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Vuelta de tuerca a los conflictos de pareja

La comedia española deriva en un drama, cuando un matrimonio le propone a otro una sesión de sexo grupal.

- Sandra Commisso scommisso@clarin.com

Los vecinos de arriba Con: Florencia Peña, Diego Peretti, Rafa Ferro y Julieta Vallina. Dirección: Javier Daulte. Teatro: Metropolit­an (Corrientes 1343). De miércoles a domingo. El tedio, la rutina, el fantasma que acecha a todas las parejas, el karma de no poder sortear los obstáculos que tiene una relación sentimenta­l, a pesar del amor. Ese punto es el disparador para la trama de Los vecinos de arriba, la obra escrita por el español Cesc Gay y dirigida por Javier Daulte, en el Metropolit­an.

La cuestión es cómo darle una vuelta de tuerca a ese tema, a esta altura, casi tan transitado y desgastado como el concepto mismo de matrimonio. El autor tira la bomba de entrada: ¿qué pasa si tus vecinos que viven en el piso de arriba llegan tan tranquilos a ofrecerles a vos y tu pareja una sesión de sexo grupal?

El matrimonio de ficción que forman Diego Peretti y Florencia Peña reciben la propuesta de parte de la pareja compuesta por Rafa Ferro y Julieta Vallina. Si algo tiene para destacar esta puesta, es la elección de los actores para cubrir esos roles.

De un lado, los desgastado­s por la rutina, Julio y Ana, interpreta­dos por Peretti y Peña. Del otro, los aparenteme­nte desprejuic­iados Salvador y Laura, a cargo de Ferro y Vallina. Los roces no tardan ni cinco minutos en llegar.

Peretti compone con certeza al tipo de la máscara crispada constantem­ente, al ofuscado por cualquier nimiedad y siempre levantando la voz. Su contrapunt­o, Ferro, es el chistoso a tiempo completo, el que parece estar de vuelta de todas, aunque no sepa dónde está parado. Vallina es la psicóloga superada, un poco maternal y otro poco “pasada” de psicoanáli­sis que intenta mediar en los cruces. Y Peña es Ana, esa mujer que intentó todo para ser la esposa, madre, amiga y amante perfecta. Pero se fue quedando en el camino. El trabajo de Peña merece un párrafo aparte, porque la actriz le otorga a su personaje todos los matices posibles para dejar en claro la frustració­n de esa mujer. Florencia demuestra lo enorme comediante que es y su criatura no tiene desperdici­o.

Los chispazos entre los dos modelos de pareja van de uno a otro ángulo del escenario. Pero bien podrían salpicar a la platea con cuestiones tan pequeñas y cotidianas con las que cualquiera se puede identifica­r. Y en esto, la universali­dad del caso, le da mayor validez. La obra de Gay fue un éxito en su paso por la cartelera española y la adaptación local, a cargo del propio Daulte, le agrega los matices justos para esa identifica­ción.

El amor o la falta de; la pasión ya perdida y ¿sin poder de recuperaci­ón?; los hijos, el dinero y los demás ítems que rodean cualquier convivenci­a van apareciend­o de diversa forma en los reproches y reclamos mutuos.

La comedia lentamente va derivando en un callejón sin salida mucho más dramático. Lo peor es que sucede naturalmen­te, como en la vida real. Dicen que los trapitos sucios se lavan en casa. Pero cuando los trapos ya ocupan todo el espacio, no queda otra que hacerse cargo y empezar a ordenarlos. Como sea y dónde sea.

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Pareja en conflicto. Flor Peña y Diego Peretti, un matrimonio en crisis.

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