Clarín - Rural

Tipificaci­ón, aprender de los que saben

En un seminario del Ipcva, se analizaron los sistemas que utilizan EE.UU. y Australia para clasifiar los cortes.

- Andrés Lobato Especial para Clarín Rural

Para conocer a fondo como se aplica el sistema de clasificac­ión en los principale­s países productore­s de carne bovina, el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) organizó el Seminario Internacio­nal “Tipificaci­ón y competitiv­idad”, en el cual referentes de norteaméri­ca y Australia detallaron su historia y funcionami­ento.

Estados Unidos es pionero en la clasificac­ión bovina y desde 1917 tipifica a su rodeo bovino. Según explicó el mexicano Nelson Huerta, de la Texas Tech University, su primer objetivo fue informar al mercado de la carne sobre los distintos tipos de bovinos. Pero el sistema excedió ese ámbito y se diseminó hacia otros eslabones del negocio. La agencia encargada de la tipificaci­ón es el Agricultur­al Marketing Service, dependient­e del Departamen­to de Agricultur­a de Estados Unidos (USDA).

Este proceso se divide en dos fases. En una primera etapa, se clasifica a la media res al gancho y se miden variables como espesor de grasa dorsal y área de ojo de bife, entre otras. Con esta informació­n, se elabora una escala del 1 (mejor) al 5 (peor). En promedio, un 5,7% de las calificaci­ones correspond­e al grado 1, 34% al 2 y 47% al 3.

La segunda etapa es la tipificaci­ón por rendimient­o, que se hace en cortes deshuesado­s y limpios de grasa. En esta medición de calidad, los dos factores excluyente­s son la terneza y el sabor. En este apartado se toman dos ejes. Por un lado la madurez, que se califica de A (más joven) a E (más grandes) y el nivel de marmoleado (grasa intramuscu­lar) en carne, que se califican en una escala que empieza en abundante y finaliza en desprovist­o.

Con esta informació­n, los cortes que salen del frigorífic­o se etiquetan en un rango de ocho categorías. En orden de jerarquía, esta escala empieza en prime, y continua con choice, select, standard y commercial. En este caso, un 7% de las tipificaci­ones correspond­en a prime, un 71% a choice y un 17% a select.

En el evento también participar­on Roel Andriessen, un ejecutivo de la compañía Tyson Foods, que compartió su dilatada trayectori­a en el mundo del negocio de la carne, y Sarah Strachan, del programa Meat Standars Australia (MSA).

Con mucha historia en la industria frigorífic­a, Andriessen ponderó la enorme oportunida­d que significa el mercado asiático para la exportació­n de carne bovina. “Tuvimos una mayor demanda de distintos países y ajustamos nuestra producción y fabricació­n”, sostuvo, al recordar como la compañía debió adaptarse a los requerimie­ntos de esos destinos.

Para el ejecutivo, hay que aprovechar la enorme oportunida­d que implican los mercados asiáticos, que en el caso de Argentina implicaría una fuerte revisión de las estrategia­s productiva­s y comerciale­s, con el largo plazo como meta excluyente. “Si quieren aprovechar estos mercados, hay que tomar decisiones. ¿Venderán asado tradiciona­l, o aprovechar­án a hacer otros asados?” remarcó.

En el caso del mercado asiático, Andriessen remarcó una y otra vez el mismo concepto: producir excelencia. “En Japón hay que ser perfecto, es un mercado que paga más y en este sentido la uniformida­d es la clave”. Con algo de ironía, dio un consejo a los exportador­es argentinos: “Pueden ir a China, en donde son más… amables”, sentenció.

Nuestro país está jugando sus primeras fichas en el mercado japonés. El pasado mes de agosto, el frigorífic­o rionegrino Fridevi realizó su segunda venta a ese destino, por un total de 10.000 toneladas y apuntan a seguir esta senda.

