Carbono va, carbono viene
Una iniciativa de las bolsas busca establecer métodos comunes para medir el impacto ambiental del agro.
Los tiempos globales se aceleraron y lo que hace unos años se perfilaba como un valor agregado, hoy es una exigencia básica para el ingreso a los mercados. Hablamos de la información sobre el impacto ambiental de la producción, en un contexto de crecimiento poblacional y calentamiento global en el que se necesita más y mejores alimentos, pero no a cualquier costo. Ante este panorama, desde las bolsas de cereales y de comercio locales surgió la iniciativa de trabajar en el establecimiento de cálculos propios sobre el impacto ambiental de los alimentos, bebidas y bioenergías. Se trata del Programa Nacional de Carbono Neutro.
“Es importante generar cálculos propios para posicionar los alimentos argentinos en el mundo, desde la adquisición de las materias primas hasta su comercialización como producto”, afirmó en el inicio el presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, José Martins, y aclaró que el Programa presentado por las bolsas es privado y de adhesión voluntaria.
En síntesis, lo que se buscará es establecer metodologías comunes para la medición del balance de carbono de cada producto. Cuánto carbono emite y cuánto carbono captura. Ese dato podría transformarse en un sello que valorice el producto.
Sabine Papendiek, consultora e investigadora especialista en temas de acceso a mercados de productos agroindustriales, fue la encargada de poner en contexto la iniciativa y brindó algunos detalles sobre su implementación. Según explicó, el carbono fue el primer indicador que se empezó a tomar en el mundo para medir el impacto ambiental, pero hoy ya hay 14 indicadores que son tomados como referencia por las certificadoras del mundo. Es decir que el programa de carbono neutro sería apenas un primer paso.
Luego remarcó que si bien la participación del programa otorgará sellos que se podrán imprimir en los envases de los productos, no implica de por sí una certificación. “El programa se armonizará con estándares de certificadoras que ya están vigentes en el mundo. El primer objetivo es el mapeo ambiental de alimentos, bebidas y bioenergía. Generar manuales sectoriales para el cálculo de balance de carbono”, dijo, y agregó: “No nos podemos quedar con nuestra apreciación tranqueras adentro, tenemos que empezar a certificar y demostrar datos objetivos”.
A su turno, el ingeniero agrónomo y representante de Argentina en el Comité de Grupo Países Productores del Sur (GPS) -un grupo de entidades privadas agroindustriales de Brasil, Argentina, Paraguay y UruguayEduardo Serantes contó que desde hace tiempo vienen trabajando en este sentido. “Tenemos que comenzar a recarbonizar nuestros suelos y reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Al terminar la campaña deberíamos preguntar, además de cuánto rindió, cómo fue el balance de carbono, si se pudo certificar el proceso productivo, si se emitió un bono de carbono... Nuestro trabajo es medir y certificar”, dijo.
Una vez que las mediciones estén aceitadas y que los mecanismos sean aceptados por el mundo, según Martins “será necesario avanzar un paso hacia adelante con la generación de opciones de financiamiento verde”, algo que hoy no se está aprovechando en la Argentina.
A la agroindustria local le llegó la hora de conocer su impacto real, aumentar la autoexigencia y mostrar los resultados.