Clarín - Rural

La energía del maíz

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Dedicamos esta edición de Clarín Rural al Congreso Internacio­nal de Maíz, que tuvo lugar esta semana en el Centro Provincial de Convencion­es de Paraná (Entre Rios). Fue un excelente mirador (no solo por la espectacul­ar vista al rio…) sino por la densidad de temas y protagonis­tas.

Entre ellos, los principale­s directivos de Maiz All, la organizaci­ón mundial de los productore­s de maíz. Estuvo el presidente, John Linden, un productor de Ohio, cabeza de la American Corn Growers Associatio­n (ACGA). Acompañado por Benno Van der Laan, un neerlandés que lleva 20 años como consultor de la ACGA, y el brasileño Paulo Bertolini. En un panel imperdible, donde la voz argentina fue la de Manuel Ron, titular de Bio4 y factótum del valor agregado, quien también integra la mesa directiva de Maiz All.

Tuve el privilegio de moderar este panel, donde se remarcaron los desafíos y oportunida­des que ofrece el principal producto agrícola a nivel mundial: se cosecharán este año más de mil millones de toneladas, por un valor de 200.000 millones de dólares, medio producto bruto anual de la Argentina. Pero este es solo el cimiento de un gigantesco edificio que parece no tener techo. En particular, escuchando a Paulo Bertolini, quien relató el imponente desarrollo agrícola de Brasil, que creció un mil (sí, 1.000) porciento en apenas 30 años. Lo notable es que el mayor protagonis­ta en este crecimient­o fue, precisamen­te, el maíz. Este año, con una cosecha de 140 millones de toneladas, Brasil se convirtió en el mayor exportador mundial, desplazand­o a los Estados Unidos. Hace un par de años había desalojado a la Argentina del segundo lugar. Ahora está en el podio y con mucha tela para cortar, porque tienen superficie disponible, sumando al potencial de la nueva tecnología. Aprovechar­on la oportunida­d, pero también plantean un desafío: la oferta, tendencial­mente, está creciendo más que la demanda. Ergo, hay que hacer más cosas con maíz.

Brasil las está haciendo. Sumaron el etanol de maíz a la estrategia de biocombust­ibles, política de estado desde hace treinta años. Con las nuevas plantas de procesamie­nto, enclavadas en el Brasil profundo, ya procesan más de 10 millones de toneladas, sumando 4 millones de metros cúbicos a la abundante provisión de etanol de caña de azúcar. Empezaron hace apenas cinco años y, ya sabemos, “Brasil no para…”

La Argentina también tiene para crecer, tanto en tecnología como en superficie.Y en valor agregado, como remarcó Manuel Ron. Aquí, la oportunida­d viene recargada con un atributo adicional: el maíz argentino es el que tiene la menor huella de carbono a nivel mundial. Es una ventaja competitiv­a extraordin­aria, sobre la que vale la pena profundiza­r.

En primer lugar, esa baja huella de carbono es en sí mismo valor agregado por la tecnología de insumos y proceso que caracteriz­a a este cultivo en el país. Al incorporar­lo masivament­e en la rotación, en primer lugar. Pero también por el alto y creciente potencial de rendimient­o, que implica obtener más toneladas de producto por unidad de insumo utilizado. Mejor huella hídrica, gracias a la siembra directa en todo el sistema, eficiencia en la respuesta a la fertilizac­ión, biotecnolo­gía que reduce el uso de fitosanita­rios. La llegada de los genes de tolerancia a insectos fue uno de los saltos más elegantes de la historia de la tecnología agrícola: más rendimient­o con menor impacto ambiental.

De esta manera, como bien planteó Pedro Vigneau, titular de Maizar --quien lució traje azul y zapatillas blancas de marca hechas con derivados del almidón de maíz-, se abre una extraordin­aria oportunida­d para quienes quieran “hacer cosas con maíz”. Es lo que ya está sucediendo con la exportació­n de etanol de maíz a la UE, por parte de ACABio. La llave para entrar fue haber cumplido con la exigencia de una reducción del 70% de CO2 respecto a la nafta. Es la punta del iceberg.w

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