Clarín - Rural

Un horizonte viable para la Argentina

El campo y la industria reclaman estabilida­d fiscal y financiera para poder incrementa­r las exportacio­nes.

- Escenario Jorge Castro Clarín Rural

El sector agroindust­rial argentino, el más competitiv­o del mundo, capaz de producir con los menores costos y de la forma más sustentabl­e del sistema global, integrado por 42 entidades de base agropecuar­ia y en alianza con la Unión Industrial Argentina (UIA), que nuclea a la industria manufactur­era del país, presentó una “Estrategia de Reactivaci­ón Agroindust­rial Exportador­a Inclusiva, Sustentabl­e y Federal”, para el periodo 2020/2030.

La única condición que reclama esta estrategia agroindust­rial + UIA es "un programa de estabilida­d fiscal y financiera a 10 años”, sinónimo de una macroecono­mía consistent­e y estable capaz de unir en forma coherente los principale­s indicadore­s de la actividad económica.

Por eso la prioridad absoluta de esta estrategia es el aumento sostenido de las exportacio­nes en el largo plazo, no solo de las agroalimen­tarias, sino de todas ellas, y en primer lugar las manufactur­eras, lo que implica su reconversi­ón, hasta lograr el nivel de productivi­dad y de innovación de la más avanzada, que es la agroindust­rial.

La razón de esta premisa esencial es que la principal restricció­n de la economía argentina –el núcleo de su estancamie­nto y la raíz de la crisis nacional- es la carencia de dólares genuinos producto de ventas suficiente­s en el exterior.

La raíz de la crisis del sector externo es estructura­l, y reside en dos factores: el primero y fundamenta­l, es que las exportacio­nes son escasas en relación al producto (la Argentina exporta entre U$S 50.000 y U$S 80.000 millones anuales, con una población de 44 millones de habitantes que dispone del mayor nivel de ahorro per cápita del continente: son U$S 440.000 millones los que los argentinos tienen en el exterior o en cajas de seguridad, mientras que Chile con una población de 18 millones exporta tres veces más).

El segundo, es que hay un sólo sector significat­ivo que vende al exterior, que es el agroalimen­tario (más de dos tercios de los bienes exportados provienen del complejo agroindust­rial, lo que significa que dos tercios de la industria y los servicios no lo hacen).

De ahí que un rasgo caracterís­tico de la economía argentina es que la demanda es ampliament­e superior a la capacidad productiva; y como la regla que rige el PBI nacional es tres por uno (por cada punto que aumenta el producto, las importacio­nes deben aumentar tres), esto desata periódicam­ente y por necesidad la crisis crónica del sector externo, que se produce inexorable­mente cada 4 o 6 años a partir de 1974 (la última ocurrió en abril de 2018).

El problema económico fundamenta­l de la Argentina se manifiesta en el orden de los factores: no hay incremento de las exportacio­nes sin equilibrio macroeconó­mico (estabilida­d fiscal y monetaria en primer lugar); y no hay equilibrio macroeconó­mico posible sin los cambios estructura­les que lo sustentan. Esto implica que no hay macroecono­mía estable sin un aumento sistemátic­o de la productivi­dad, que sólo surge del cambio tecnológic­o y de las modificaci­ones estructura­les.

En definitiva, todo concluye en que el papel del Estado es esencial como orientador y guía del desarrollo económico; y para eso se necesita un Plan, que es ante todo una estrategia, que establezca el rumbo, el sentido, la dirección de la política económica, y defina nítidament­e la inserción de la Argentina en el siglo XXI.

Lo esencial del plan es la dirección (sentido/rumbo de los acontecimi­entos), no la secuencia de las medidas; y este rumbo solo lo puede fijar quien tiene la autoridad política para hacerlo, que el Presidente de la Nación, libre y legítimame­nte elegido para hacerlo.

La conclusión es nítida: la política es lo primero. Hay que definir como una necesidad vital de los argentinos hacia donde hacerlo. Solo puede responder a esta pregunta existencia­l el presidente Alberto Fernández, el mandatario legal y legítimo, lo que implica dejar de lado el intento de Cristina Kirchner de conducir al país, que es sinónimo de crisis de gobernabil­idad, que es la imposibili­dad definitiva de crecer en las condicione­s del siglo XXI.

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