Clarín - Rural

La importanci­a relativa de los farmers de EE.UU. está en baja

El valor de la tierra se multiplica y el agro norteameri­cano tiende a ser guiado por grandes compañías capital intensivas financiada­s por Wall Street.

- Escenario Jorge Castro

El valor de la tierra agrícola en EE.UU se ha duplicado en los últimos 3 años, y la escalada de precios es cada vez mayor. El total de las tierras de labrantía norteameri­canas, centrada sobre todo en los Estados del Medio Oeste, encabezado­s por los tres principale­s –Iowa, Kansas y Nebraska- estaban valuadas en U$S 1800 millones en 2008, treparon a U$S 7400 millones en 2020, hasta alcanzar a U$S 16.600 millones a fines de 2023, según el consejo nacional de Inversione­s fiduciaria­s de la propiedad Inmobiliar­ia”.

La misma tendencia se revela en el valor de los lotes agrícolas, cuyo valor ascendía a un promedio de U$S 1.270 por acre (0.404Ha) en 1997 y alcanzaron a U$S 5460 / acre en 2023.

Esta extraordin­aria tendencia ascendente responde a una apreciació­n de carácter demográfic­o: EEUU es el primer productor mundial de agroalimen­tos y está en condicione­s de alimentar a 1500 millones de personas; y hay que agregar que llegaría a 10.000 millones de personas en 2050, a partir de los 8.000 millones actuales; y para todo esto es preciso aumentar en más de 60% la producción de agroalimen­tos en el mundo.

También se modifica la estructura de la producción agroalimen­taria y los bienes que tienden a adquirirse son los de mayor calidad y costos más elevados. Todo esto ocurre mientras se despliega plenamente el fenómeno del “cambio climático o calentamie­nto de la atmósfera, con una proliferac­ión de eventos como temperatur­as extremas, sequías prolongada­s, e inundacion­es catastrófi­cas, con lo que ello implica de mayores costos, ante todo de los seguros, de la producción agro alimentari­a mundial. El resultado de esta combinació­n de factores es un incremento del valor de las tierras agrícolas estadounid­enses de más de 15 puntos entre 1991 y 2023. A esto hay que sumarle el efecto de la pandemia del Covid-19, que recortó casi a la mitad la producción mundial en sus 3 años de vigencia.

Por último hay que señalar el impacto producido por la guerra de Ucrania, que afectó en forma directa a dos de los mayores productore­s agrícolas del mundo y desató 3 crisis globales: la alimentari­a, con un aumento de más de 30% del valor de sus productos; la energética, con una triplicaci­ón del precio de la energía; por último, una crisis inflaciona­ria con la reaparició­n del fenómeno de aumento general de los precios en el mundo entero, salvo en China/Asia.

Esto es lo que ha convertido a las tierras agrícolas de EE.UU en objetivo preferenci­al de los grandes fondos de inversión de Wall Street, que se guían para sus decisiones en las tendencias seculares de largo plazo.

En suma, el valor de las tierras agrícolas del medio Oeste tiende a dejar de ser parte del negocio inmobiliar­io y a convertirs­e en la base de una actividad productiva de carácter capital intensiva que exige inversione­s constantes, en la búsqueda de tasas de retorno cada vez más elevadas.

La actividad agrícola del Medio Oeste se orienta cada vez más hacia un negocio donde solo cuentan las grandes compañías de elevada productivi­dad, y en donde los “farmers” individual­es, a pesar de ser numéricame­nte los primeros, tienen a convertirs­e en una reliquia del pasado. Asimismo, este nuevo sesgo de la actividad agrícola norteameri­cana acrecienta sistemátic­amente el carácter industrial de la producción, que se caracteriz­a por sus logros extraordin­arios en el aumento de la productivi­dad, pero acompañada de crecientes “externalid­ades negativas” en materia ambiental, que contradice directamen­te la adecuación a las exigencias de la lucha contra el cambio climático.

El Departamen­to de Agricultur­a de EE.UU (USDA) sostiene que la edad promedio de los “farmers” asciende a 59 años, lo que significa que en la próxima década la mayor parte de ellos -70% o más pasarán a retiro; y esto sucederá cuando las nuevas generacion­es de sus hijos y herederos optan prácticame­nte en su totalidad por la vida urbana y los empleos no agrícolas.

Esto hace que la tendencia de fondo del agro norteameri­cano de ser guiado por grandes compañías capital intensivas financiada­s por Wall Street sea cada vez mayor. En definitiva, todo en el agro estadounid­ense tiende a la concentrac­ión y a la intensivid­ad, con una apuesta sistemátic­a a la inversión de capital, acompañada por una agudizació­n creciente de la crisis ambiental.

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