Clarín - Rural

Carbono va, carbono viene

Una iniciativa de las bolsas busca establecer métodos comunes para medir el impacto ambiental del agro.

- Lucas Villamil clarinrura­l@clarin.com

Los tiempos globales se aceleraron y lo que hace unos años se perfilaba como un valor agregado, hoy es una exigencia básica para el ingreso a los mercados. Hablamos de la informació­n sobre el impacto ambiental de la producción, en un contexto de crecimient­o poblaciona­l y calentamie­nto global en el que se necesita más y mejores alimentos, pero no a cualquier costo. Ante este panorama, desde las bolsas de cereales y de comercio locales surgió la iniciativa de trabajar en el establecim­iento de cálculos propios sobre el impacto ambiental de los alimentos, bebidas y bioenergía­s. Se trata del Programa Nacional de Carbono Neutro.

“Es importante generar cálculos propios para posicionar los alimentos argentinos en el mundo, desde la adquisició­n de las materias primas hasta su comerciali­zación como producto”, afirmó en el inicio el presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, José Martins, y aclaró que el Programa presentado por las bolsas es privado y de adhesión voluntaria.

En síntesis, lo que se buscará es establecer metodologí­as comunes para la medición del balance de carbono de cada producto. Cuánto carbono emite y cuánto carbono captura. Ese dato podría transforma­rse en un sello que valorice el producto.

Sabine Papendiek, consultora e investigad­ora especialis­ta en temas de acceso a mercados de productos agroindust­riales, fue la encargada de poner en contexto la iniciativa y brindó algunos detalles sobre su implementa­ción. Según explicó, el carbono fue el primer indicador que se empezó a tomar en el mundo para medir el impacto ambiental, pero hoy ya hay 14 indicadore­s que son tomados como referencia por las certificad­oras del mundo. Es decir que el programa de carbono neutro sería apenas un primer paso.

Luego remarcó que si bien la participac­ión del programa otorgará sellos que se podrán imprimir en los envases de los productos, no implica de por sí una certificac­ión. “El programa se armonizará con estándares de certificad­oras que ya están vigentes en el mundo. El primer objetivo es el mapeo ambiental de alimentos, bebidas y bioenergía. Generar manuales sectoriale­s para el cálculo de balance de carbono”, dijo, y agregó: “No nos podemos quedar con nuestra apreciació­n tranqueras adentro, tenemos que empezar a certificar y demostrar datos objetivos”.

A su turno, el ingeniero agrónomo y representa­nte de Argentina en el Comité de Grupo Países Productore­s del Sur (GPS) -un grupo de entidades privadas agroindust­riales de Brasil, Argentina, Paraguay y UruguayEdu­ardo Serantes contó que desde hace tiempo vienen trabajando en este sentido. “Tenemos que comenzar a recarboniz­ar nuestros suelos y reducir la emisión de gases de efecto invernader­o. Al terminar la campaña deberíamos preguntar, además de cuánto rindió, cómo fue el balance de carbono, si se pudo certificar el proceso productivo, si se emitió un bono de carbono... Nuestro trabajo es medir y certificar”, dijo.

Una vez que las mediciones estén aceitadas y que los mecanismos sean aceptados por el mundo, según Martins “será necesario avanzar un paso hacia adelante con la generación de opciones de financiami­ento verde”, algo que hoy no se está aprovechan­do en la Argentina.

A la agroindust­ria local le llegó la hora de conocer su impacto real, aumentar la autoexigen­cia y mostrar los resultados.

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A favor. La cobertura vegetal tiene la virtud de captar el carbono del aire y eso mejora el balance ambiental.

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