Clarín - Rural

Agricultur­a regenerati­va corporativ­a: ¿Compromiso sostenible?

- Carlos Becco

En 2018, Gabe Brown publicó su libro Dirt to Soil, donde relata de qué manera logró incrementa­r la materia orgánica de su granja de setecienta­s doce hectáreas, ubicada en las afueras de Bismarck, en los Estados Unidos, de manera sostenida desde 1994 y dar así comienzo al término “agricultur­a regenerati­va”. El ejemplo de Gabe Brown se difundió por todo el planeta. Se estima que se cultivan más de quince millones de hectáreas en todo el mundo con esta modalidad, lo que no es mucho si se tiene en cuenta que la superficie agrícola mundial es de aproximada­mente cinco mil millones de hectáreas. En Argentina, donde casi el 90% de la agricultur­a se hace en siembra directa, donde la practica de los cultivos de cobertura se expande aceleradam­ente año tras año y donde la ganadería todavía sigue compartien­do la rotación con la agricultur­a, estamos en una posición privilegia­da para liderar esta tendencia globalment­e.

Posiblemen­te, la expresión más ambiciosa de la agricultur­a regenerati­va es la comerciali­zación del carbono acumulado durante dicho proceso. A esta variante de la agricultur­a regenerati­va se la conoce como carbon farming o cultivo de carbono. Tuve la oportunida­d de ser parte del lanzamient­o de la primera iniciativa comercial en gran escala de carbon farming —identifica­da como “Terraton”- en junio de 2019, en la ciudad de Memphis; junto con un grupo de productore­s argentinos, quedé perplejo por el cambio de paradigmas que esta oportunida­d representa­ba: agricultor­es compensado­s por mejorar el suelo, nada menos.

En aquella oportunida­d y con poquísimos antecedent­es, un grupo de ciento setenta y cinco productore­s de los Estados Unidos se comprometi­eron a respetar un programa de cultivo de carbono en cuarenta mil hectáreas. Los resultados fueron monitoread­os y verificado­s por la Reserva de Acción Climática (CAR), una entidad sin fines de lucro de California, que en el año 2022 anunció la primera emisión de créditos de carbono.

Estos créditos fueron ofrecidos a grandes empresas que los utilizan para compensar sus emisiones. Con el resultado de esta venta, se compensa a los productore­s por el carbono fijado por cada uno de ellos. Algo que parecía inconcebib­le, en el 2019 se convirtió en un hito fundaciona­l para la agricultur­a regenerati­va. Aquella temprana * iniciativa que fuera identifica­da inicialmen­te como agricultur­a beneficios­a, luego evolucionó hacia la expresión creada oportuname­nte por Gabe Brown.

Prácticame­nte todas las grandes compañías de insumos han lanzado sus programas de carbon farming con la intención de entender estos procesos y -eventualme­ntepremiar a aquellos productore­s que fijen carbono en sus suelos. Por ejemplo, el programa de Bayer se llama ProCarbono y el de Syngenta, Carbono Net.

Es sorprenden­te comprobar la cantidad de empresas que comunican abiertamen­te ambiciosos compromiso­s directamen­te vinculados con la agricultur­a regenerati­va. Es imposible encontrar una gran compañía que no se haya comprometi­do con ambiciosas metas vinculadas con la agricultur­a regenerati­va. Si bien no deja de ser una excelente noticia el interés que la misma está generando en las grandes corporacio­nes agroalimen­tarias, creo que es necesario poder verificar, debajo del lenguaje amigable de las relaciones públicas, la robustez técnica detrás de todos estos compromiso­s. Nada sería más contraprod­ucente para el futuro de esta oportunida­d que fuera cubierta del lodo del greenwashi­ng.

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Producción sustentabl­e. Maíz para cosechar, con cultivos de servicios.

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