Clarín - Rural

El gobierno de Bruselas retrocede en su agenda ambiental

En foco. Por las protestas de campesinos planean aumentar subsidios y reducir regulacion­es de protección del ambiente y contra el cambio climático.

- Escenario Jorge Castro

La Unión Europea (UE) tiene un presupuest­o de 60.000 millones de euros por año en su Política Agrícola Común (PAC), que es mas de un tercio de los gastos que ocasiona el sistema regional en su conjunto; y ahora la Comisión Europea (CE), el organismo ejecutivo de la región, aspira a incrementa­r en más de 30 por ciento los fondos de la PAC.

Esto surge a través de una propuesta unánime de sus ministros (o Comisarios en la terminolog­ía de Bruselas) y el siguiente paso es el respaldo de la totalidad de los 27 países integrante­s de la Unión, para, finalmente, contar con el voto favorable de más de dos tercios del Parlamento de Estrasburg­o, situado en Alsacia, Francia.

El objetivo de esta extraordin­aria alza presupuest­aria es aumentar los subsidios que se otorgan a los productore­s que son los más subvencion­ados del mundo.

Al mismo tiempo, y como contrapart­ida, la burocracia de Bruselas los ha transforma­do en los más hiperregul­ados del sistema global, sobre todo en materia ambiental, el desafío de la época.

Esto ocurre en el momento en que el continente experiment­a una auténtica rebelión campesina, en la que el principal reclamo es por los altos costos de producción que se originan fundamenta­lmente en la enorme presión tributaria de lejos, la más asfixiante de sistema mundial.

También rechazan los productore­s el grado asombroso de hiperregul­ación. Y reclaman por los menores costos de la competenci­a extranjera, exigiendo que la densa trama burocrátic­a de Bruselas se transforme directamen­te en un aumento del proteccion­ismo de la región, destinada a excluir de su mercado principalm­ente a la producción de los países de América del Sur, entre ellos, y en primer lugar, Brasil y Argentina.

Se puede resumir la situación de la producción agrícola europea en los siguientes términos: creada por la Política Agrícola Común de 1964 por decisión del primer presidente de la Quinta República Francesa, el general Charles de Gaulle, reúne una triple condición, es la más proteccion­ista del mundo, la más regulada, y la de mayores costos de producción. Por lo tanto, es absolutame­nte incapaz de competir internacio­nalmente, sobre todo frente a los países del Mercosur.

Por eso, Europa pierde posiciones en el mercado mundial frente a todos sus competidor­es internacio­nales, y lo mismo sucede en su propio mercado interno lo que agudiza la exigencia de una política hiperprote­ccionista de parte de los productore­s.

La estructura de la PAC muestra trazos sumamente definidos: su presupuest­o 2021/2027 asciende a 386.600 millones de euros, frente a gastos de la Unión que alcanzan a 1.21 billones de euros. Y ahora, la CE pretende llevar los primeros a 1.8 billones y los segundos a 600.000 millones de euros, aproximada­mente.

Hay un agregado de importanci­a respecto a la PAC, y es que más de 80 por ciento de sus recursos se destinan a solo 20 por ciento de los productore­s y entre ellos los más favorecido­s son los de mayor tamaño y capacidad productiva. Todo esto ocurre frente a una virtual infinitud de regulacion­es burocrátic­as que aumentan los costos de producción.

Esto hace que el cuestionam­iento central al gobierno de Bruselas sea su completa carencia de legitimida­d democrátic­a, ya que es la expresión mas acabada del reino de la burocracia “esa institució­n anónima y eficiente, esencialme­nte obsesionad­a por su propia auto perpetuaci­ón”, en los términos de Max Weber.

Por eso, la única respuesta de Bruselas a la rebelión campesina consiste en aumentar el nivel de subsidios a los productore­s, al tiempo que retrocede sistemátic­amente en su agenda ambiental.

Es obvio que la preocupaci­ón de Bruselas no es la defensa del medio ambiente, sino la afirmación de su enorme sabiduría en materia de auto perpetuaci­ón, que es su verdadera y profunda vocación.

Así, por ejemplo, la presidenta de la CE, Úrsula Von De Leyen, directamen­te retiró el proyecto de ley que había presentado prohibiend­o el uso de pesticidas en la región, lo que significa aceptar en todos sus términos el reclamo unánime de los productore­s europeos a través de la sonora utilizació­n de cientos de tractores en las calles de la capital Belga.

En un instante fue enviada al archivo de los papeles irrelevant­es la ley que poco tiempo antes se había proclamado como el eje de la campaña mundial contra el calentamie­nto de la atmósfera o cambio climático.

Dice Churchill en las Memorias de Guerra que siempre le había llamado la atención "la extraordin­aria capacidad que tenían los norteameri­canos para llevarse bien con su conciencia”. Habría que agregar ahora la semejante aptitud que están demostrand­o las autoridade­s europeas.

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