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“Hay chefs que nunca vieron una gallina”

Nacida en Miami con herencia venezolana, recorre Latinoamér­ica en busca de historias y platos típicos.

- María Paula Bandera Especial para Clarín

Aveces, tan sólo un nombre alcanza para delinear a un personaje. Ese es el caso de Grace Ramírez, que nació en Miami, pero tiene apellido hispano gracias a la sangre venezolana de sus padres.

Y como si el nombre fuera capaz de determinar el destino, el spanglish con el que creció fue apenas la punta de lanza, ya que ese mestizaje guió su vida: se crió en Venezuela, vivió en Costa Rica, se graduó en Estados Unidos y conquistó Nueva Zelanda, hasta que regresó a Miami, donde reside actualment­e cuando no está viajando. Con su programa Destino con sabor, que se emite en la señal gourmet Food Network todos los sábados a las 18, recorre Latinoamér­ica explorando platos típicos e historias. “Un plato tiene otra profundida­d si te echan el cuento. Para eso recorro mercados y entrevisto a chefs locales y granjeros”, cuenta, de visita en Buenos Aires.

Sus inicios profesiona­les estuvieron lejos de la cocina. Comenzó a trabajar en Miami como productora televisiva, primero en Nickelodeo­n y después en MTV. “El equipo de trabajo estaba formado por inmigrante­s que íbamos juntos a todos lados, entonces se me dio por invitarlos a mi casa, como sucede en cualquier familia, y cocinarles”, explica.

Eso no significab­a que Ramírez supiera de cocina; antes de cada banquete llamaba a su abuela y le pedía recetas típicas que ella después reproducía con mucha energía y poco expertise. Hasta que apareció en el horizonte The Food Network y supo que ese era su próximo destino, ya que ese canal unía sus dos pasiones: producción y gastronomí­a.

Quedó selecciona­da para trabajar como productora en el programa del chef y restaurate­ur Bobby Flay. Tres años después, renunció al ciclo para probarse por primera vez frente a las cámaras. Se presentó al casting para la versión norteameri­cana de Master Chef, con la conducción de Gordon Ramsay, y quedó selecciona­da entre 60 mil aspirantes. Pero la experienci­a fue más corta de lo planeado. “Me eliminaron al segundo episodio. Fue durísimo para mí, lloré mucho, sentí que mi vida había terminado, que había defraudado a mi familia”, recuerda.

Ramsay, sin embargo, vio potencial. “Él me pidió que vaya a estu- diar cocina y vuelva al show. No sé si salió grabado porque nunca pude ver el capítulo de mi eliminació­n, no lo soporto”, recuerda.

La idea sonaba bien, pero la carrera costaba 50 mil dólares y ella no tenía un peso. Entonces llegó la solución en forma de beca, así pudo estudiar en el French Culinary Institute de Nueva York. Con el título bajo el brazo, pasó por los fuegos del restaurant­e Eataly, un paraíso gourmet especializ­ado en cocina italiana, donde trabajó junto al célebre chef Mario Batali. Y tiempo después, por el trabajo de su marido, recaló en Nueva Zelanda.

-Ese país fue clave en tu formación como chef, ¿por qué?

-Estaba acostumbra­da a Estados Unidos, donde uno consigue lo que quiere cuando quiere. En Nueva Zelanda, en cambio, hay mucha conciencia sobre la estacional­idad del producto, se trabaja el concepto de la granja a la mesa.

-En tu sitio web hay fotos en las que posas con animales recién cazados, es jugado mostrarse así…

-Sí, porque existe mucha hipocresía. Hay chefs que nunca vieron una gallina porque al restaurant­e llega todo empaquetad­o, perfecto, y para mí era esencial conocer de dónde viene la presa de pollo o de res. Así uno toma una conscienci­a y un respeto hacia el animal que te cambia el chip, hace que no comas en exceso ni desperdici­es. En Argentina es más común ver animales completos. En mi libro (N. de la R. La Latina, un compendio de recetas típicas latinoamer­icanas) hay fotos de un asado argentino y la gente se horroriza, me dice, “qué hace el animal ahí todo crucificad­o”.

-¿Cómo te convertist­e en una celebridad en Nueva Zelanda?

-Cuando me fui a vivir allá, lo latino no era familiar. Yo daba clases de cocina latinoamer­icana y, en un momento, empezó a pegar la comida mexicana. Veía que había confusión con el tema, por eso empecé a escribirle a la prensa para ofrecer ayuda. Comenzaron a citarme en varios medios hasta que me llamaron para ser jurado de My Kitchen Rules, un reality tipo Master Chef.

-¿La comida mexicana es la más popular de Latinoamér­ica?

-Nuestra cocina entra siempre por la mexicana, porque a quién no le gusta un taco, un guacamole, son sabores que cautivan al universo. Luego llega Perú y después entra el resto.

-¿Existe la cocina latinoamer­icana?

-No. Si pusiéramos un restaurant­e donde estén todas las culturas, podríamos agarrar platos emblemátic­os de cada sitio, pero no hay una única cocina latina. Hoy lo que nos une es que por primera vez nos sentimos orgullosos de l o nuestro. Somos una generación de chefs que nos formamos afuera, elevamos la cocina de la abuela y ahora la llevamos a otras plazas. Además, hay interés mundial por lo latino. En Nueva Zelanda, Australia y el Reino Unido, por ejemplo, están obsesionad­os con nosotros.w

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GERARDO DELL’ORO Viajera y audaz. Vive en Estados Unidos pero recorre Sudamérica grabando su programa de TV. Suele posar con animales muertos que luego utiliza para cocinar.
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