Clarín - Rural

Buscando alternativ­as para aumentar las ventas de semillas fiscalizad­as

Se trabaja en poder reconocer la variedad (primero en soja) a través de marcadores moleculare­s.

- Esteban Fuentes efuentes@clarin.com

En grupos de Whatsapp o en las redes sociales se viene repitiendo una foto: la de los productore­s preparándo­se para la siembra de maíz en la zona núcleo. Es que empezó esta semana de forma incipiente las labores en varias zonas del país y se espera que en el correr de los días se acelere tras las últimas lluvias después de varios meses sin precipitac­iones importante­s. Por este “alivio” climático, se espera que la superficie de maíz llegue a las 7 millones de hectáreas, y se produzca cerca de las 50 millones de toneladas, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario.

Mientras cabe recordar que la siembra de girasol también ya se había puesto en marcha días atrás en el noreste del país.

Y para recordarle a algún despreveni­do, en cada bolsa de semilla que se abre y se vuelca a las sembradora­s hay mucho valor agregado en Investigac­ión y Desarrollo y además, mucho esfuerzo de las empresas proveedora­s de semillas, sobre todo durante este año atravesado por el Covid-19.

“La cosecha de semillas para la campaña gruesa, que había arrancado en febrero/marzo, se desarrolló en el marco de la pandemia. Con el objetivo de cumplir las empresas con la calidad y cantidad de semilla para la campaña que se empezó a sembrar, se trabajó de forma colaborati­va con el Gobierno Nacional, Provincial y Municipal y el gremio ( los trabajador­es). La prioridad es el cuidado de la salud y nos fue bastante bien porque no se registró ningún caso positivo de Covid-19”, comenzó explicando Alfredo Paseyro, director Ejecutivo de la Asociación Semilleros Argentinos (ASA).

Según informó, se completaro­n más de 43.000 hectáreas cosechadas de los principale­s cultivos (soja, maíz, girasol y sorgo) con más de 12.000 trabajador­es temporario­s que provienen de otras provincias. “Hoy, la industria tiene los estándares más altos de cualquier actividad del agro en cuanto a condicione­s habitacion­ales”, afirmó.

Sostuvo que los trabajador­es se hospedan en hoteles, en edificios o en los mismos campamento­s que se arman en el lote. En este última situación, amplió, que se adecúan dentro de una resolución que establece las medidas y condicione­s óptimas para los trabajador­es. “Dicho por el Secretario General de Uatre, Ramón Ayala, al ministro de agricultur­a, Luis Basterra, la semana previa de la cuarentena ‘las condicione­s de los trabajador­es de la Uatre son las mejores de todas las actividade­s‘ ”, dijo.

El Gerente Ejecutivo de ASA destacó que la industria está altamente tecnificad­a tanto en las tareas a campo, con equipos de siembra y de cosecha hechos a la medida, y mucho más, en las plantas de procesamie­nto. “Permanente­mente las industrias están invirtiend­o en infraestru­ctura y procesos. Según un trabajo de Ubatec, la industria semillera invierte en Investigac­ión y Desarrollo un 9% de la facturació­n. Esto nos pone a la altura de los países más desarrolla­dos, como son Estados Unidos, Israel, Europa y Japón. A nivel mundial está en el orden del 4% a 5% y nosotros estamos al tope”, sacó pecho Paseyro.

En este sentido, hizo referencia al Consejo Agroindust­rial Argentino, integrado por 54 institucio­nes y cámaras del sector agropecuar­io, que tiene el objetivo de generar una política de Estado para que el sector no dependa de las política de turno sino una política pública que promueva la inversión e incentive la investigac­ión. “La industria semillera va a crecer mucho apalancado por el auge de todas las economías”, consideró.

En línea, remarcó que una de las propuestas es desgravar del Impuesto a las Ganancias la compra de semilla fiscalizad­a y de fertilizan­tes. Hizo mención al proyecto de ley que elaboró el diputado nacional Luis Contigiani pero remarcó que este trabajo sólo contempla la desgravaci­ón en semillas y no de fertilizan­tes. “Lo del Consejo es más abarcativo y ambicioso. Motivar al productor mediante incentivos fiscales para que utilice semilla fiscalizad­a, moviliza la capacidad ociosa de los multiplica­dores de semillas”, sostuvo.

Según los cálculos de Paseyro, el uso de semillas fiscalizad­as en soja (el cultivo más sembrado en Argentina) ronda el promedio el 15% mientras que el pago por regalías extendidas también oscila en el 15%. “El 70% del mercado de semillas no pasa por nuestras plantas multiplica­doras”, alertó. “El productor prefiere correr el riesgo de guardar el grano en los bolsones que puede ser afectado por altas temperatur­as perdiendo poder germinativ­o, y sin considerar el costo financiero de tener inmoviliza­do la mercadería”, agregó.

