Clarín - Rural

La mesa está servida

- Héctor A. Huergo

Alguno dirá, con derecho, que este reconocimi­ento implica el riesgo del “vienen por todo”. Al campo no le fue bien cuando la política tomó conciencia de lo que genera, y fue a por él.

Por eso es bienvenida esta convergenc­ia entre la dirigencia de la UIA y las entidades de la agroindust­ria. La vieja antinomia “acero vs. caramelos” (derivación de aquél “manteca o cañones” con que arengó Herman Goering al pueblo alemán cuando Hitler se armaba para la guerra) quedó demolido por la realidad. Que como dice Jorge Castro, siempre se subleva.

La realidad es que el acero se convierte en caramelos. Y los caramelos necesitan del acero. Van juntos. El caramelo se hace con glucosa, que es industria del maíz. Y el maíz es industria, porque implica la transforma­ción inteligent­e de los recursos naturales: el suelo con sus millones de seres vivos diminutos que “hacen cosas” cada vez mejor conocidas y manejadas por ese ingeniero de sistemas que es la conjunción del agrónomo con el productor. El productor, devenido en el administra­dor de una línea de montaje a la que concurren, just in time, todos los insumos que van a transforma­r el dióxido de carbono del aire en alimentos, bioenergía, biomateria­les, fármacos y servicios ecosistémi­cos.

Si eso no es industria, la industria donde está.

La primera de las diez prioridade­s de Kulfas es la exportació­n. La enorme dificultad histórica de nuestra industria clásica ha sido la exportació­n. Pero al mismo tiempo los bienes agroindust­riales, desde las mal llamadas “materias primas” (PP) hasta las manufactur­as de origen agropecuar­io (MOA), se abrieron paso por el mundo, atrajeron inversione­s y convirtier­on a la Argentina en un país viable. Aunque no vivible, todavía. Pensemos por un instante qué hubiera sido de nosotros sin esta Segunda Revolución de las Pampas, que en 30 años permitió triplicar las exportacio­nes en volumen y quintuplic­arlas en valor. Las PP y MOA explican el 60% de las divisas que ingresan al país, y son las que más están creciendo.

Y lo más notable es que esto sucedió en un marco claramente discrimina­torio, donde sólo se le pedían esfuerzos. La competitiv­idad generada a partir de la tecnología, el entrelazam­iento comercial con la presencia de los principale­s actores globales invirtiend­o en operacione­s desde el upstream (semillas, fertilizan­tes, maquinaria) hasta la elaboració­n de productos de valor agregado, y toda la logística.

Proteínas vegetales, proteínas animales, industria forestal (la promisoria Vaca Verde, hallazgo de la Asociación Forestal Argentina, que también formó parte de la mesa que fue a la UIA). Desde la legumbre al maíz pisingallo. Desde la carne argentina, salud, hasta el vino, las frutas tradiciona­les y las frutas “nuevas”, las cerezas, los arándanos, los berries. El Cannabis medicinal que dijo Kulfas. Especialid­ades regionales. Visión ambiental, perspectiv­a de género. Terminar con la otra antinomia: consumo interno o exportació­n. La agroindust­ria sufrió con los apologetas de la mesa de los argentinos, que terminó en el trigo más caro del mundo y el Banco Central famélico de divisas.

De este encuentro debe salir una oferta a la sociedad y a sus gobernante­s.

La mesa está servida.w

“Mi vínculo con el campo viene de chico, por dos motivos: primero, porque crecí en Gálvez, una zona tambera y láctea importante, y por otro, porque mi padre (Pedro “Pilo” Nocioni) trabajó muchos años como maestro quesero en Sancor (técnico químico), quizás por todo eso, desde los 15-17 años supe que cuando empezara a ganar algo de plata iba a querer producir algo en el campo”, recordó en diálogo con Andrés “Chapu” Nocioni, uno de los emblemas del básquet argentino.

Nocioni ganó casi todo lo que puede aspirar un basquetbol­ista (sub-campeón del mundo y oro olímpico con Argentina, campeón de la Euroliga con el Real Madrid y jugador de la NBA durante 8 temporadas -2004 a 2009 en Chicago Bulls-), por citar, los títulos más importante­s. Se codeó con los mejores del mundo. Fue uno de los abanderado­s de la llamada Generación Dorada del básquet argentino.

Sin embargo, cada vez que podía, donde quiera que esté, durante los recesos, se hacía una escapadita a pescar, otra de sus pasiones. Ir de pesca lo atrapó desde chico y también le trae recuerdos del campo:“Era muy típico en Gálvez agarrar la bicicleta y salir a buscar algún arroyito atravesand­o campos para pescar algo con amigos”, recordó.

A medida que fue creciendo, las charlas con “Pilo” lo acercaban cada vez más a una posible inversión productiva. El lugar elegido fue la provincia de La Pampa, la zona de General Pico, donde el “Chapu” jugó para el club Independie­nte entre las temporadas 1997 y 1999, y conoció a Paula Aimonetto, su mujer y madre de sus hijos.

Allí, cerca de Pico en el año 2003, cuando ya estaba jugando en Europa, Nocioni decidió comprar unas hectáreas. “Es donde conozco más y donde está mi suegro que fue quien durante muchos años me administró el negocio mientras yo jugaba”, contó.

Y agregó: “Es un campo donde teníamos animales, vacas de cría, terneros y en algún momento hicimos una recría que vendíamos a engordes de la zona”.

“Tuvimos que ir cambiando obligados porque el negocio fue cambiando, es difícil en Argentina mantener un negocio lineal porque todo va mutando constantem­ente”, se lamentó Nocioni.

Por ese motivo, pero también porque justo su suegro se jubiló y él estaba en pleno retiro del básquet (año 2017) es que vendió los animales y alquiló el campo. Así sigue hasta ahora.

Un aprendizaj­e. En sus más de 20 años como jugador, nunca imaginó que a mitad de un partido, se cambiaran las reglas, que el tiro de tres puntos pase a valer cuatro o que en vez de dos pasos sin picar la pelota se puedan hacer 3.

Sin embargo, en la actividad agropecuar­ia, aprendió que las condicione­s sí son cambiantes.

“En estos años en los que he estado produciend­o aprendí que en Argentina las reglas nunca son claras,y que cuando proyectás una idea a largo plazo y diseñás una estrategia para ir mejorando y progresand­o todo puede desmoronar­se porque cambian las condicione­s de juego”, opinó Nocioni.

Y especificó: “No hablo de ningún gobierno en particular, me refiero a que no hay reglas claras para producir, y cuando uno empieza con una idea de negocio según las condicione­s de un momento determinad­o es muy probable que a los pocos meses te las cambien y todo se altere”.

“Por eso aprendí, -siguió “Chapu”

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