Historias de la Argentina posible
La nota de tapa de esta edición de Clarín Rural está dedicada a uno de los proyectos más interesantes que me tocó vivir en mi vida profesional: el de Ser Beef, en la provincia de San Luis. Hoy es el feedlot más grande de la Argentina, y el último hito (que disparó el interés para hacer esta nota) fue la inauguración de una carnicería propia, en el mismo establecimiento, donde se vende carne de alta calidad con marca propia.
Pero atrás de este jalón hay una historia con mucha miga, donde se conjugan la creatividad y visión de los inversores y sus operadores locales. Todo arrancó hace menos de 30 años, cuando un grupo familiar italiano, vinculado con negocios energéticos, encuentra la oportunidad de invertir en el desarrollo de tierras en la Argentina. Voy a evocar aquel momento fundacional.
El mundo empezaba a cambiar. Se había cerrado la Ronda Uruguay del GATT, abriendo una esperanza al libre comercio internacional, en un primer paso para terminar con el proteccionismo agrícola. El mismo telón de fondo que llevó a inversores como George Soros a interesarse por invertir en la producción agropecuaria en países con potencial competitivo.
Un inolvidable amigo, Ricardo Villar, ingeniero agrónomo y agente inmobiliario, recibió el pedido de buscar un campo “de escala” para los Radici. Villar tenía mucho conocimiento de la provincia de San Luis. Estaba fascinado por las posibilidades de transformar tierras semiáridas en áreas de riego. La provincia acababa de terminar el dique Paso de las Carretas creando un enorme reservóreo de agua. La represa descargaba en un acueducto para abastecer consumo humano y animal aguas abajo. Pero eso insumía una cantidad mínima del caudal potencial. El asunto era regar, y ese era también el objetivo de la provincia. El problema era que los vecinos al dique eran todos productores de baja escala. Unos 50, promediando entre 150 y 200 hectáreas, casi todos semi abandonados, en uso ganadero de baja escala y sin capital como para instalar riego y asegurar la agricultura.
Villar negoció con la provincia, comunicando el deseo del inversor: adquirir tierras en la zona aledaña al nuevo lago y ponerlas en producción intensiva bajo riego. Necesitaban la garantía del uso del agua. Con el visto bueno, avanzaron.
Ahora había que convencer a los vecinos y contarles la idea. Ninguno podría encarar esto por su cuenta. Y era muy difícil que lo hicieran en conjunto. El riego mecanizado, con los pivotes de los círculos verdes, requería una inversión que triplicaba el valor de la hectárea. Villar lanzó la oferta pública, muy atractiva y bien por encima del precio de la hectárea en aquel momento. La enorme mayoría aceptó la oferta. El negocio estaba en marcha. Un caso de “reforma agraria” al revés. En lugar a atomizar, juntar hectáreas, y ponerlas en marcha con modernidad y escala.
Con el negocio en marcha, llegó al país Fausto Radici, a quien tuve el enorme gusto de conocer. Había sido campeón olímpico de sky, en la emblemática especialidad del slalom. Falleció en el 2002. Hoy está al frente su hijo Alessandro, junto a su madre. Se instalaron decenas de pivotes, y se hizo toda la infraestructura necesaria, en caminos y tuberías. Llevaron la fibra óptica, cuando recién se iniciaba en el país. Desde una pantalla no solo controlaban todos los riegos del
El enorme potencial de rendimiento del maíz bajo riego naufragaba en el flete a Rosario
campo, sino también el movimiento de tractores, camiones y maquinaria. Era Argentina año verde.
Empezaron a fluir las cosechas. Pero Granville, entre San Luis y Villa Mercedes, quedaba muy lejos de los puertos. El enorme potencial de rendimiento del maíz bajo riego naufragaba en el flete a Rosario. San Luis era una provincia ganadera, con enorme producción de terneros, y zona de confluencia de animales del sur de Mendoza, Córdoba y La Pampa. El feedlot hacía sus pininos en la Argentina. En Granville estaba cantado. Lo hicieron.
Pasen y vean.