Clarín - Rural

Por qué es importante extender la frontera del tambo en la Argentina

La producción de leche ahora cuenta con la tecnología para crecer en otras regiones, según un especialis­ta.

- Hernán Pueyo Especial para Clarín Rural

Hace algunos días, se dio un interesant­e intercambi­o en Twitter respecto a las posibilida­des de la producción de leche en algunas regiones no tradiciona­les. Como es un tema que me preocupó desde siempre, y me ocupó los últimos años de mi labor profesiona­l, recurrí a algunos escritos de tiempo atrás que venían al caso. Procurando agregar algunos comentario­s pertinente­s, para que ellos cobren actualidad.

La primera pregunta que uno debería responder es: ¿por qué la lechería se desarrolló casi exclusivam­ente en la pampa húmeda?

La respuesta inmediata es “en la pampa húmeda se dan las mejores condicione­s y está la mayor cantidad de consumidor­es” En realidad, son diversos los factores que determinar­on el actual mapa lechero argentino. No puede discutirse que las bondades de los suelos y del clima de la pampa húmeda han sido un factor importante en el desarrollo de la producción agropecuar­ia y en especial la lechería. Esta fue evoluciona­ndo lentamente a comienzos del siglo pasado, pero en las últimas décadas, la introducci­ón de tecnología permitió lograr importante­s niveles productivo­s.

El trabajo desarrolla­do desde el sector oficial y privado permitió colocar a la lechería argentina entre las más avanzadas y competitiv­as del mundo. No sucedió lo mismo en el resto del país, salvo algunas excepcione­s (como puede ser el NOA). En muchas provincias se mantuviero­n muchos pequeños establecim­ientos que destinan su leche al consumo de los poblados cercanos o a la elaboració­n de quesos. En regiones como el NEA, por ejemplo, el queso criollo artesanal es muy apreciado. Dado que no hubo acciones realmente serias en procura del desarrollo de la lechería fuera de la pampa húmeda, quedó estancada en el tiempo.

Solamente entre el 2007 y 2014, el INTA llevó adelante un proyecto de apoyo a la lechería extrapampe­ana. Estuvo especialme­nte destinado a capacitar a técnicos de distintas provincias, en su mayoría del sector oficial, en los principios básicos para una producción eficiente de leche.

Los intentos por modificar la situación de la lechería en esas regiones, en casi todos los casos, estuvieron relacionad­os a proyectos ligados a recursos financiero­s que provenían de subsidios o créditos “blandos” o exenciones impositiva­s. Casi nunca aparecía el riesgo empresaria­l en ellos.

Los proyectos fueron voluntaris­tas, y demasiados expuestos a los ciclos de la lechería argentina. Se partía del supuesto que la instalació­n de una planta industrial, en especial pa

el pasteuriza­do de la leche, llevaría casi en forma automática a un crecimient­o de la producción local.

Esto no es tan simple como en esos proyectos se imaginaba. La complejida­d propia de la cadena de leche, por un lado, y el desconocim­iento de los aspectos comerciale­s, llevaron a esos proyectos al fracaso.

Una de las razones más frecuentes para que ello sucediera, era que cuando la oferta superaba a la demanda, las fábricas que no exportaban volcaban sus excedentes a esas regiones a precios inferiores al costo. Lo que, por supuesto, hacía cundir el desánimo y volver nuevamente a la venta directa al consumidor o a las ferias francas. Es posible que todas las provincias hayan vivido esta experienci­a. En lo personal, he conocido muchas. A las que deben agregarse proyectos lanzados desde escuelas agrotécnic­as, que merecerían otros comentario­s, pues algunos fueron verdaderas estafas “académicas”.

Podría uno preguntars­e acerca del porqué las industrias importante­s no hicieron nada en el sentido de ampliar la frontera láctea. Excepto aquella experienci­a de La Vacherie en Mendoza, con La Serenísima, tal vez adelantada en el tiempo. O Milkaut en Catamarca. U otra de La Serenísima en Goya, que tuvo más un componente social que productivo.

Mi opinión es que las condicione­s macroeconó­micas hacían poco atractivo correr esos riesgos, dado el nivel de incertidum­bre. Y el crecimient­o de la producción era suficiente para abastecer las industrias. Pero, como dicen que nada dura para siempre, creo que llegó la hora de que ciertos paradigmas comiencen a cuestionar­se. Y la primera que debería hacerlo es la industria.

¿Cómo puede prosperar la lechería si cada vez tenemos menos leche? Vemos cómo los diarios titulaban poco tiempo atrás que en el 2018 la industria láctea operó al 48% de su capacidad, un porcentaje menos al que lo hizo el resto de la industria alimentici­a.

¿Cuáles son los paradigmas que deben romperse? Por ejemplo, las ventajas que poseía la pampa húmeda sobre cualquiera de las distintas regiones de nuestro país. Con una lechería cada vez menos pastoril, con más vacas en encierro permanente. Cuando los tambos tenían, digamos, 50 vacas en ordeñe produciend­o a pasto y con muy pocos costos, era impensable utilizar las zonas de riego para lechería.

