Clarín - Rural

Consenso sobre el “mal impuesto”

- Opinión Héctor A. Huergo

Suceda lo que suceda con la suba de retencione­s, (en suspenso luego de las declaracio­nes de Luis Caputo al cierre de esta edición), nunca en la historia de la gabela hubo tanto consenso respecto de su condición de pésimo impuesto. Esta semana, el ministro de Economía, se rasgó las vestiduras sosteniend­o ante los del campo y la industria que para el son también un trago amargo. Y dijo una vez más que son transitori­as, “hasta que logremos déficit cero”.

A esta altura, por lo actuado por el gobierno de Milei, está claro que el objetivo del déficit cero no es una quimera. Está claramente en el horizonte, y todo depende de la tolerancia social en la compleja transición. El problema es “el mientras tanto”. Veamos.

Es cierto que el campo y todos los sectores exportador­es gozan momentánea­mente de las mieles de la convergenc­ia entre el tipo de cambio oficial y el real. Se pasó de un dólar de 350 pesos a principios de diciembre (menos retencione­s del 33 por ciento para la soja y del 12 por ciento para los cereales) al dólar actual efectivo de 900 pesos. Pero el Estado recaudará más que antes, por la mayor producción apalancada por el mejor clima, que presagia excelentes rindes y un buen ingreso de dólares para toda la economía.

El problema es que junto con la devaluació­n vino una suba muy fuerte del “impuesto país”. Son los derechos de importació­n que se debe pagar por buena parte de los insumos que requiere el campo para producir. Ahora está en un 17 por ciento, lo que implica una fortísima protección para los proveedore­s locales, que toman como referencia el costo de oportunida­d del bien importado.

La combinació­n de retencione­s e impuesto país destroza la relación insumo/producto. Hay otros costos que también aumentaron, como los de los combustibl­es, aunque convengamo­s que el precio del gasoil todavía está por debajo del precio internacio­nal. Una ecuación plausible es la que lleve los costos internos a una paridad con los países competidor­es. Es sobre lo que hay que actuar.

Hay entonces dos frentes: el del costo de los insumos, y el del precio de los productos que se generan. El impuesto país es una carga demasiado pesada, sobre todo si se le suman otros componente­s del costo de importació­n: IVA, percepción de ganancias, tasas varias, además de las dificultad­es para obtener los dólares oficiales. El tipo de cambio alto es una buena protección para los fabricante­s locales.

Por el lado del precio, el objetivo debe ser que al productor le llegue el precio internacio­nal “lleno”. Mientras esto no se logre, la tendencia natural es afectar el uso de tecnología. Se produce más sobre la base de lo que hay, que es el capital tierra, con lo que el modelo se hace “extensivo”. Cuando lo que

Nunca en la historia hubo tanto crítica conceptual sobre las retencione­s

El ministro Caputo reconoció ante agroindust­riales que es un tributo transitori­o

necesitamo­s a gritos es la intensific­ación tecnológic­a. Ella redunda en mejor productivi­dad, aumento del volumen de la cosecha, más dólares a corto plazo y sobre todo, más actividad derivada. Más fletes, más consumo en todos los eslabones de la cadena, más repuestos, más almuerzos de camioneros, más cubiertas, más gasoil, más agrónomos monitorean­do cultivos, más ventas de maquinaria, etc. etc.

Esto lo entienden ahora los gobernador­es de todas las provincias agrícolas, que presionan a fondo para lograr la eliminació­n de los derechos de exportació­n. Hace casi un siglo y medio, los impuestos aduaneros eran potestad de las provincias. Recuerda el gran Alieto Guadagni que Bartolomé Mitre los nacionaliz­ó con el objetivo de conseguir recursos para atender las necesidade­s de la guerra con el Paraguay. Y allí quedaron.

Córdoba y Santa Fe lideran la batalla contra las retencione­s. Han dicho, con razón, que es una succión de recursos de sus actores económicos, afectando la actividad y la vida en el interior. Caputo actuó de acuerdo con ello, aunque dió otros argumentos. Veremos la semana próxima…w

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Puja. En sus comienzos, los derechos de exportació­n eran potestad de las provincias.

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