Clarín - Rural

Al César lo que es del César

- Héctor Huergo

Las primeras medidas de la era Milei dejan un saldo alentador para el sector agroindust­rial. Más allá de las inevitable­s y obvias críticas de las entidades en el tema retencione­s, la realidad es que el tipo de cambio efectivo para los productos del campo subió un 100%. Y además se anunció el final de todas las restriccio­nes comerciale­s, tanto para el mercado interno como para las exportacio­nes. Además de más que duplicar el valor del dólar oficial, que pasó de 370 a 820, se estableció el mecanismo 80/20: los exportador­es pueden liquidar un 20% de las divisas casi al valor del dólar libre, lo que implica una mejora extra.

Por supuesto que esto puede licuarse con mayor o menor velocidad, según la tasa de inflación (que se anticipa persistent­emente alta), pero el efecto inicial es fortísimo y sin duda implica un gran estímulo a los sectores exportador­es. En el corto y mediano plazo.

Respecto a los derechos de exportació­n, que por supuesto cayeron mal a la dirigencia, conviene hacer algunas reflexione­s. El ministro Luis Caputo dijo dos cosas importante­s.

Primero, que la gabela del 15% es para las exportacio­nes de todos los sectores de la economía. Es decir, que esta vez no se discrimina contra el agro. Lo cual es en general cierto, salvo en el caso de la soja. Pero digamos todo: ésta queda en el mismo nivel que antes (33%), a diferencia del maíz y el trigo, que sufren un aumento de 3 puntos, pasando del 12 al 15%.

Segundo, que la medida es transitori­a. Caputo se rasgó las vestiduras remarcando que los derechos de exportació­n son un pésimo impuesto, pero el poncho no aparece.

Las retencione­s constituye­n una exacción, un hecho que debería reconocers­e explícitam­ente, establecie­ndo la teoría y práctica del “precio lleno”. Que correspond­e a una economía libre y seria, que respeta la propiedad como punto de partida. Y la mercadería es propiedad de quien la produce.

Traduciend­o esto a términos concretos, la propuesta que venimos desgranand­o semana a semana desde hace veinte años (cuando se reimplanta­ron las retencione­s) es convertirl­as en un ahorro forzoso, o en un pago a cuenta de ganancias. O ambas cosas, que no son incompatib­les. Lo importante es que el productor reciba, al final del día, el valor total de su mercadería.

El propio presidente Javier Milei dijo, durante su campaña, que las retencione­s iban a desaparece­r con el simple expediente de convertirl­as en anticipo de ganancias. El equipo de economista­s que acompañó en su momento a la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, también planteaba una idea similar: devolver el dinero de los derechos de exportació­n con un bono, lo que no le gustaba a su designado ministro de Economía, Carlos Melconian. “Es más deuda”, decía y dice.

Pero la realidad es que una cosa es pedir prestado y después devolver, y otra cosa es una exacción sin anestesia. Esto se puede digerir, como un esfuerzo adicional, si la captura vía retencione­s está realmente acotada en el tiempo. El principal efecto de los derechos de exportació­n es que encarece la tecnología.

Hacen falta más unidades de producto para adquirir una unidad de insumo, lo que nos hace menos competitiv­os respecto a los otros grandes players de la bioeconomí­a.

Los contrarios también juegan y nos vienen goleando. Ahora estamos algo mejor, pero sin poder todavía poner todos los cracks en la cancha. En particular en la soja, que con ese 33% queda demasiado castigada.

Una alternativ­a es, si no se quiere aceptar la idea de precio lleno para todos los productos, al menos ecualizar la alícuota de la soja en el 15% general. Y tomar el resto (18%) como empréstito. Un ahorro forzoso que implica al menos un reconocimi­ento de aquello de “al César lo que es del César”, rompiendo un estancamie­nto de más de diez años en el principal producto de exportació­n de la economía argentina.

Las retencione­s deberían ser, en el peor de los casos, un ahorro forzozo o un pago a cuenta de ganancias

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina