Microgránulos: un escalón arriba
Al ser más pequeños que las tradicionales fuentes de fósforo, aumentan la superficie de contacto.
Muchas veces se desestima el poder de la fertilización en el cultivo de soja. Cuando se habla de nutrición el trigo y el maíz son las estrellas. Sin embargo, está demostrado que (aún más a medida que pasan las campañas) que la oleaginosa también es permeable a la ayuda nutricional. Uno de los especialistas en nutrición vegetal de la Argentina es Gustavo Ferraris, del INTA Pergamino, que repasó, como disparador, la importancia del fósforo en el cultivo de soja. “Es un elemento asociado al crecimiento de las plantas, cuando una planta tiene deficiencias de fósforo alcanza menor biomasa y desarrollo radicular, puede explorar menos por recursos y termina rindiendo menos”, advirtió Ferraris.
El referente del INTA dijo que “hay una alta correlación entre rendimiento y absorción de fósforo que llega al 95% (93% para el nitrógeno)” y recordó que “por cada kilo de fósforo absorbido se producen 209 kilos de soja”. “Una característica saliente de este elemento es que tiene un alto índice de cosecha, es decir, un 88% de lo absorbido por la planta se va con el grano, tiene gran poder de extracción”, remarcó. Se calcula que se necesitan 4 kilos de fósforo por cada tonelada de grano cosechado.
Ferraris se refirió a los criterios de manejo, el de “suficiencia, pensado con la filosofía es maximizar la rentabilidad, o sea, usar la mínima dosis que maximice el retorno económico, para lo cual hay que hacer análisis de suelo anuales y se busca localizarlo lo más cerca posible de la línea de siembra para facilitar su recuperación”.
El otro criterio es el de balance o reposición, que también permite maximizar la rentabilidad, pero en el largo plazo: “En este criterio no hay que mirar el suelo tan detenidamente todas las campañas sino más que nada mirar el balance de lo que se llevan los granos en fósforo y la cantidad de fósforo utilizado, para esto, probablemente sea más útil el análisis del grano que del suelo”.
Para Ferraris, “la gran ventaja de esta estrategia es que, si tenemos un buen balance de fósforo en el suelo, y se presenta una campaña con altos precios de los fertilizantes o bajo precio de los granos, se puede bajar la fertilización sin afectar el rendimiento porque seguro se va a tener mejores disponibilidades”.
Para la aplicación es más flexible porque al tener mayor concentración de fósforo puede permitir que se puede aplicar en cobertura total y aunque se puede demorar la absorción de esa aplicación, el suelo puede suplir esa falta y no se afectaría al cultivo.
Finalmente, al referirse a las distintas fuentes o formatos en los que se puede suministrar o aportar el fósforo, Ferraris apuntó los beneficios de una cada vez más extendida como los microgránulos. “Por cada gránulo de fertilizante tradicional, en ese mismo peso entran 20 microgránulos de modo que en 5 kilos de fertilizante se pasa de 200 gránulos a 4000 microgránulos, lo que le da 400 veces más de superficie específica y eventualmente posibilidad de contacto con la raíz”, relató Ferraris.
Asimismo, dijo que hay muy poco o nulo riesgo de fitotoxicidad sobre semillas y plántulas y remarcó que ofrece la posibilidad de integrar otros nutrientes importantes como zinc para gramíneas o boro, cobalto y molibdeno para soja.