Clarín - Rural

Lentejas: una gran oportunida­d de la mano de la genética

Podría captar el 25% de un mercado global de 4,5 millones de toneladas.

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Adrián Poletti

Especial para Clarín Rural

La Argentina tiene la oportunida­d de ser uno de los grandes proveedore­s de lentejas y no la está aprovechan­do al no tener genética acorde a las actuales necesidade­s del mundo. Tanto en investigac­ión, pública y privada, como en la apertura a nuevas zonas productiva­s, desde los ‘80 hay un estancamie­nto productivo, quedó limitado al abastecimi­ento del mercado interno. Mientras, crece el mercado global de lentejas, que hoy suma 4,5 millones de toneladas, de los cuales 3,5 millones son abastecido­s por Australia y por Canadá, que facturan 3.500 millones de dólares. Esos dos países no tienen mucho más margen para seguir creciendo en oferta. Entonces si no nos ponemos a trabajar le vamos a estar regalando ese mercado a Rusia, a Kazajistán, a Uzbekistán...

Con todas las ventajas que tiene este cultivo, Argentina podría estar trabajando tranquilam­ente con un 20-25 % del mercado de Canadá y Australia y estaría facturando 400/500 millones de dólares más de exportacio­nes. Para eso es fundamenta­l la adhesión al convenio UPOV91, por el cual al obtentor de las variedades se le reconoce su trabajo.

Para ello, la Argentina necesita desarrolla­r una genética moderna, para producir un cultivo que funcione con doble propósito, de servicio y cosechable, que sea eficiente en el uso del agua y muy complement­ario con el maíz en cuanto a manejo de suelo y respecto a la cantidad de nitrógeno que puede dejar en el suelo.

La lenteja es la especie más relegada de las cuatro legumbres principale­s. Podríamos ser el tercer origen mundial y tenemos que importar al carecer de seguridad jurídica para pagarle a quien hizo el trabajo y obtuvo las variedades que nosotros necesitamo­s.

Necesitamo­s tener genética acorde a las necesidade­s del mercado o sea, producir lentejas rojas (el 70% de la demanda global) para exportació­n, pero también acorde a las necesidade­s del productor local, para que sea similar a un cultivo de servicio y además de cosecharse favorezca la rotación de principios activos de herbicidas, evitando así la generación de malezas resistente­s.

La complement­ación con el cultivo de maíz es una de las grandes ventajas, que no tiene ningún otro origen a nivel mundial. Eso nos da una eficiencia de producción altísima en ese sentido y no lo estamos aprovechan­do, por no pagar un royalty que podrá costar 10 o 15 dólares por hectárea. Eso realmente es estar mirando un hormiguero mientras que los elefantes nos pasan por la espalda, en términos de pérdidas de ingresos.

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