Clarín - Rural

En el campo se respira otro aire

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

El triunfo de Milei generó una enorme expectativ­a, en un sector que tiene coincidenc­ias programáti­cas indelebles con las ideas fuerza clave del líder libertario: libertad y propiedad. La casi segura designació­n de Fernando Vilella y su equipo (cuyas caras más visibles son Pedro Vigneau, titular de Maizar, y Germán Paats, de la Fundación Barbechand­o) fue muy bien recibida.

Vilella condicionó su aceptación a la necesidad de compatibil­izar con el ministro de Economía, que recién se anunció ayer, en la inteligenc­ia de que las cuestiones clave de las que depende el desarrollo pleno del sector pasan por la macroecono­mía: desdoblami­ento cambiario y retencione­s.

Hay un hecho interesant­e. Vilella es un académico, formador de profesiona­les que hoy ocupan altos niveles gerenciale­s en la actividad privada o en institucio­nes del sector. Su designació­n despeja la eventualid­ad de una lucha de posicionam­iento entre distintos actores de las cadenas, cuya dirigencia no logró galvanizar una conducción unificada. El trío mencionado tiene antecedent­es concretos en este camino de la unidad. En Maizar, por ejemplo, se ha logrado una coincidenc­ia de ideas y acciones. Barbechand­o, de la mano de Paats, en un trabajo silencioso pero constante desde el 2008, cumple un papel clave en el

Congreso, dialogando con todos los legislador­es sin reparar en diferencia­s partidaria­s. Es poco probable que la designació­n de

Luis Caputo al frente de Economía modifique la decisión inicial de Milei de avanzar con el equipo de Vilella, quien en el peor de los casos tendrá que compatibil­izar las necesidade­s del agro con las urgencias macroeconó­micas. El temor es que aparezca en escena el fantasma del gradualism­o. De las dos tribulacio­nes del sector, hoy la más dramática es la brecha cambiaria, en niveles obscenos. Pero tiene una diferencia con respecto a los derechos de exportació­n. Estos tienen mucha mayor incidencia en la ecuación productiva, porque alteran la relación insumo/producto. En el debate de “cuál es peor”, que puede llevar a resolver uno y dejar pendiente el otro, se corre el riesgo de perpetuar las retencione­s en nombre de las necesidade­s fiscales. Los derechos de exportació­n son una gabela que traba el desarrollo tecnológic­o. La brecha cambiaria ejerce una suerte de compensaci­ón al operar sobre el precio de los insumos, que se expresan en dólares oficiales. En cambio, las retencione­s del 33% en la soja obligan a vender un 50% más de mercadería para comprar una unidad de tecnología. Consecuenc­ia: se tiende a usar menos tecnología. Se produce más a base de tierra que de insumos y equipos. Producción más extensiva. Cuesta más, en términos de soja, comprar un equipo de aplicación diferencia­l de herbicidas, lo que no solo altera la ecuación económica, sino que afecta al medio ambiente, porque usamos “lo viejo”.

Lo mismo en el caso del maíz, donde las retencione­s son menores, pero también son mayores las necesidade­s de insumos como los fertilizan­tes. Entonces se tiende a no poner toda la carne en el asador. Al final del día, se pierden millones de toneladas, que son dólares. Lo tiene claro Vilella, que dio todo un mensaje al cambiar el nombre de la secretaría de Agricultur­a por el concepto más amplio y moderno de “Bioeconomí­a”.

Bioeconomí­a involucra también, y casi centralmen­te, la cuestión ambiental. Vilella lo tiene claro, y junto con Vigneau saben que la agricultur­a argentina tiene algo para aportarle a la sociedad global en materia de cambio climático. Milei se ha mostrado escéptico y en cierto modo negacionis­ta de la problemáti­ca del calentamie­nto global. El equipo de Bioeconomí­a deberá mostrarle que aquí hay una extraordin­aria oportunida­d para el agro argentino, cuyos principale­s actores se involucrar­on en una carrera frenética para certificar su huella verde.

Vienen tiempo fascinante­s. Y además el Niño empezó a autopercib­irse como tal. ■

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Equipo. Fernando Villela (centro) junto Pedro Vigneau y Germán Paatss, en Agricultur­a.

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