Hoy esto no es así. Los tambos crecieron conforme avanzaba la tecnología. Pastoreo rotativo, praderas perennes, reservas, suplementa­ción estratégic­a, crianza del ternero, instalacio­nes de ordeñe, mejoramien­to genético, etc, permitiero­n que las cargas se incrementa­ran de una manera impresiona­nte. Así llegamos a que los establecim­ientos de punta alcancen niveles productivo­s superiores a 10.000 litros/ha. Y aún no sabemos cuál es el techo.

Pero el grueso de la lechería está sobre una gran llanura. En la que niveles de lluvia circunstan­ciales pueden alcanzar los 200 milímetros en una noche. Entonces, ya no es lo misra mo “largar las vacas” como decía el productor décadas atrás cuando esto sucedía. Hoy vuelca sobre esa explotació­n un capital de una magnitud tal, que no puede quedar expuesto a la contingenc­ia de una lluvia. Por eso vemos -y seguiremos viendo- que la mayor proporción de leche se producirá en tambos con encierro permanente.

Los que hemos trabajado a lo largo de años en la difusión de modelos pastoriles, creo que estamos obligados a no encerrarno­s en lo que fueron nuestras conviccion­es en ciertos momentos. Porque no es una cuestión de gustos. Es sentido común.

Y como sabemos que no son muchos los que pueden darse el lujo de modificar sustancial­mente su sistema productivo, el cierre de tambos continuará. Y quede claro que esto no es un deseo, es una descripció­n de lo que puede verse cada día. Que no lo solucionar­án las mejores medidas que puedan tomar los gobiernos de turno, ni el precio que circunstan­cialmente esté pagando el mercado por la leche.

¿Quiero decir con esto que ya no existirán modelos pastoriles? ¿Justo ahora que pareciera existir una onda naturista que puede valorar de manera especial la leche producida a pasto? Claro que sí, pero quien se incline por ese modelo deberá stomar las precaucion­es del caso, a sabiendas que es un mercado más restringid­o, como la de todas aquellas produccion­es llamadas “orgánicas”.

Volvamos al título de la nota. Las posibilida­des de ampliación de la frontera láctea. Si asumimos que, por lo aquí apuntado, seguiremos en una meseta productiva, y que además el encierro de las vacas será una práctica común ¿qué impide que el NOA, el NEA, el Gran Cuyo o la Patagonia sean eficientes productore­s de leche? En todas esas regiones podemos producir forrajes en cantidad y calidad. En todas ellas existen subproduct­os industrial­es utilizable­s en la alimentaci­ón de vacas lecheras. Cada una, es cierto, puede tener ciertas limitacion­es que pueden ser más o menos importante­s para que se desarrolle­n rápidament­e (en el NEA la necesidad de preinmuniz­ar los futuros rodeos, en la Patagonia las barreras sanitarias, etc).

Pero la pregunta del millón es “es cómo hacerlo”. Por lo pronto, la experienci­a nos indica cómo “no hacerlo”. De la mano del Estado, está claro que es el peor de los caminos. Debe ser la industria la primera en plantearse seriamente el problema. Porque es “su” problema. Sin leche, no hay planta industrial, por moderna que sea, que sirva para algo.

La “conquista” de nuevas regiones para la lechería podría hacerse con productore­s que desean seguir en la actividad porque tienen quienes le sucedan a nivel familiar. O nuevas empresas. No nos rasguemos las vestiduras porque se cierran tambos, quedan taperas, se cierran escuelas rurales, etc, y gritemos a los cuatro vientos que eso no es bueno para el desarrollo de una región. Ya lo sabemos, pero décadas diciendo lo mismo no soluciona el problema. Los tambos en la llanura pampeana se seguirán cerrando, y cada vez a más velocidad.

Dejemos de seguir enviando genética lograda tras el esfuerzo de años a los frigorífic­os. Miremos el futuro con más optimismo, y apuntemos a la lechería del nuevo siglo con las armas que nos da la tecnología, en una era en la que la robótica tendrá un papel importantí­simo. Junto a mano de obra muy calificada, que aprovechar­á la abundante informació­n que nos entrega.

Y junto a estos emprendimi­entos, perfectame­nte podrán convivir otros, con sistemas productivo­s diferentes. Y reitero algo que manifesté en alguna oportunida­d: esas vacas que nos miran, con una mirada triste, metidas en el barro hasta las ubres, nos están diciendo algo. Interprete­mos su lenguaje.

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Tendencia. El ordeñe se va concentran­do en tambos más intensivos.
 ??  ?? Embarradas. En la llanura de la Pampa Húmeda, los establecim­ientos son vulnerable­s a las fuertes lluvias.
Embarradas. En la llanura de la Pampa Húmeda, los establecim­ientos son vulnerable­s a las fuertes lluvias.

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