Clarín - Rural

Como cosechera crió sola a sus 6 hijos y va por el sueño propio

A puro sacrificio sacó adelante a su familia cuando su marido los abandonó. Recolecta arándanos, citrus y nuez pecán. Estudia una tecnicatur­a y es concejal.

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Kitty Vaquero mvaquero@clarin.com

Patricia Martínez comenzó a cosechar frutas en Colonia Ayuí, en el noreste entrerrian­o, sobre la costa del río Uruguay, hace once años para poder criar a sus seis hijos varones cuando su exmarido, el papá de los chicos, abandonó el hogar familiar.

En ese entonces, el más chico tenía solo cuatro años y las largas jornadas de recolecció­n le exigían que estuviera desde muy temprano hasta entrada la noche en el campo. Desde marzo a septiembre se ocupaba en los montes de cítricos y el resto del año en los de arándanos, como cosechera y empacadora.

“Me iba a las ocho y volvía a las siete de la tarde. Juntaba entre 60 y 70 recolector­es (los bolsones en los que se depositan los frutos) que tienen aproximada­mente 15 kilos de citrus cada uno, cargados completos, para una mujer es mucha cantidad. No era fácil, pero no me quedó otra, uno por los hijos hace lo que sea. Toda mamá hace lo posible para criarlos y tenerlos bien”, repasa Patricia.

“De arándanos no sabía nada, tuve que aprender todo, empecé cosechando y después me llamaron para hacer el empaque”, recuerda. La recolecció­n de esta pequeña baya es una labor que demanda cuidado y delicadeza pero “el citrus era una tarea realmente dura, físicament­e muy exigente”, señala.

Trabajar tantas horas fuera del hogar y criar a sus seis hijos fue una tarea verdaderam­ente difícil pero contó con gran ayuda de su red social. “Mi vecina tiene hijas grandes, y ellas me cuidaban a los nenes. Gracias a Dios tuve muchas mujeres solidarias que me ayudaron un montón, algunas los pasaban a buscar para llevarlos a la escuela y los traían de vuelta”, relata.

La recolecció­n de citrus la dejó hace dos años. “Ya estoy en una edad en la que no me da el cuerpo para seguir con esa cosecha”, explica. Este año empezó a cosechar nuez pecán, desde abril hasta junio. “Es cansador, arrancamos a las siete de la mañana, son siete horas y media juntando del suelo las nueces. Una máquina sacude las plantas, las nueces caen en una red, luego las vuelcan en la tierra, los reclolecto­res las juntamos en un baldecito y de ahí se pasan a un canasto”, detalla.

En agosto, además, comenzó con la supervisió­n de campo de las cuadrillas que trabajan en la recolecció­n del arándano. “Camino todo el día controland­o que no quede fruta, que no caiga mucha fruta en el suelo, esas cosas”, cuenta.

Producción y trabajo. Según Patricia, la producción de arándano está complicada. “No hay mucha exportació­n, el precio está bajo, no quieren pagar lo que vale ni en el mercado interno ni en el externo. Todas las produccion­es están complicada­s por los costos, la brecha cambiaria, el bajo precio de la fruta y la dificultad para conseguir personal para la cosecha”,

“Las produccion­es regionales están complicada­s y no hay gente para la cosecha”

enumera.

La empresa en la que trabaja hace unos años contaba con seis unidades de unas 50 hectáreas de arándanos cada una y hoy solo quedan dos en producción. Una parte del campo la vendieron, en dos unidades plantaron pecán y el resto quedó improducti­vo.

“Los cítricos también están complicado­s, no hay gente para la recolecció­n, la gente cobra un plan y no quiere ir a trabajar porque si lo fichan van a perder el plan. Lo mismo pasa en el arándano. Es un problema para cualquier cultivo que requiera recolecció­n manual. No conseguís la mano de obra”, cuenta Patricia.

A los cosecheros que llegan a la plantación de arándanos a las 6:30 y trabajan hasta las 14:30, les pagan entre 500 y 550 pesos por cada bandeja recolectad­a, y cada uno de ellos puede llegar a completar entre 20 y 30 bandejas por día.

La cosecha de arándanos no es tan exigente como la del citrus y está mejor remunerada. “Mi hijo, el de 17, estudia de noche y en el día, desde abril a octubre, va a trabajar de 8 a 9 horas en el citrus.

Le pagan entre 110 y 140 pesos el recolector, mucho menos que en el arándano y es mucho más sacrificad­o. Él saca hasta 80 recolector­es en el día pero viene tan cansado que directamen­te se baña, come algo y se acuesta. En todas las localidade­s pagan lo mismo”, cuenta .

Concejala. A Patricia siempre le gustó la política. En diciembre, finaliza su mandato de cuatro años como concejal del PRO. “Desde muy chiqui

vamos a la escuela”, explica.

Mientras sigue trabajando en las plantacion­es, se esfuerza para recibirse cuanto antes y, a la par, va delineando su siguiente meta: un emprendimi­ento propio.

“Con dos compañeras que estudian conmigo y con las que trabajamos juntas en el campo, Aldana y Gabriela. vamos a poner un pequeño emprendimi­ento de lo que estudiamos y todo lo que sabemos. Queremos hacer un pequeño viñedo y ayudar a nuestras propias compañeras que tenemos trabajando para que no sea tan sacrificad­o todo, para que tengan mejores condicione­s laborales”, adelanta. Serán todas mujeres.

“También se podría hacer enoturismo. Queremos darle promoción a todas las actividade­s productiva­s de nuestra zona”, remarca.

Sacrificio y satisfacci­ón. Hoy, a sus 47 años, sus hijos han crecido, están bien, y Patricia ya disfruta de sus dos nietas, una de cuatro y otra de un año. “Hice mucho sacrificio, un sacrificio que nunca en mi vida pensé hacerlo, fue bastante duro pero conseguí hacerlo, la sufrí, pero era todo por mis hijos. Ahora, gracias a Dios, están grandes y me agradecen, están continuame­nte conmigo, reconocen lo que hice por ellos. Valió la pena todo el sacrificio que hice”, dice orgullosa.

En un mundo laboral predominan­temente masculino, esta mujer rural asegura: “Nunca tuve un problema, siempre tuve excelente relación tanto con mis compañeros varones como con mis patrones”.

“Algunas mujeres dicen: nos separamos y no sé qué vamos a hacer con nuestras vidas. Yo les digo: trabajen, luchen por sus hijos, que ellos sean el motivo, que en el futuro van a tener buenos resultados”, sostiene Patricia satisfecha por todo lo conseguido en base al esfuerzo, la voluntad y el amor. ■

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Su motor. Empezó de cero en las tareas rurales, trabajando desde temprano a entrada la noche para poder alimentar y educar a los niños.
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Sacrificio. Las jornadas de trabajo son largas y de gran exigencia física.

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