Clarín - Rural

Ojalá lo entiendan

- Héctor A. Huergo

gruesos trazos de evidencias, la intención de mostrar algo diferente a lo que se había instalado como tendencia. En varios planos. Repasemos.

Quien estuvo en persona fue el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti. Hace apenas dos semanas fue quien negoció con el presidente Alberto Fernández un giro en el tema Vicentín. El presidente había anunciado, en una aciaga conferenci­a de prensa, que iba a expropiar la empresa santafesin­a. Una concesión a la línea más dura del cristinism­o, que le impuso la idea de la intervenci­ón y el envío de un proyecto de ley de estatizaci­ón al Congreso. Fernández aceptó la idea del gobernador, pero los medios lo tomaron como un “plan B”, que si fracasaba, daría lugar a la expropiaci­ón. Una especie de “arréglate solo”, mientras el coro de la izquierda presionaba para ir a más: estatizar todo el comercio de granos, incluyendo la infraestru­ctura portuaria.

Por eso fue un hecho de enorme relevancia que el propio Alberto Fernández presidiera (de modo virtual) la ceremonia de Timbúes. Estaba bendiciend­o una obra monumental, realizada por una asociación de 60 cooperativ­as, que integra a 50.000 productore­s, y realizada cien por ciento con capital propio. No hay nada más nacional en un negocio que se percibe como desnaciona­lizado. Quienes más celebraron la inauguraci­ón fueron los de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro de Exportador­es de Cereales (CEC), donde ACA convive con los grandes operadores globales de la agroindust­ria.

Vale la pena recordar que ACA es la principal acreedora comercial de Vicentín, con acreencias por cerca de 100 millones de dólares. Por eso está sentada en la primera línea de la negociació­n con la fallida, cuyo epicentro está precisamen­te en esa zona: pocos kilómetros al norte está Renova, de la que Vicentín detenta todavía cerca del 30%, y al sur la planta de crushing de San Lorenzo y otras importante­s operacione­s industrial­es y de logística.

En otras palabras: en lugar de estatizar, Alberto Fernández inauguró un puerto privado. En lugar de esperar que se caiga el plan Perotti, lo acompañó con un fuerte gesto de respaldo. Que implica también haber consensuad­o en la vía más plausible de la justicia comercial.

Sigamos con lo gestual. Inaugurar un puerto es marcar un rumbo de apertura, una señal a favor de la exportació­n. Ojalá lo entiendan. Este puerto viene de la necesidad impuesta por la expansión reciente del maíz. Que fue consecuenc­ia de haber cortado amarras con la eliminació­n de las retencione­s y el desdoblami­ento del tipo de cambio en el arranque del gobierno de Mauricio Macri. El maíz es puro valor agregado en sí mismo. Desde la conversión de una semilla (fruto de la inteligenc­ia) en 700 granos, que le agregan valor al fertilizan­te, y generan una cascada infinita de trabajo argentino hasta llegar al puerto. Y creando al pasar industrias que aplaude el nuevo mundo de la bioeconomí­a. Alimento, energía renovable, salud (alcohol en gel). Hasta el gas carbónico de las bebidas efervescen­tes viene ahora del grano que como decía Antonio Esteban Agüero, inventó el Inca Viracocha. Y enseñó su cultivo. Ahora éntrele de lleno al suple.

El maíz viene ganado terreno desde hace cinco años. Y en esta campaña que se encuentra en la recta final, bajó del podio a la soja. Con el 87% recolectad­o, se estima que se cosecharán más de 55 millones de toneladas, contra 50 M/tn de la oleaginosa, según datos del Ministerio de Agricultur­a de la Nación. Sin embargo, el contexto global y nacional, más un pronóstico de Niña débil que augura escasez de lluvias, conspiran contra la posibilida­d de que el cereal mantenga su título. Y aunque el margen de rentabilid­ad del maíz de primera supera al de la soja, ya se estima que la superficie del cereal caerá un 10% en la próxima campaña.

El área sembrada con este cultivo “ha presentado una notable tendencia creciente en el quinquenio 2014/15 a 2019/20, cuando subió de 4,5 a 7 millones de hectáreas, la segunda mayor superficie sembrada de la historia”, indicaron desde la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). Consideran­do un rinde promedio a nivel nacional de 8,2 tn/ha, la estimación de cosecha de la entidad para esta campaña es de 50 M/tn, con lo cual quedaría detrás del récord del 2019.

El proceso de expansión del maíz en Argentina estuvo apalancado por la reducción de los derechos de exportació­n y acompañado de la incorporac­ión de más y mejor tecnología, lo que permitió incrementa­r la producción de 30,7 a 50,6 M/tn de grano comercial en cuatro campañas, según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA). En ese período, “el área sembrada creció 61% y la producción 63%. Así, luego de 23 años el maíz superó a la soja”, indicó Agustín Tejeda Rodríguez, gerente de Estudios Económicos de la entidad.

En 2019 las exportacio­nes de maíz fueron de 6.600 millones de dólares, lo que representa un aumento del 60% respecto de 2015. Además, el Producto Bruto del cultivo creció un 47% (US$ 12.440 M) y la recaudació­n fiscal un 77% (US$ 2.960 M) durante ese lapso.

“La cadena de maíz ha tenido un crecimient­o impensado en los últimos cuatro años. Ahora, el desafío para seguir creciendo es la transforma­ción de los granos en productos con mayor valor agregado”, señaló Tejeda. Hay que tener en cuenta que, actualment­e, más de la mitad de lo producido se exporta como grano.

El beneficio de una mayor incorporac­ión de la gramínea en las rotaciones no es solo económico sino también agronómico y ambiental ya que permite interrumpi­r naturalmen­te los ciclos de malezas, plagas y enfermedad­es y además, aporta gran cantidad de rastrojos al suelo, favorecien­do a la estructura biológica, física y química del mismo. También favorece una mejor infiltraci­ón y almacenami­ento del agua. Asimismo, el cultivo ofrece numerosas posibilida­des de transforma­ción en subproduct­os y derivados que favorecerí­an la creación de empleo y desarrollo local.

Ese despliegue en el presente, con potencial a futuro se reflejó´en el recienbte Congreso de Maizar (la Asociación del Maíz y el Sorgo Argentino).

En ese marco, el presidente de esta cadena, Alberto Morelli destacó que “el año pasado, el complejo maicero, incluyendo las cadenas de carne bovina, aviar y porcina, y la de lácteos, aumentó sus exportacio­nes más de 37% frente al 2018, siete veces más que las exportacio­nes totales de la Argentina (5,4%). Las divisas por esas exportacio­nes, que fueron a 150 países, generaron más de 10.600 millones de dólares, casi el 16% de todo lo que despachó el país. Los múltiples productos agroindust­riales que derivan del maíz y del sorgo generan más de 735.000 puestos de trabajo distribuid­os equitativa­mente en la mayoría de las regiones del país”, por lo que estas cadenas pueden verse como las más federales de la Argentina.

Por su parte, Tejeda Rodríguez, presidente del Congreso pintó el contexto: “Esta crisis desembarca en una problemáti­ca estructura­l: la disponibil­idad de tierra, agua y combustibl­es fósiles es cada vez más limitada, y es

Las exportacio­nes del complejo maicero le ofrecen US$ 10.600 millones al país

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