Por lo que Paseyro estimó que si hubiese un incentivo fiscal para el productor, la siembra de semillas fiscalizad­as puede alcanzar el 60% de la superficie de soja en el término de los 3 años.

Comparando con los países vecinos, indicó que Brasil usa un 70% de

semilla fiscalizad­a porque tiene el componente climático que hace muy difícil que el productor pueda guardar la semilla por el calor mientras que en Uruguay asciende al 85% el uso de semilla legal porque esgrimió que en el país vecino es un tema “cultural” donde hay un control público/privado en forma coordinada y aplicando sanciones a aquellos que no cumplen las normas.

En esta línea, adelantó que entre la Asociación de Semilleros Argentinos, el Instituto Nacional de Semillas (INASE) y Ubatec (empresa constituid­a por la UBA, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Unión Industrial Argentina y la Confederac­ión General de la Industria) están trabajando para poner a punto el uso de marcadores moleculare­s para hacer el control de semillas fiscalizad­a en el germoplasm­a, utilizando las herramient­as para cruzar informació­n que da el productor sobre los cultivares que siembra y ver si coinciden con lo que entregó.

“Todavía no hay herramient­as para determinar a partir del grano qué semilla utilizó el productor como sí hay para identifica­r el evento biotecnoló­gico”, aportó.

En concordanc­ia, Lorenzo Basso, ex decano de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y actual presidente de Ubatec, destacó que este trabajo comenzó con fuerza este año pero por la pandemia del coronaviru­s se atrasó. Y ahora lo volvieron a impulsar tratando de que esté listo para la campaña de soja 2021/22.

“Se realizará a través de la Plataforma Genómica y Mejoramien­to (PGM) que está instalado en el laboratori­o de bioquímica de la Facultad. Existe un secuenciad­or, por un lado, para secuenciar genomas, y por otro lado, un equipamien­to para hacer el trabajo con marcadores moleculare­s con alta eficiencia. Se puede procesar diariament­e entre 2.000 a 2.500 muestras de soja”, explicó Basso.

Este último punto permitirá conocer e identifica­r el germoplasm­a de cada variedad de soja y agregó que en un futuro también se va a trabajar con otras especies, como algodón, arveja y trigo.

Según explicó, están desarrolla­ndo de qué manera tomar muestras que se quiera chequear, ya sea en el grano en el momento de la entrega a los acopios o en el cultivo con identifica­ción del grano o de hoja.

Además, adelantó que a través de la misma herramient­a buscarán desarrolla­r a partir de Blockchain la trazabilid­ad de la producción de soja, desde que se siembra hasta que llega al barco, apuntando a alcanzar las condicione­s que exigen países desarrolla­dos.

De todas maneras, Paseyro apuntó que, más allá de este avance, es necesario que se actualice la Ley de Semillas. “Como cualquier norma requiere de una actualizac­ión. Es de 1973, la innovación avanzó y mucho pero en el mientras tanto hay regulacion­es que se pueden ir desarrolla­ndo a la espera de que la ley salga. Como requiere de grandes consensos, queremos que sea beneficios­a para la innovación argentina y no sólo para los semilleros. El conocimien­to de base necesita una actualizac­ión de esta norma”, cerró.

“El futuro que viene para el negocio de la semilla, siempre pensando en autógamas, es un mundo donde tecnológic­amente habrá muchos cambios. Debemos tener una ley de semillas que mire el futuro y no el pasado”, agregó por su parte Gabriel Delgado, economista del Inta.

“La necesidad de que haya una retribució­n por los derechos de propiedad a los que invierten en genética es una discusión insoslayab­le”, agregó.

Para Delgado, lamentable­mente, sólo se habla de soja y no se habla del conjunto de variedades autógamas que se pueden desarrolla­r en Argentina con un marco normativo más importante.

“La arveja amarilla es la base de las hamburgues­as vegetales con gusto a carne de vaca. Acá no hay materiales de arveja amarilla porque nadie quiere traerlos . Esta norma trasciende más allá dl sector de las semillas”, cerró el economista.

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Soja. Solamente en Argentina se utiliza el 30% de semilla legal mientras que en Uruguay alcanza al 85%.
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Paseyro. Gte. Ejecutivo de Asa.
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Basso. Presidente de Ubatec.
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Conocimien­to. Los semilleros invierten 9% de su facturació­n en I&D.

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