Al choclo le llegó la hora de ponerse la diez
Siembras tardías y vicia de cobertura son parte del aprendizaje que llevó a Gonzalo Laborde a apostar todo al cereal.
Resignificación. Cambio. Golpe de timón. De producir carne a granos con eficiencia y casi de un plumazo (en menos de un lustro). Así fue el devenir que hicieron los Laborde hijos cuando tomaron la posta de su padre en el sudoeste de Córdoba.
Hasta los años 90, el campo de la familia, que se llama “Los Alfalfares” tenía 50% de alfalfa y 50% de cultivos agrícolas en parte también pensados para forrajes, como insumo para un ciclo completo que representaba el 90% del negocio de la empresa. Hoy, el 95% del campo está destinado a agricultura y un 5% a despuntar el vicio ganadero en algunos bajos donde no entra la producción de granos.
“Mi padre, Roberto Laborde, que falleció en 1989, era veterinario y, a pesar de su espíritu ganadero siempre fue muy curioso e innovador y ya a mediados de los 80 estaba haciendo los primeros lotes en la zona con siembra directa, cuando llegamos mi hermano menor y yo, en 1990, pusimos el acelerador y pasamos casi todo a directa junto con una reconversión hacia la agricultura”, contó Gonzalo Laborde a Clarín Rural.
Para una zona como el sudoeste cordobés, de suelos arenosos (80% promedio de arena), de baja materia orgánica (1%) y lluvias promedio de 800 milímetros año más concentradas en la época estival, la siembra directa generó un cambio radical de paisaje productivo.
Esto les permitió pasar de una estrategia con cultivos defensivos a una más de ofensiva. “La directa fue lo que nos abrió la puerta para pasar de hacer girasol y sorgo a soja y maíz, pero también por entonces estaba desembarcando la soja RR y otro salto importante para la zona fueron las sojas indeterminadas, pasamos de usar grupos VI determinadas a IV indeterminadas”,