La importancia relativa de los farmers de EE.UU. está en baja
El valor de la tierra se multiplica y el agro norteamericano tiende a ser guiado por grandes compañías capital intensivas financiadas por Wall Street.
El valor de la tierra agrícola en EE.UU se ha duplicado en los últimos 3 años, y la escalada de precios es cada vez mayor. El total de las tierras de labrantía norteamericanas, centrada sobre todo en los Estados del Medio Oeste, encabezados por los tres principales –Iowa, Kansas y Nebraska- estaban valuadas en U$S 1800 millones en 2008, treparon a U$S 7400 millones en 2020, hasta alcanzar a U$S 16.600 millones a fines de 2023, según el consejo nacional de Inversiones fiduciarias de la propiedad Inmobiliaria”.
La misma tendencia se revela en el valor de los lotes agrícolas, cuyo valor ascendía a un promedio de U$S 1.270 por acre (0.404Ha) en 1997 y alcanzaron a U$S 5460 / acre en 2023.
Esta extraordinaria tendencia ascendente responde a una apreciación de carácter demográfico: EEUU es el primer productor mundial de agroalimentos y está en condiciones de alimentar a 1500 millones de personas; y hay que agregar que llegaría a 10.000 millones de personas en 2050, a partir de los 8.000 millones actuales; y para todo esto es preciso aumentar en más de 60% la producción de agroalimentos en el mundo.
También se modifica la estructura de la producción agroalimentaria y los bienes que tienden a adquirirse son los de mayor calidad y costos más elevados. Todo esto ocurre mientras se despliega plenamente el fenómeno del “cambio climático o calentamiento de la atmósfera, con una proliferación de eventos como temperaturas extremas, sequías prolongadas, e inundaciones catastróficas, con lo que ello implica de mayores costos, ante todo de los seguros, de la producción agro alimentaria mundial. El resultado de esta combinación de factores es un incremento del valor de las tierras agrícolas estadounidenses de más de 15 puntos entre 1991 y 2023. A esto hay que sumarle el efecto de la pandemia del Covid-19, que recortó casi a la mitad la producción mundial en sus 3 años de vigencia.
Por último hay que señalar el impacto producido por la guerra de Ucrania, que afectó en forma directa a dos de los mayores productores agrícolas del mundo y desató 3 crisis globales: la alimentaria, con un aumento de más de 30% del valor de sus productos; la energética, con una triplicación del precio de la energía; por último, una crisis inflacionaria con la reaparición del fenómeno de aumento general de los precios en el mundo entero, salvo en China/Asia.
Esto es lo que ha convertido a las tierras agrícolas de EE.UU en objetivo preferencial de los grandes fondos de inversión de Wall Street, que se guían para sus decisiones en las tendencias seculares de largo plazo.
En suma, el valor de las tierras agrícolas del medio Oeste tiende a dejar de ser parte del negocio inmobiliario y a convertirse en la base de una actividad productiva de carácter capital intensiva que exige inversiones constantes, en la búsqueda de tasas de retorno cada vez más elevadas.
La actividad agrícola del Medio Oeste se orienta cada vez más hacia un negocio donde solo cuentan las grandes compañías de elevada productividad, y en donde los “farmers” individuales, a pesar de ser numéricamente los primeros, tienen a convertirse en una reliquia del pasado. Asimismo, este nuevo sesgo de la actividad agrícola norteamericana acrecienta sistemáticamente el carácter industrial de la producción, que se caracteriza por sus logros extraordinarios en el aumento de la productividad, pero acompañada de crecientes “externalidades negativas” en materia ambiental, que contradice directamente la adecuación a las exigencias de la lucha contra el cambio climático.
El Departamento de Agricultura de EE.UU (USDA) sostiene que la edad promedio de los “farmers” asciende a 59 años, lo que significa que en la próxima década la mayor parte de ellos -70% o más pasarán a retiro; y esto sucederá cuando las nuevas generaciones de sus hijos y herederos optan prácticamente en su totalidad por la vida urbana y los empleos no agrícolas.
Esto hace que la tendencia de fondo del agro norteamericano de ser guiado por grandes compañías capital intensivas financiadas por Wall Street sea cada vez mayor. En definitiva, todo en el agro estadounidense tiende a la concentración y a la intensividad, con una apuesta sistemática a la inversión de capital, acompañada por una agudización creciente de la crisis ambiental.