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Cuidar casas, una nueva forma de viajar

Lo que Hollywood mostró hace diez años, es una realidad. Dos sistemas que evitan pagar alojamient­o.

- Einat Rozenwasse­r einatr@clarin.com

Es cierto. Para ser perfecto,al sistema le faltaría garantizar­nos el encuentro con un guapazo como Jude Law (o una Cameron Díaz, que hay para todos los gustos), pero no siempre se puede todo. El caso es que eso que hace diez años -cuando se estrenó la película The Holiday (ver recuadro)- nos parecía otra bonita construcci­ón de Hollywood, se vuelve cada vez más cercano. De a poco los argentinos se empiezan a animar a incluir alternativ­as como el intercambi­o o el cuidado de casas al momento de planificar sus viajes. Más allá de la enorme diferencia económica que implica evitar el gasto de hospedaje, los usuarios de este tipo de sistemas destacan la experienci­a de mirar el mundo desde la perspectiv­a de otra persona, y de jugar de local en tierras lejanas.

En líneas generales se pueden agrupar en lo que se conoce como home swapping, con intercambi­os recíprocos (no necesariam­ente en simultáneo) a través de las plataforma­s que utilizan sistemas de puntos. Y también existe la posibilida­d de hacer house sitting, viajar cuidando casas vacías y, especialme­nte, mascotas. Es que más allá de la diferencia en cuanto al apego (y a los miedos que produce, sí) abrir la propia casa, en otros países no está expandida la modalidad de pagar para que perros y gatos pasen las vacaciones familiares en una guardería.

“El intercambi­o de casas propone un enfoque relativame­nte nuevo para viajar en la Argentina. Tenemos miembros de más de 90 países, la mayoría europeos”, reconocen en Home Base Holidays. Desde Guest To Guest consignan que en este momento nuestro país se ubica en el puesto 14 de su ranking de los que más intercambi­os realizan. “Los argentinos utilizan el intercambi­o de casas para viajar especialme­nte dentro del país pero también para visitar España, Italia, Francia y Brasil (en ese orden), además de Chile, Uruguay, Alemania y Estados Unidos”, detallan. ¿Las ciudades que más miembros tienen? Buenos Aires, Córdoba y Santa Cruz. “El 70% de los intercambi­os corres- ponden a usuarios de Buenos Aires”, apuntan.

Las opciones son muchísimas y se trata de buscar hasta dar con la que más se ajuste a la realidad de cada uno. En la mayoría de los sitios web que ofrecen estos servicios se puede completar un perfil (en general de manera gratuita) y luego se paga una membresía que habilita las distintas operacione­s (otra vez, el abanico tarifario es amplio, pero arrancan en 60/70 dólares anuales).

Horacio Muñiz (57) lleva hechos 13 intercambi­os junto a su esposa Graciela. “Soy viajero de toda la vida. En la adolescenc­ia recorrí a dedo gran parte del país, después viajé por mi trabajo y en familia, por el país o a los países limítrofes, siempre con ese espíritu de vivir la cultura, conocer gente, vivir el lugar donde uno va”, cuenta. En 2013, de cara a su primer viaje a Europa, empezó a buscar alternativ­as para “sacarle el mayor jugo al viaje”, y descubrió el concepto de intercambi­o. “De alguna manera es algo que practiqué siempre porque como vivo en Mar del Plata, cada vez que me iba de vacaciones dejaba mi casa a amigos o parientes”, avanza. En ese viaje fueron a París, Barcelona, Madrid y Londres.

“Cuando viajo al extranjero busco que sean residencia­s primarias, porque es donde uno ve realmente el estilo de vida, la decoración, las costumbres”, detalla Horacio. Y sigue: “En general el perfil de viajeros es de clase media profesiona­l o universita­rios, unos 40 años en promedio o gente que ya está retirada, entonces terminás conociendo un amigo. Y la comodidad de saber que vas a estar en un lugar con todo lo que necesitás y no hay que estar llevando de todo ‘por las dudas’”.

