Clarín - Rural

China, el año del cerdo

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

En el corto plazo, las consecuenc­ias de la epidemia de Peste Porcina Africana en China son complicada­s para la Argentina. El primer efecto fue la caída de la demanda de soja, base de la componente proteica de la alimentaci­ón de los cerdos. Esto impacta al campo y puso en alerta a las cuentas macroeconó­micas, ya que el complejo soja explica un tercio de las divisas que ingresan por exportacio­nes.

Pero a largo plazo puede constituir una gran oportunida­d. Coincido en esto con Jorge Castro, quien le dio una vuelta de tuerca a un documento del USDA. El paper sostiene que la recuperaci­ón de las piaras chinas llevará no menos de diez años. Para Castro, esto configura una situación de enormes implicanci­as para la Argentina, y aconseja considerar­lo como un tema estratégic­o.

A veces, los planetas se alinean. China está en plena transición dietética, incrementa­ndo cada día más las proteínas animales en la alimentaci­ón de su población. Lejos quedaron las hambrunas de los años 60, que llevaron al control de la natalidad. Ya no crecen con ritmo malthusian­o. Pero su poder adquisitiv­o crece sin cesar y, ya se sabe, el consumo de carnes está vinculado al PBI per capita. De manual: hace 30 años consumían 10 millones de toneladas de carne porcina. Ahora llegaron a las 50.

También crecieron el consumo de lácteos, carne aviar y pescado, que ya no viene de la pesca en alta mar sino de la acuacultur­a. Y más recienteme­nte, le entraron a la carne vacuna, el eslabón más preciado de las proteínas animales. A la Argentina la agarró en un momento crucial. Después del desaguisad­o de la era K, cuando no se podía exportar y la ganadería vacuna

sufrió la pérdida de 10 millones de cabezas, las condicione­s cambiaron. Se liberó la exportació­n, mejoró el tipo de cambio, se recuperó la confianza de los ganaderos y (a pesar de los problemas de competitiv­idad) se inició una incipiente recuperaci­ón.

Y llegaron los chinos. En pocos meses, se convirtier­on en los principale­s compradore­s de carne vacuna. Incluso, llegaron a adquirir algunos frigorífic­os. Lo mismo sucedió en los países vecinos.

Y llegó la peste porcina. Escasea el cerdo y sus precios subieron más de un 50% en China y arrastraro­n al resto del mundo, porque todos saben que van a tener que importar lo que consigan. E importarán más carne vacuna y a mejores precios.

Pero la ganadería vacuna es de lento crecimient­o. Una vaca produce un ternero por año, y ese ternero llega al mercado un año después. En cambio, el cerdo permite

una rápida expansión. Una cerda de buena genética y manejada con criterio moderno, produce 25 capones por año.

Desde hace unos cuantos años, empresario­s de primera línea vienen apostando al cerdo, casi como esperando el momento que ahora parece haber llegado. Hay emprendimi­entos asociativo­s, desde cooperativ­as que integran a chacareros inquietos por agregar valor a sus granos, o corredores de cereales con el liderazgo suficiente como para convocar a sus clientes.

EEUU vendió esta semana otras 34.000 toneladas de carne porcina a China. Se suman a 54.000 de hace un mes. China ya abrió sus puertas a la carne de cerdo argentino. Esta semana ya estaban en China varios dirigentes de Argenpork, un consorcio de cooperació­n que nació hace menos de dos años, cuando la Argentina no había colocado un kilo de carne en mercado alguno. Lo integran Aceitera General Deheza, Bravestar, Cabaña Argentina, Jorge Buffa, El Hinojo, Ingacot, Isowean, Porcomagro, Santa Fe Agro, Saraelal, Vidra e Yvate. Y convocan a los que están por llegar.

Llueve sopa y los agarra con un cucharón en la mano. Un dato: 2019 es el Año del Cerdo en China.

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