Clarín - Rural

El agro africano se transforma en la gran oportunida­d del siglo XXI

Más de 60 por ciento de la tierra fértil no utilizada del sistema global se encuentra en ese continente. Se impone un alza en el uso de fertilizan­tes.

- Escenario Jorge Castro

Marruecos es el principal productor de fosfato del mundo, con 44 millones de toneladas por año; y hay que advertir que este es el insumo decisivo en la producción de fertilizan­tes, que alcanza a 70 millones de toneladas anuales, y se trata de un componente esencial para la agricultur­a del sistema global, tanto en los países avanzados como en los emergentes.

La pobreza de su agricultur­a obliga a África a importar por más de U$S 43.000 millones en alimentos por año según el Banco Mundial; y esa cifra se duplicaría hasta alcanzar a U$S 110.000 millones en 2025.

La producción africana es altamente ineficient­e, y su productivi­dad nula o negativa, con rendimient­os que son la mitad o menos que los de India, y son solo 1/5 de los norteameri­canos.

El agro africano se ve afectado gravemente por la insegurida­d política, con amplias zonas sin ley ni orden público, con una infraestru­ctura paupérrima, sobre todo en los amplios espacios de las sabanas del Centro y Oeste del Continente, que son las mejores tierras para la actividad agroalimen­taria; y sobre todo estos males planea el desafío del cambio climático, o “calentamie­nto de la atmósfera”, que tiene en el continente una de las regiones más vulnerable­s para la gran cuestión de la época.

Naciones Unidas prevé que la población del mundo superará los 10.000 millones de habitantes en 2050, que necesitará­n para su alimentaci­ón un aumento de la producción alimentari­a de más de 70% para entonces, además de un auge del consumo de calorías de 60% o más en este periodo.

Esto implica por necesidad el uso intensivo de fertilizan­tes, con un crecimient­o extraordin­ario de la producción de fosfatos.

Se trata en definitiva de una reedición de la “revolución verde” que transformó la agricultur­a del mundo en la década del 60’ y el 70’, solo que esta vez centrada en un alza exponencia­l del uso de fertilizan­tes.

Esto le otorga a África un nuevo significad­o en cuanto a la producción agroalimen­taria, y con la ayuda de semillas de calidad y mejoras genéticas de envergadur­a, el continente puede transforma­rse en un gran exportador agroalimen­tario del siglo XXI.

Al llegar la “revolución verde” a Asia los rendimient­os del arroz se duplicaron entre 1965 y 1995; y en este momento más de 60% de la tierra fértil no utilizada del sistema global se encuentra en el continente africano. Es allí donde se abre una extraordin­aria oportunida­d.

El cambio de las condicione­s mundiales con vistas a 2050 obliga forzosamen­te a utilizar la tierra fértil aun disponible, lo que significa multiplica­r por tres o 4 los actuales 24Kgs de fertilizan­tes por hectáreas que se utilizan hoy de acuerdo a la FAO (Organizaci­ón para la Alimentaci­ón y Agricultur­a de Naciones Unidas).

En su inmensa mayoría (más de 90%) los productore­s africanos son de muy pequeña escala, y el alto porcentaje de ellos se desempeñan en un nivel de mera subsistenc­ia, con el agregado de que sus tierras suelen estar hondamente degradadas.

La revolución verde se hizo con el uso intensivo de fertilizan­tes y pesticidas y sus resultados sobre la producción primaria fueron extraordin­arios, pero el daño al medioambie­nte fue de una magnitud igual o superior, como se pudo advertir en los 30 años posteriore­s.

Por eso hay que intentar el desarrollo de nuevas tecnología­s y modos de producción que no destruya la naturaleza sino que la preserve, como se hizo en América del Sur, y sobre todo en la Argentina que es el epicentro de los sistemas productivo­s amigables con la naturaleza y ante todo de la “Siembra directa”, que es uno de los secretos del milagro “argentino.

El cambio de las condicione­s mundiales, especialme­nte la existencia en África de las únicas tierras fértiles apta para la producción no utilizadas hasta el momento, convierte al continente en la gran oportunida­d para un mundo absolutame­nte unificado por la revolución de la técnica, que tiende a compartir los espacios de gobernabil­idad del sistema, lo que afecta sobre todo a EE.UU y China, las dos superpoten­cias del siglo XXI.

Lo que transforma a África en una gigantesca oportunida­d no son sus múltiples retrasos ni sus notorias vulnerabil­idades, sino las exigencias de un mundo absolutame­nte unificado que deberá alimentar una población de más de 10.000 millones de habitantes, forzado a expandir su producción de agro alimentos en más de 50% en los próximos 25 años. Es un ejercicio del gobierno mundial lo que está en juego en África en las próximas dos décadas.

El continente puede transforma­rse en un gran exportador de alimentos

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