Bajarían retenciones sólo a las economías regionales
El Gobierno ofrece eliminarlas en varias producciones. Para los cultivos principales, la presión fiscal sigue alta.
En las negociaciones legislativas sobre el plan que planteó el Gobierno para reformar la estructura socioeconómica del país, las retenciones agroindustriales mantienen un rol protagónico. No sólo fueron rechazadas por diversas entidades que expusieron en el plenario de Diputados. También se manifestaron en contra diversos gobernadores, y condicionaron los votos de los diputados de esas provincias en las definiciones que podrían llegar la semana próxima.
El equipo del presidente Javier Milei estaría entendiendo que el argumento de que “las retenciones son un mal necesario en este momento de emergencia” pierde fuerza en el caso de economías regionales que aportan menos a las arcas fiscales. Por eso, al considerar que no aportan mucho para su objetivo prioritario, aceptaría reducir las alícuotas en sectores puntuales de producciones agroindustriales que en varias provincias dinamizan la economía.
Cambiar esa posición tiene, para Milei, el atractivo de consagraciarse con los gobernadores que podrían aglutinar voluntades de sus diputados y así conseguir más votos para apuntalar el proyecto legislativo.
Pero, al menos en este aspecto, el tiempo le jugó en contra al Presidente, porque cada día se sumaron más rechazos a las retenciones. Se fueron acumulando las críticas cada vez más firmes de referentes agropecuarios, como la mesa de enlace y otras entidades de productos específicos, y también de dirigentes políticos con visión generalista, en una lógica similar al modo que en 2008 se construyó el consenso amplio para rechazar el aumento de retenciones que impulsaron Cristina y Néstor Kirchner.
En ese marco, el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, levantó la bandera ya tradicional en la provincia mediterránea, en el momento culminante de las negociaciones.
“Pensamos que tendría que ser distinta. Esperábamos que en este momento estuviéramos hablando de una baja de las retenciones seguros de que eso incentivaría una mayor producción”, dijo insatisfecho.
“Tras diversos intentos de encontrar acuerdos en ese sentido con flexibilidad, ahora dejamos firme nuestra posición de rechazo a cualquier tipo de retenciones”, afirmó.
En el mismo sentido se expresó el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, quien pidió un plan de reducción de las retenciones “para terminar con la transferencia de fondos desde el interior del país, en base a la producción de cereales, oleaginosas y sus derivados”. Puntualmente pidió terminar con la inequidad que sufre el distrito que conduce, “el de mayor desequilibrio entre lo que exporta y lo que importa”.
Al cierre de esta edición parecía haberse alcanzado un principio de consenso sobre el paquete de reformas en general y el Gobierno difundía entre los puntos principales su disposición a aceptar las retenciones cero. Se aclaraba que era para economías regionales, pero quedaba sobrevolando la idea de que favorecía al campo, pero menos comentaba que no cedía demasiado en la recaudación de divisas que aporta especialmente el complejo soja, y también el maíz, el trigo y otras producciones agropecuarias.
Es el propio presidente quien ha cerrado filas con su ministro de Economía, Luis Caputo, en la posición de que es más importante apuntar al déficit cero, y cobrar retenciones, que estimular la producción y las exportaciones. En ese sentido, siguen inflexibles con la presión tributaria a los granos que ingresan más dólares a la economía, con la soja a la cabeza.
En definitiva, los granos, y su valor internacional siguen siendo centrales en la escena política argentina. Como tantas veces, como en 2008, con la resolución 125, y en 2015.
En ese sentido, de colofón va un homenaje oportuno. Porque tal como Héctor Gambini expuso esta semana en Clarín el 18 de enero de ese último año al fiscal Alberto Nisman lo mataron porque era un estorbo para un acuerdo con Irán para canjear petróleo por granos.
En rigor, nadie duda de que los granos tienen valor pero en la Argentina sin precios de referencia algunos se confunden. ¿Habrá que volver a aclarar que los granos no brotan solos y que hay mucho trabajo detrás? Y cuántas veces habrá que exponer el desarrollo agroindustrial de los países vecinos, que llevan dos décadas de baja inflación, sin retenciones.w