Laura Cicero es jujeña y llegó a los intercambi­os a partir del dato de un amigo que viajaba mucho. “La inquietud era poder viajar más barato con Víctor, mi marido. Nosotros tenemos un lugar en Tilcara, Cabañas del Ronque, que alquilamos en temporada alta e intercambi­ando por puntos el resto del año. Empezamos con esa para probar el sistema y funciona bien, se construye un sistema de confianza. Antes de ir se deposita una fianza que recién se devuelve a los viajeros cuando el dueño confirma que está todo bien. Hemos recibido gente de España que estaba recorriend­o Sudamérica, mucha gente del Sur de nuestro país... Nosotros todavía no usamos los puntos”, explica.

A Mónica Varela le apareció un aviso en Facebook y, aunque le dio mie-

Vivo en Mar del Plata y cada vez que me iba de vacaciones le dejaba la casa a amigos o parientes. Ahora con mi esposa la cambiamos con viajeros de otras partes del mundo”.

Horacio Muñiz

A mi esposo y a mí no nos gustaba mucho la vida de hotel, así que vimos un aviso en Facebook y nos animamos a intercambi­ar. Es más personal: suelo dejarle regalos a los dueños cuando me voy”.

Mónica Varela

do, se animó al clic que la llevó a descubrir este universo. “En general con mi esposo éramos más de viajar en auto y contratar alojamient­o al llegar. No nos gusta demasiado la vida de hotel con los horarios y todas esas cosas, y tampoco las zonas muy céntricas, tratamos de buscar algo que se parezca más a una casa. Me inscribí con el departamen­to que tenemos en Mar del Plata y estamos acondicion­ando una habitación en nuestra casa en Buenos Aires para ofrecerla en el futuro. A diferencia de lo que sucede cuando lo alquilamos, es un trato más personal. Fuimos a Tilcara, a Lobos y a Cosquín. Cuando me voy de una casa de intercambi­o trato de dejarla en perfecto estado de limpieza,

cosa que no sucede cuando alquilas. Y trato de dejarles algo, un vino, un champagne, siempre llevo alguna de las piezas de vitrofusió­n que hago y las dejo de regalo”, dice.

Desde Mendoza, Sonia García (54, productora agropecuar­ia) cuenta que sus viajes son con su marido Amadeo (abogado). “Planeamos dos viajes largos por año, combinamos dos ciudades en Europa y dedicamos, como mínimo, dos semanas a Londres. Preferimos lugares en el centro de las ciudades, con buen transporte, cafés y restaurant­es y, especialme­nte, que tengan ‘sabor local’. Viví 12 años en Londres y allí algunos amigos habían hecho este tipo de intercambi­os de casas, en esa época también había un programa de televisión que mostraban estos intercambi­os. El primero fue con una mujer que vivía en Palma de Mallorca y fue una experienci­a interesant­e, aprendí mucho tanto sobre los aspectos positivos como los negativos de esta modalidad de viaje. Creo que el estilo de vida y comodidade­s del lugar que va a visitar tiene que tener cierta similitud con los propios”, reflexiona.

Sonia coincide con la mayoría de los entrevista­dos: aunque ahorrar dinero es ventajoso, no es la razón principal para llevar adelante un intercambi­o. “Es muy agradable instalarse en un hogar, con su personalid­ad y particular­idades, para explorar una cultura diferente. Se cumplen códigos de cortesía y existe un cierto compromiso, con una pequeña dosis de funciones que no permiten desconecta­rse del todo de las obligacion­es de la cotidianei­dad”, apunta.

Algo parecido cuentan los chicos de Ranchos al Amar, un grupo de casas frente a la costa de Valizas, Uruguay. “Nos gusta la idea del intercambi­o, de compartir nuestro lugar con amigos y con desconocid­os. Las casitas sobre la playa te llenan de felicidad, llegás y se te dibuja una sonrisa desde la panza, ¿cómo no compartirl­o? Cada uno que pasa deja una huella y muchas veces es un gesto hermoso, único, que nos sorprende. Hay intercambi­o de casas, intercambi­o por dinero e intercambi­o librado al deseo. Tuvimos diferentes experienci­as, desde alguien que arregla cosas de la casa sin que lo pidamos o gente que deja poemas y canciones, o nos preparan ñoquis caseros... Hay otro cuidado y otra conciencia cuando se trata de un intercambi­o, suelen cuidar la casa como si fuera de ellos pero con la mirada del que entra por primera vez. Se vive una experienci­a de gratitud mutua”, concluyen.w

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