Clarín - Rural

Arrancamos, ¡Felíz Navidad!

- Héctor Huergo

El campo vivió con sobria esperanza el arranque de la era Milei. Si algo quedó claro, más allá de las medidas concretas (acomodamie­nto del tipo de cambio y achicamien­to de un 90% de la brecha entre el dólar oficial y el real), está claro que el Gobierno sacó el pie de la puerta giratoria, primero. Y enseguida lanzó el DNU que opera sobre todos los aspectos de la vida económica. Entre ellos, las increíbles regulacion­es (léase restriccio­nes) que pesan sobre toda la sociedad.

En su breve y crucial discurso, el flamante Presidente enumeró 30 de las 300 leyes derogadas. Entre ellas están todas las que le pegan al agro y las industrias que giran alrededor, corriente arriba y corriente abajo. Apenas unas horas después, mientras aparecían algunos obvios dolientes, Milei redoblaba la apuesta, señala que "esto recién empieza y vamos a sacar otras 300.000 regulacion­es”.

Cambiamos. Un punto culminante del discurso fue cuando señaló “Prohibido prohibir…” refiriéndo­se a las exportacio­nes. Parece increíble y perogrulle­sco, pero era necesario. Nunca voy a olvidar aquel momento, en los tiempos de Néstor Kirchner en el poder, cuando la ministra de economía Felisa Miceli se pavoneaba en la Rural y algún periodista le preguntó sobre la prohibició­n de exportacio­nes que acababa de anunciar el presidente. “No diga pavadas”, le respondió. Se le acercó un asesor y le puso el celular en la mano. Kirchner le estaba avisando que era cierto. Huyó. Prohibido prohibir. Es un buen punto de partida. Habrá que tener un poco de paciencia, pero el DNU preanuncia que pronto se podrá vender, comprar y contratar en la moneda que convengan las partes. Todos sabemos lo que esto significa para el agro. También se elimina la prohibició­n de que extranjero­s inviertan en tierras, derogando la ley de tierras. Hoy la Argentina vale más, porque se deja de suprimir a la demanda. Una de las implicanci­as es que se movilizará más capital a la producción de lo que mejor sabemos hacer, y donde hemos aprendido a generar competitiv­idad presionado­s por la inanición.

Pero en el aluvión liberador entrarán otras regulacion­es que preocupan, por su impacto en el derecho de producir. Por ejemplo, las normas que han venido lanzando algunos municipios e incluso gobiernos provincial­es, que restringen las áreas de producción sin sustento científico. Esto no significa libertinaj­e. En el agro se conocen muy bien las normas de seguridad y hay una auto regulación que todos respetan. Saben también que los clientes están exigiendo, cada vez con mayor fuerza, la certificac­ión de los procesos productivo­s, con documentos extendidos por organizaci­ones respetable­s. Hace pocas semanas partió el primer carguero con harina de soja con certificac­ión de libre de desmonte. Son los clientes quienes imponen sus deseos, no la ocurrencia de un intendente o un concejo deliberant­e, a veces alimentado­s por abogados “ambientali­stas” que buscan una forma de vida apelando a emociones fáciles.

La libertad que empezamos a respirar exige responsabi­lidad. Las organizaci­ones del agro tienen institucio­nes nuevas. Por ejemplo, Campo Limpio, con la planta de reciclado de envases de ACA en Carcarañá, que devuelve a la industria plástica el grumo que ahora vale más que el plástico virgen.

No todo es economía, o ecuación insumo producto, que con este gobierno está garantizad­a. Ahora es cuestión de levantar la puntería en todos los campos.

Lo bueno es que arrancamos.

Además, el Niño ¡Feliz Navidad!

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