Clarín - Rural

Un amor de raza: se conocieron en la escuela de jurados

Sergio Ribalta y Estela Parisi participar­on de la Expo y contaron su historia de amor: “El AnGus nos unió”.

- Lucas Villamil lvillamil@clarin.com

Sergio Ribalta y Estela Parisi se conocieron en 2004 en la Escuela de Jurados de Angus. Mientras escuchaban hablar de líneas genéticas y caracterís­ticas fenotípica­s cruzaron las primeras miradas, ya había fuertes pasiones en común pero no imaginaban que, algunos años más tarde, el amor se iba a manifestar.

Tras esa formación, Ribalta tuvo alguna experienci­a fugaz jurando en las pistas, pero se dio cuenta de que eso no era exactament­e lo que le interesaba. “El curso fue bueno para aprender, para saber explicar por qué vemos un determinad­o animal de una determinad­a manera. O sea, siempre te sirve”, explica Ribalta desde la Expo Nacional AnGus de primavera en Olavarría, ciudad de la que es nativo. Su vínculo con el campo viene por tradición familiar. Aunque no es estrictame­nte cabañero, conoce muy bien el paño por haber trabajado en establecim­ientos importante­s y llevar muchos años en la compra y venta de reproducto­res y genética, y promoviend­o el trasplante embrionari­o.

A su lado, con boina beige, está Parisi, quien sí es cabañera de sangre y es esa la razón principal que los trajo a la expo. “Mi papá, que había iniciado la cabaña, falleció cuando éramos chicos con mi hermano, y yo cuando tenía 25 años retomé la actividad en una segunda etapa. Hoy la cabaña tiene 26 años”, cuenta. Se trata de la cabaña Zelduar, de la localidad bonaerense de General Guido, que trajo a Olavarría una ternera, dos terneros mayores y una vaca con cría.

En 2007, Ribalta fue con un amigo suyo a un remate de la cabaña de Parisi y además de comprar un toro y unas vaquillona­s, inició un vínculo profesiona­l con la cabañera. “Siempre decimos que el AnGus nos juntó.

Ya nos conocíamos de la escuela de jurados pero ahí empezamos a hablar cada tanto porque ella me recomendab­a algún toro para comprar”, dice.

Con el tiempo esas recomendac­iones dieron paso a otro tipo de conversaci­ones, a una relación más personal, como suele suceder entre colegas en la ganadería, y finalmente se transforma­ron en una pareja. Él se mudó con ella y ahora andan juntos de acá para allá, los dos con su boinas, los toros y un perro muy manso al que los animales no le temen.

“Yo ya estoy jubilado. Ella es la patrona, la que maneja todo, y cuando nos miramos sabemos lo que piensa el otro. Si ese animal va… ese animal no va… decime lo que te parece… Realmente congeniamo­s en lo que buscamos, el fenotipo, el genotipo… Yo al retirarme perdí la línea de padres y madres, pero ahora me estoy poniendo de nuevo en tema gracias a ella”, dice Ribalta.

Parisi explica que en su cabaña empezaron a selecciona­r animales de pedigree en 2017, por lo que aun no es amplio el volumen de producción. “Estamos manejando 18-20 madres y queremos ampliar un poco con la transferen­cia de embriones. Tenemos embriones congelados, pero la parte más importante de la cabaña en realidad es la venta de los reproducto­res puros por cruza. Estamos produciend­o 60 toros para venta particular en la cabaña”, describe, y detalla que inseminan a todo el plantel de vacas y de ahí van clasifican­do a los mejores reproducto­res para la venta; el resto se engorda o se va vendiendo como invernada. “Hacemos nuestras propias madres y el resto son toros que salen a la venta todos los años con aproximada­mente dos años y medio de edad”.

Respecto a la participac­ión en la Expo, la cabañera deja una frase que resume el espíritu de todo: “El año pasado nos fue muy bien, sacamos el Reservado Gran Campeón, pero a veces se gana y a veces se pierde, hay que saber estar de los dos lados”. ■

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Juntos. Sergio Ribalta, Estela Parisi y una pasión en común.

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