“Se necesita que la gente no piense”
Realizador sumamente personal, el Bafici le dedica una retrospectiva, que incluye la premiada “Un vie”.
Stéphane Brizé, uno de los cineastas franceses más personales e interesantes del momento, está en Buenos Aires para acompañar la mini retrospectiva que este año le dedica el Bafici. Se verán Mademoiselle Chambon (2009), Algunas horas de primavera (2012) –ambas estrenadas en su momento en la Argentina- y Une vie (2016), quizá el mejor de los siete largometrajes que escribió y dirigió. Basada en un clásico de Guy de Maupassant, transcurre en el siglo XIX, pero es una película de época atípica, filmada con una cámara inquieta y en un formato poco habitual, de pantalla cuadrada (4:3). Cuenta con notable sutileza y sensibilidad la vida de una joven de la nobleza sometida a los designios del patriarcado y la Iglesia católica: un personaje, como muchos
los de Brizé, enfrentado a sus circunstancias. ¿Ese es el hilo que une a sus películas: la lucha de los protagonistas contra sus circunstancias? -En mi filmografía hay un período hasta Algunas horas de primavera y otro a partir de El precio de un hombre (2015). Es una película muy social,
que sucede en nuestros días, pero curiosamente tiene más en común con Une vie, que transcurre en el siglo XIX, que con mis anteriores películas. Antes, a todos mis personajes principales los unía una sensación de ilegitimidad, de incomodidad en la vida. Desde El precio de
un hombre, en cambio, tienen muy
claro cuál es su lugar en la vida, pero se ven confrontados por la brutal realidad. -¿Esos cambios tienen que ver con una maduración personal?
-La vida avanza, vamos cambiando, así como cambia la reflexión que hacemos sobre nuestra propia historia. Lo directores somos como los pintores, que tienen períodos de ciertas formas, colores, formatos. Tal vez tenga que ver con una especie de sosiego en lo personal que, curiosamente, me permitió mostrar un poco más de furia en la pantalla. Hay una película argentina que me influyó muchísimo en este quiebre: es El custodio, de Rodrigo Moreno, que me llevó a una cantidad de reflexiones muy importantes sobre lo que es la puesta en escena. -¿Suele ver películas argentinas?
-A Francia no llegan tantas películas argentinas. Sí vi varias de Trapero o las de Lucrecia Martel. En el caso de El custodio, me la recomendó alguien que sabía que yo estaba escribiendo algo que tenía que ver con la vigilancia en el supermercado. No sólo me ayudó para el personaje de El precio de un hombre, sino para pensar sobre la forma de contar y de posicionar la cámara. -¿Es difícil ser sutil y no caer en el didactismo al hacer películas sociales como “El precio de un hombre” y “Une vie”? -Yo no diría que son películas de crítica social. En las dos trato de reflexionar sobre el mundo en que vivimos y cómo influye sobre nosotros, cómo nos cambia. Es particularmente importante ahora, porque estamos viviendo la época del fin de las ilusiones. Y me interesa ver cómo influye en nuestra personalidad, en nuestro interior, y qué hacemos con eso. Los protagonistas de las dos películas experimentan esa sensación. -En “Une vie”, dos curas juegan un papel importante. ¿Es una reflexión sobre la influencia de la iglesia católica en la Historia? -La idea de Guy de Maupassant sode
bre la religión es que siempre causa desdicha, tanto si está representada por un cura muy amable como por uno fascista. Yo no tengo cuentas pendientes con la religión. Ya no tiene tanta influencia, por lo menos en Francia, más allá de hechos puntuales como la oposición al matrimonio igualitario. Se dice que hay una guerra religiosa contra el fundamentalismo musulmán, pero no es la religión lo que está en juego, sino intereses geopolíticos. -¿Los festivales son el único lugar posible para el cine de autor?
-Sí, y es una tragedia. El Estado financia algunas películas de autor como para tener la conciencia tranquila, pero se financia más el cine comercial porque se necesita que la gente no piense, se la quiere mantener en un estado de chatura y por eso se le da de comer mierda todo el tiempo. Si les mostrás mis películas a cien personas al azar, pueden no gustarles, pero van a entenderlas como entienden Batman. Pero hay una ideología que marca que no conviene que la gente reflexione. Lo peor es que muchas de las películas comerciales, como las de Marvel, están muy bien hechas. w