Navegando sin rumbo
Lo que vendieron (sumando los otros productos, como los cereales) fue para cancelar deudas de la campaña, y un poco para aprovechar la bolada de los créditos en pesos, con tasa subsidiada, que se ofrecen para la compra de maquinaria agrícola. Esos créditos no son por el cien por ciento del valor del equipo, así que el negocio es vender un silobolsa para pagar el 30 por ciento y el resto se financia a dos, tres o cuatro años.
Por eso la sorpresa del buen ritmo de la industria metalmecánica del interior, que tiene vendida toda la producción hasta prácticamente fin de año. No se debe confundir esto con un efecto de reactivación. Es huir hacia adelante. Como siempre.
Pero todo tiene un límite.
Lo primero que se notó, cuando se conoció el paquete de medidas, mientras al mismo tiempo arreciaba el embate legislativo con el impuesto a la “riqueza”, fue que los productores se retiraron totalmente del mercado. Nadie vende nada. Y máquinas para comprar no hay. Los insumos para la gruesa se bicicletean todo lo posible, en la inteligencia de que al final del día estarán atados al valor del producto. Pero si no venden, no entran dólares. En lugar de generar confianza, estas medidas atentan contra el normal desenvolvimiento de todas las actividades, en primer lugar la exportación.
Y es una pena porque los precios internacionales pegaron un lindo respingo el último mes. Una sequía de fin de ciclo atraviesa el Medio Oeste de los Estados Unidos, con la soja en plena maduración. China se reveló muy activa, con compras impensadas de maíz, soja y sorgo. No es viento de cola, es una brisa y habría que aprovecharla. Pero no. Metemos la interferencia cambiaria y todo cruje. Los productores desensillan hasta que aclare.
Algunos echaron leña al fuego anticipando que iba a trabarse la importación de insumos.
Fuentes consultadas indicaron que esto, al menos en estos primeros días del nuevo cepo, no ocurrió. Se repite lo que ocurrió en abril, cuando el Banco Central trabó por un tiempo la entrega de dólares comerciales a los importadores. Pero el agua no llegó al río.
Ahora la situación es más delicada, porque las reservas siguieron bajando a pesar de la fuerte liquidación de divisas entre mayo y agosto (8.000 millones de dólares, para un total de 13.300 en lo que va del año). Para afrontar la crisis, la idea fue obligar a no cancelar los créditos para prefinanciar las exportaciones, en general otorgados por bancos de primera línea. Un cepo adicional, en el marco de la mentada escasez de oferta.
Es probable que vengan otros experimentos. El Consejo Agroindustrial Argentino, creado hace pocos meses, y que reúne a todas las cámaras y organizaciones de la actividad más competitiva y generadora de divisas genuinas del país, mantuvo esta semana una reunión con altos funcionarios de la Afip. Allí plantearon su batería de 18 medidas para reactivar y “encender el motor de la economía”, que es lo que declama el presidente Alberto Fernández desde su campaña electoral.
Es muy parecido a lo que el Informe 84 le propuso al gobierno de Alfonsín hace 35 años, cuando se caía a pedazos. Aligerar cargas, soltar amarras. No lo tomó. Seguramente, ahora tampoco.
Habrá que seguir remando.
Tyson Foods, la mayor compañía productora de carnes de EE.UU, ha comenzado el proceso de equipamiento robótico en sus 19 plantas frigoríficas destinadas al faenamiento de 40 millones de aves que procesa cada semana.
La empresa norteamericana tuvo más de 16.000 trabajadores afectados por la pandemia del coronavirus en los meses de abril y mayo de este año, que se desempeñan en 30 frigoríficos de 23 estados (86 de esos operarios han muerto).
La situación de Tyson Foods adquirió características de crisis de extrema gravedad, que hizo que el gobierno de Donald Trump colocara a sus plantas bajo el régimen de seguridad nacional, debido a que el cierre forzoso a que obligó la pandemia afectaba la seguridad alimentaria estadounidense, en el momento más álgido de la crisis, que ocurrió en el 2do. trimestre del año.
En ese momento, la economía de EE.UU, la mayor del mundo (U$S 21.9 billones / 25% del PBI global) se hundió -10.2% t/t, que en términos anualizados implicó una caída de 32.2%, el derrumbe más significativo de la historia norteamericana desde la década del 30’.
El “centro para el Control y la Prevención de Enfermedades” (CDC) con sede en Washington, señaló que las plantas frigoríficas de EE.UU tenían una alta concentración de personal, en unidades que abarcaban hasta 1.000/5.000 trabajadores, lo que las hacía un blanco fácilmente penetrable por el coronavirus. De ahí la alternativa de la robotización. En EE.UU hay 3.500 frigoríficos con 525.000 trabajadores.
Hay que agregar que el costo de los robots se ha desplomado con una caída promedio de 11% anual en la última década. Al mismo tiempo, la revolución tecnológica en la industria robótica ha adquirido un carácter vertiginoso, reduciendo su tamaño hasta incluso los niveles de la nanotecnología, y multiplicando su flexibilidad, así como adquiriendo precisión quirúrgica en sus unidades productivas. La tendencia es hacia una robotización microscópica.
Lo que ocurrió en ese momento fue que las plantas de Tyson Foods resultaron intervenidas por el Gobierno Federal, en un ejercicio extraordinario de poder en situaciones de crisis, guiado exclusivamente por el principio de la necesidad. Esto es lo que hace EE.UU ante las grandes emergencias nacionales, y lo hizo en gran escala en la 2da. Guerra Mundial.
La repuesta de Tyson Foods a la crisis del Covid-19 ha sido la propia de la cultura capitalista estadounidense, volcada a la innovación, en una perspectiva completamente centrada en el futuro. El excepcionalismo norteamericano presume que el futuro le pertenece.
De ahí que Tyson Foods haya comenzado por reemplazar a los trabajadores – matarifes que se desempeñan en su planta por robots especializados en el corte y deshuesado de sus carnes aviarias, en un proceso que puede concluir en un periodo de 3 a 5 años para eso ha creado un pool de investigadores, científicos, e ingenieros, con la ayuda de diseñadores provenientes de la industria automotriz, con el objetivo de desarrollar un sistema automatizado de deshuesado y corte, que funcione en forma constante y prácticamente instantánea.
Esta decisión de cambiar la forma de producción es financiada con capitales tomados en el sistema financiero trasnacional con eje en Wall Street. Ante todo ha colocado un título por U$S 1.000 millones, y se apresta a lanzar otro por una suma equivalente antes de fin de año. Este proceso de automatización es parte de una puesta a duplicar su producción en los próximos 3 años.
La fuerza de trabajo de Tyson Foods que queda en pie, una vez completado este formidable proceso de innovación tecnológica es menos de 10% de los actuales planteles, pero sus ingresos serán 4/5 veces superiores. Esto exige un nivel de calificación terciario o universitario.
Lo que sucede con Tyson Foods tras el impacto del coronavirus es una tendencia generalizada de la economía norteamericana. Por eso Oxford Economic prevé que más de 20 millones de empleos manufactureros serán reemplazados por robots en el mundo en 2030; y que 8.5 millones de ellos corresponderán a la industria estadounidense.
Ahora llego el turno de los frigoríficos y los matarifes, en un siglo XXI que no tiene vuelta atrás. Lo que sucede en EE.UU adelanta el futuro de la industria frigorífica mundial, y esto afecta a todos los grandes productores de carne del mundo y en primer lugar a la Argentina.