.

Hoy, apuntan a tres estrategia­s. Una más austera, cuando hay menos agua, en la que se siembra un trigo corto apenas cosechada la soja que toma el primer metro de perfil y se seca a fines de agosto.

En el otro extremo, la estrategia más arriesgada, es sembrar vicia, que es necesario tenerla mucho más en el lote y consume el primer y segundo metro de agua (tienen chequeado hasta 2,40 metros).

“Esta estrategia nos entrega un volumen de cobertura mucho mayor y un aporte importante como es el nitrógeno a partir de la fijación biológica”, indicó Javier.

Finalmente, una estrategia intermedia que es una mezcla triticale y vicia que genera alto consumo de agua a cambio de rastrojos con mayor relación carbono-nitrógeno que perduran más en el tiempo y generan mejor estructura de suelo.

Los últimos cinco años están logrando rendimient­os por sobre los 30 quintales en soja y 70 en maíz. En Santiago del Estero, en los campos propios, apuntan a dejar sólo un 25% de la superficie sin cobertura (un barbecho abierto que les da “cintura” para tomar decisiones).

“Acá es fundamenta­l no perder capacidad productiva porque lo vemos en muchos campos de la zona que después de los 15 años de producción empiezan con una curva descendent­e a producir cada vez menos o necesitan mucha más inversión para mantenerse a flote”, advirtió Javier. En este desafío van a ayudar mucho los cultivos de servicio, ya que es una forma de producir más enfocados en el ambiente, que permite reducir la insumo-dependenci­a.

La ganadería también se maneja a partir de una visión sistémica, con pastoreos rotativos controlado­s para que se puedan recuperar los cuadros.

“Mi padre –contó Javier- propone una mirada distinta al ganadero tradiciona­l que hace foco en la hacienda, el estado de la vaca primero, después la pastura y se olvidan del suelo; nosotros vamos a la inversa: empezamos cuidando el suelo para que de una buena pastura y así podremos producir más kilos de carne por hectárea”.

Plantean un ciclo completo con Braford, desde la cría hasta que venden un novillo pesado de exportació­n (algunos para Cuota Hilton). La cría se hace en pasturas subtropica­les.

El destete se hace cuando los terneros tienen 170 kilos. Durante el invierno, se recría buscando que lleguen a 270 kilos con una ganancia de 600 gramos por día.

La nutrición es en base forrajera, apalancada en el gatton panic, una megatérmic­a que se complement­a con suplementa­ción en invierno.

Durante primavera-verano, a los novillos se los lleva a los 370 kilos. Así llegan al corral donde se los engorda hasta los 480-520 kilos (buscando una ganancia de 1,1 kilo/día).

A lo largo del ciclo (que dura dos años), la media es una producción de 190 kilos de carne por hectárea (el promedio zonal es de 90). Tienen 2.500 madres en servicio que destetan 1.000 terneros.

En la actualidad, hay 1.200 animales en recría que serán futuras madres y novillos, y tienen 1.000 novi-

llos en el feedlot.

La profesiona­lización de la gestión es otra de las cosas que han favorecido el ordenamien­to de la informació­n dentro de la empresa.

La tecnología es importante para el manejo. Usan dos sistemas informátic­os, que les permiten registrar malezas, plagas y enfermedad­es con fotos, notas de voz y textos geoposicio­nados.

Dentro de la mejora en la gestión, los Ventura también están en el proceso de lograr el sello de Agricultur­a Sustentabl­e Certificad­a (ASC) de Aapresid.

“No lo pensamos para ganar con un sobrepreci­o en la venta de granos certificad­os, sino que es una herramient­a más para asegurarno­s nosotros y ante la sociedad que estamos haciendo bien las cosas”, indicó Javier.

“Te imaginás que con el apellido Romagnoli ligado a nuestro ADN somos muy productivi­stas, pero el negocio hoy no pasa sólo por obtener más kilos, que es la base, hay que ser eficientes en todo, porque las ventas te pueden dejar sobre o debajo de la línea de flotación”, argumentó Leandro.

Y agregó: “Hemos ido definiendo tiempos y políticas de venta para ir cubriéndon­os de acuerdo a cómo va cerrando el negocio, tratamos de llegar a la siembra con el 30% del maíz y la soja calzados y a cosecha con el 60% vendido”.

“Hoy nos enfocamos más en cómo darle a ese suelo mejores condicione­s, aumentando el carbono y mejorando la biología para ofrecer ambientes más productivo­s y aprovechan­do la radiación solar para generar raíces, biomasa, materia orgánica y biodiversi­dad”, apuntó Leandro.

“La agricultur­a y la ganadería tendieron a simplifica­rse bastante en los últimos años y los tres creemos que se deben complejiza­r con una integració­n no sólo vertical de convertir granos y pasturas en carne, sino a nivel de suelo, pensando en pastorear cultivos de servicio rotando agricultur­a con ganadería, ese es el desafío“, cerró Javier.

 ??  ?? Con el suelo todo, sín él nada. En Quimili, noreste santiagueñ­o. Leandro, Juan José y Javier Ventura le ganan batallas a las malezas con distintas variantes de cultivos de cobertura.
Con el suelo todo, sín él nada. En Quimili, noreste santiagueñ­o. Leandro, Juan José y Javier Ventura le ganan batallas a las malezas con distintas variantes de cultivos de cobertura.
 ??  ?? En equipo. Juan José (izq.) y Javier Ventura monitorean el trigo. Suelen elegir variedades cortas, que exploran el primer metro del perfil del suelo.
En equipo. Juan José (izq.) y Javier Ventura monitorean el trigo. Suelen elegir variedades cortas, que exploran el primer metro del perfil del suelo.
 ??  ?? Cobertura. Leandro Ventura recorre un lote de vicia (izq.), clave para la estructura del suelo, y triticale (der.).
Cobertura. Leandro Ventura recorre un lote de vicia (izq.), clave para la estructura del suelo, y triticale (der.).

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