“Total, siembran igual”
“Siembran igual”. Es uno de los argumentos que esgrimieron históricamente los planificadores para justificar la exacción de las retenciones. Lo dramático es que, en una mirada superficial, tienen razón: da la impresión de que la superficie cultivada año tras año tiene un alto coeficiente de elasticidad precio. Es decir, el área es bastante insensible al precio. Lo que la muletilla no calcula es el lucro cesante. La detracción de los precios tiene un efecto deletéreo en todo el entramado (“la red”) productivo. Primero, por el impacto tecnológico: los derechos de exportación erosionan la relación insumo/producto, trabando la aplicación de tecnología. Segundo, porque dejan afuera del circuito millones de hectáreas que podrían agregarse con el simple expediente del riego. Tercero, por la combinación de ambas cosas: riego más tecnología.
¿Qué significa encarecer la relación insumo/producto? Es simple: deriva en una producción donde interviene más el recurso que está (la tierra) y menos los que se agregan para mejorar los rindes y la calidad del producto obtenido. Es decir, menos intensiva. O más extensiva. No solo es lucro cesante, sino deterioro del recurso, porque impide por ejemplo reponer los nutrientes que se llevan las cosechas. Hace pocos días, el empresario Lisandro Brill me sumó gentilmente a un grupo de whatsapp que apunta a impulsar el riego en la Argentina. Convocó a numerosos especialistas, desde la academia al sector privado, con proveedores de equipos, usuarios y ex funcionarios que han tenido responsabilidad en esta cuestión clave. Allí, el inefable Mariano Winograd (uno de los grandes pensadores del agro) remarcó que los derechos de exportación son la principal traba para avanzar con el riego complementario sobre 6 o 7 millones de hectáreas de la región pampeana y la Mesopotamia. Lo confirma Alejandro Pannunzio, profesor de Riego de la Facultad de Agronomía de la
UBA. Sólo con el agua del Paraná y otras gigantescas venas como el rio Uruguay, el Paraná, el Bermejo.
Tiene razón Winograd. El telón de fondo para la no intensificación tecnológica y la incorporación masiva del riego son las retenciones. Supongamos que, como prometió Milei en la campaña, y flota en el equipo de Agricultura, es cuestión de tiempo. Veremos. Pero mientras tanto hay tareas para el hogar.
Jorge Neme, quien durante muchos años dirigiera el Prosap (Programa de Servicios Agrícolas Provinciales), canalizó cientos de millones de dólares de organismos financieros internacionales para remozar y crear nueva infraestructura hídrica.
Fundamentalmente en las provincias cordilleranas. Neme recordó en un posteo en el grupo que hoy el organismo que continuó al Prosap (Diprose) está en el limbo. Se sabe que hay fondos disponibles y proyectos aprobados, pero el poncho no aparece. “No hay plata”. No es el caso. Está, y hay proyectos postergados.
Lo bueno es que hay experiencias formidables. Hace un cuarto de siglo, un grupo inversor familiar de origen italiano vio la oportunidad de regar 10.000 hectáreas en San Luis, con agua de una represa en las nacientes del rio Quinto. Nació Ser Beef. Hoy allí hay decenas de pivotes que producen básicamente maíz, convertido allí mismo en carne en el feedlot más grande del país.
En el deslinde entre Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, desde los satélites se ven los círculos verdes de Mistol Ancho. Allí producen semilla híbrida de maíz, que se exporta a Estados Unidos. El premio de precio les permite todo esto. Los Bartolucci implementaron ahora un sistema de paneles solares con el que se autoabastecen de energía renovable, sacándose de encima el problema del gasto de combustible para el riego. Martín Pasman, de Valley, proveyó tanto los pivotes como los paneles y dice que es el más grande regador con energía solar de la región.
Imaginemos. Un gobierno que elimine las retenciones y haga los deberes. Se van a enterar que el "total, siembran igual" es el mayor disparate de la historia.