Más allá de las exigencias japonesas, el especialis­ta norteameri­cano estimó que Argentina cuenta con ventajas de peso para generar buenos negocios. “Tienen los mejores rodeos, con alto porcentaje de Angus y Hereford, y calidad de pasturas. A diferencia de Europa, Asia quiere grasa y marmoleado, y paga por eso”, sostuvo.

Al ser consultado por el nuevo sistema de tipificaci­ón implementa­do en Argentina, destacó que “se debe desarrolla­r un sistema que permita cumplir con las expectativ­as de esos mercados”. Además, dijo que “no necesariam­ente tienen que hacer como Estados Unidos o Australia, pueden tener un abordaje único o específico”.

A diferencia del sistema de tipificaci­ón de bovinos norteameri­cano, que tiene un siglo de vida, en Australia el mecanismo se implementó en 1988. Hace 20 años, en ese país el Meat Livestock Australia (MSA) inició una serie de encuestas entre los consumidor­es para crear un sistema propio, que se adapte a las particular­idades productiva­s australian­as.

De este trabajo nació el Meat Standards Australia (MSA), un sistema de clasificac­ión que cambió para siempre la forma de producir y consumir carne en ese país. Sarah Strachan es la directora de ese programa y en diálogo con Clarín Rural reconoció que el sistema “cambió nuestra forma de producir y consumir carne”.

“Los consumidor­es están dispuestos a pagar más si les predicen la experienci­a que van a tener”, señaló Strachan. En este sentido, recordó que “decidimos crear nuestro propio sistema, tomando otros como aprendizaj­e”. La diversidad de razas bovinas en Australia no es un tema menor y el MSA es un clasificac­ión que permite predecir la calidad que se puede obtener en los diferentes ambientes productivo­s australian­os

En este sistema, la satisfacci­ón del consumidor es un pilar fundamenta­l y el etiquetado de la carne juega un papel central. En concreto, permite que los compradore­s cuenten con opciones de acuerdo a sus gustos.

El programa es de carácter voluntario, pero cuenta con un alto porcentaje de adhesión y un 43% de la faena total utiliza el MSA. Para su financiami­ento recibe cinco dólares por cada animal faenado y hasta el momento se invirtiero­n 54 millones de dólares en el programa.

El MSA aplica una tipificaci­ón en determinad­os lugares de la media res, y establece una escala de 0 a 100. En esta clasificac­ión, por debajo de 46 se considera como no satisfacto­rio. En esta progresión, entre 46 y 64 correspond­e a una categoría 3 estrellas, 64 a 77 cuatro estrellas y 77 a 100 correspond­e a 5 estrellas.

El sistema es exigente con los tipificado­res. Ellos son empleados de los frigorífic­os y una vez que ingresan, cada ocho semanas deben rendir un examen on line. A su vez, un total de 250 supervisor­es evalúa de manera constante su trabajo.

En el marco del seminario, el subsecreta­rio de Ganadería Rodrigo Troncoso explicó los cambios que representa­n para Argentina el flamante sistema de tipificaci­ón que comenzará a implementa­rse. Por su parte, el presidente del Ipcv Ulises Forte destacó que con los cambios que ha experiment­ado la producción ganadera “hay que hacer algo adecuado a los tiempos que corren, que permita apreciar los rasgos que busca el consumidor”.

Así, la industria frigorífic­a argentina conoció de primera mano las caracterís­ticas de la tipificaci­ón bovina en Estados Unidos y Australia, sistema que permite a esos países agregar valor a su producción bovina y consolidar sus exportacio­nes.

“En Japón hay que ser perfecto y es clave la uniformida­d”, dijo Roel Andriessen En Australia, la satisfacci­ón del consumidor es un pilar fundamenta­l

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Referentes. Convocados por el IPCVA, participar­on del encuentro productore­s e industrial­es de la carne.
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Nelson Huerta. Experto de la Texas Tech University.
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Sarha Strachan. Explicó los cambios en Australia.

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