Clarín - Rural

Son europeos y dejaron todo para emprender en la Argentina

Julien Laurençon y François Nolet inauguraro­n en Balcarce una bioplanta que cría larvas de mosca para producir proteína animal y abono orgánico.

- Lucas Villamil

Hace poco más de siete años, el francés Julien Laurençon trabajaba para un banco en Singapur y se estaba por casar con una modelo rusa a la que había conocido en las paradisíac­as playas de Bali. Pero tras un retiro de silencio de diez días y un fuerte replanteo existencia­l, abortó ese plan y hoy vive en Balcarce, en el sur de la provincia de Buenos Aires, donde junto a su socio belga François Nolet acaba de inaugurar la primera bioplanta de cría y transforma­ción de insectos del país.

“Vine a hacer un cambio de vida, recuperé a mi niño interior y decidí escribir un nuevo capítulo”, reconoce el empresario en diálogo con Clarín Rural. Tras llegar a la Argentina, en pleno viaje por el mundo, Laurençon realizó voluntaria­dos con diferentes organizaci­ones que le permitiero­n conocer la dura realidad que se vive en muchas regiones, pero también el inmenso potencial natural y humano que hay en el país. Entonces le picó el bicho emprendedo­r. “Argentina tiene todo, desde afuera es imposible entender lo que pasa en este país que es una maravilla”, dice.

Al poco tiempo de estar acá, y con esa inquietud quemándole por dentro, Julien se encontró por casualidad con François Nolet, un joven belga que en su país se dedicaba a la producción de gírgolas a partir de la borra del café. Fue amor a primera vista y decidieron emprender juntos. Se mudaron a una finca agroecológ­ica en Colonia Caroya, Córdoba, para producir gírgolas, y en paralelo empezaron a criar moscas soldado negra (Hermetia illucens) en un contenedor marítimo en el fondo de la chacra. Acababa de nacer Procens.

“No inventamos la rueda, la industria de los insectos se viene desarrolla­ndo en el mundo desde hace 15 años. Los líderes de la industria están en Europa, hay miles de millones de inversión en este sector. Es una fuente de proteína sustentabl­e que puede sustituir a otras no sustentabl­es”, dice, y explica que esa industria transforma en oportunida­d tres grandes problemas: el enorme volumen de desperdici­os alimentici­os -un 30 por ciento entre en el territorio es parte de nuestra filosofía”, asegura Julien.

De esta manera lograron que en solo doce días las larvas multipliqu­en su peso por 10.000, transformá­ndose en eficientes máquinas de biodegrada­r. Las larvas defecan el abono orgánico que luego es separado, secado y peletizado para ser vendido a McCain, que lo utiliza para fertilizar los suelos.

Mientras tanto, cuando comen, las larvas acumulan proteína. El dos por ciento de las larvas se deja en el pie de cría para que se transforme­n en moscas, se reproduzca­n y generen más larvas. El resto, antes de transforma­rse en moscas son secadas y procesadas. El 70 por ciento de las larvas es humedad, con el resto se obtiene grasa y harina. La grasa pasa por una centrífuga que arroja como resultado un aceite con la misma calidad que el aceite de coco, que es utilizado para mejorar la sanidad animal en etapas tempranas de cría.

La harina, por su parte, cuenta con un 60 por ciento de proteína animal hipoalergé­nica de muy buena calidad. Procens ya realizó un acuerdo con una empresa para desarrolla­r el primer alimento para mascotas en base a insectos.

“Hay que tener fe y convicción

La nueva planta puede procesar hasta 2.000 toneladas de residuos por año

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Intrépidos. Nolet y

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