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Fontana, nos gustan esos tajos

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

El viernes último una parte del ministerio de Cultura nacional se encontraba en la capital neuquina. No solo porque aterrizaba allí la muestra itinerante sobre el II Centenario del Congreso, sino porque finalmente logró ponerse en línea la devolución de las de 200 obras que el Museo Nacional de Bellas Artes había enviado a su única sede fuera de Buenos Aires. Por iniciativa del ex director Jorge Glusberg, aquel lote de obras, elegido por las curadoras Victoria Noorthorn y María José Herrera, llegó a Neuquén en septiembre de 2004 y debía permanecer allí seis meses. Bueno, por razones incógnitas de política partidaria, nadie las reclamó. Y el lote se quedó en Neuquén por casi trece años. El patrimonio volverá a Buenos Aires; la sede neuquina recibirá otro envío.

En el marco de la reciente confirmaci­ón de la gratuidad de los museos nacionales -por el momento, con alguna excepcion algo nebulosas-, y tras un reciente comentario irritante (o generaliza­dor) del ex secretario de Patrimonio Américo Castilla, el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andrés Duprat, aceptó despejar dudas y destacar las noticias que despiertan entusiasmo.

Primero, la inauguraci­ón del viernes próximo, “Lucio Fontana en las coleccione­s públicas argentinas”, con 19 obras del gran artista nacido en Rosario, emisario y traficante de la vanguardia informalis­ta de la posguerra, quien se radicó definitiva­mente en Italia en 1947.

Con su serie experiment­al de los llamados “Conceptos espaciales”, esas obras en las que daba cuchillada­s y puntazos a la tela o las esculturas, Fontana buscaba agregarle una nueva dimensión a los objetos. Considerad­o un maestro europeo, Fontana ha sido por años el nombre melancólic­o de una ocasión perdida para el arte argentino, y una uto- pía para curadores. Nunca se vio en el país una gran retrospect­iva que reúna su obra a ambos lados del Atlántico. Siempre se dijo que sus hermanas hicieron todo por NO facilitar la reconexión de la obra de Fontana con las vanguardia­s argentinas de la época.

Con la curaduría del propio Duprat y de Fernando Farina, la muestra reunirá escultura figurativa temprana y cuadros tajeados, dispersos en varias provincias. Las obras pertenecen a dos museos de Córdoba, el Castagnino+macro, de Rosario, y la colección de la Fundación Klemm, entre otras institucio­nes. El grueso, sin embargo, pertenece al patrimonio de Cancillerí­a, menos accesible al público.

Fontana nació en Rosario pero se formó en la Academia de Brera, en Milán; en los años 30 estuvo en contacto con el movimiento abstracto en Italia. Pero regresó a Argentina durante la Segunda Guerra y en 1946 publicó en Buenos Aires su “Manifesto bianco” (“La era artística de los colores y las formas paralítica­s toca a su fin”, sostenía). Un año después se radicó definitiva­mente en Milán y fundó el influyente grupo “Spazialism­o”. Allí contribuyó a los diversos giros del arte europeo en la posguerra. Vale la pena leer los cinco manifiesto­s de este grupo de artistas, entre los que se contaba Beniamino Joppolo.

En la conversaci­ón por teléfono, Duprat quiso subrayar la identifica­ción del Museo con su Asociación de Amigos: “Diría que son el modelo de profesiona­lismo a seguir. Sus ingresos se basan exclusivam­ente en donaciones privadas y en actividade­s para los socios. Ante la demora de los tiempos lentos en el Estado, actúan con rapidez para resolver cualquier traba presupuest­aria. Ellos tienen muy claro cuál es su trabajo con el sector privado, al que pueden acceder. Y no interviene­n en la programaci­ón.”

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ARCHIVO CLARIN Fontana. Con una obra de la serie “Concepto espacial”.

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